Eusebio Calonge: “Las figuras del Puente de Carlos parecen más vivas que todo aquel que lo cruza”
El dramaturgo español Eusebio Calonge, director de la mítica compañía teatral La Zaranda, estuvo en Praga para ver la representación de su obra ‘El grito en el cielo’ en el marco del Festival Nacional de Teatro escolar en español. Fascinado con el aura literaria de la capital checa, nos habló de su gran trayectoria y su inclaudicable pasión por el teatro.
Aunque ya había estado antes en Praga, el dramaturgo español Eusebio Calonge dice que siempre tiene la sensación de verla por primera vez. Quizás porque, en su opinión, la capital checa suele imponer una niebla de misterio. Como si, más que visitarla, se la estuviera leyendo. De hecho, está convencido de que Praga es una de esas capitales totalmente dominadas por la literatura y la arquitectura.
“Ahí están las sombras de Kafka o la sensación de toparse con el Gólem en cuanto doble una esquina donde no encuentre turismo. Es una de esas ciudades con tantas referencias literarias que uno se las va topando: ese Puente de Carlos donde las figuras sombrías que lo escoltan parecen más vivas que todo aquel que cruce por él, parece como si tomaran vida. Hay algo alquímico también que se da en esta ciudad todavía”.
“La escritura teatral debe verse antes que oírse”.
Eusebio Calonge
Convocado por el Instituto Cervantes de Praga, Eusebio Calonge volvió a la capital checa para ver la representación que la compañía de teatro del Instituto Budějovická de la capital checa preparó con dirección de la profesora Sonia Ruiz Parra para el XIV Festival Nacional de Teatro escolar en español. Una oferta imposible de rechazar, teniendo en cuenta que él es una artista muy interesado en la mirada que las nuevas generaciones tengan para aportar a su obra, incluso tratándose de una pieza que, según él mismo recuerda, ya se había representado en distintos países como México y Francia.
“Me pareció bonito y también increíble que alguien se pudiera fijar en tu humilde obra en una ciudad tan lejana, al menos de tu idioma. Todos sabemos que el teatro es un lenguaje universal, pero a veces el idioma sirve de freno. Así que yo creo que siempre es hermoso ver cómo tu propuesta y personajes que un día te acompañaron siguen vivos en el cuerpo de otras actrices”.
Aunque ya lleva más de tres décadas al frente de La Zaranda, antes de que su camino se cruzara con el de esa mítica compañía teatral fundada en Jerez de la Frontera en 1978, Eusebio trabajaba como iluminador de conciertos. Y asegura que jamás se había interesado por la literatura dramática ni el teatro. Hasta que un día La Zaranda se quedó sin técnico y le propusieron reemplazarlo. Con la particularidad de que su director de entonces, Juan de La Zaranda, quería que el técnico del grupo asistiera a todos los ensayos, aunque no hiciera nada. Estaba convencido de que debía ver cómo se creaba todo el proceso de una obra, lo cual podía llegar a durar años. Hoy recuerda su fascinación al ver cómo la literatura de esa compañía teatral tomaba cuerpo y se iba convirtiendo, de a poco, en forma y movimiento.
“Y verdaderamente aquello me fascinó desde el primer momento. Las dos primeras obras con las que yo estuve con La Zaranda en unos cuatro años fueron mi verdadera escuela: Juan me enseñó las cosas básicas; por ejemplo, que la escritura teatral debe verse antes que oírse, eso de generar formas y siempre un conflicto vital y existencial que llegue y se haga energía que pueda transpirar hasta el espectador”.
Una claudicación llena de esperanza
“La búsqueda teatral está en la vida”.
Eusebio Calonge
Ya en el año 1992, Juan de La Zaranda decide dar un paso al costado no sin antes convertir a Eusebio en su sucesor en el grupo. Reconoce que, al principio, le daba miedo hacerse cargo de semejante responsabilidad. Sobre todo, porque la compañía estaba muy consolidada y ya había pasado por festivales muy importantes como los de Nueva York y Berlín. Entonces, decidió conjurar toda esa incertidumbre a través de ‘Perdonen la tristeza’, una pieza teatral que recorre el inventario de un teatro a punto de cerrar sus puertas. Esa primera obra que él mismo define como una claudicación llena de esperanza logró su cometido y, pese a su aparente melancolía, se convirtió en un verdadero éxito a tal punto que fue representada en unos treinta países del mundo. Lo cierto es que esa obra, al igual que casi todas las que vendrían después, tiene una fuerte impronta poética. De hecho, su título proviene de un verso de César Vallejo. Sin embargo, el teatro de Eusebio se inspira también en otras artes como la danza y la pintura; y, sobre todo, tal como explica él mismo, en el dolor y las cicatrices de los demás, incluso en el caso de las comedias. Por eso mismo, afirma que La Zaranda le atribuye tanta importancia al hecho de observar y estar muy atentos al entorno.
“La búsqueda está en la vida y en La Zaranda tenemos muchísimas anécdotas al respecto: la primera que se me ocurre es que, en mi segunda obra, que se llamaba ‘Obra póstuma’ y se representó en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín de Buenos Aires, Gaspar Campuzano, uno de los actores, no lograba tener esa energía que mueve al actor hacia el personaje, no la había encontrado”.
Agrega Eusebio que, gracias a su oficio, ese actor lograba persuadir al público de que sí había un personaje, casi como si se tratara de un truco de magia. Pero lo cierto es que él mismo no estaba convencido de haber logrado ese punto en que el intérprete logra transformarse en otro. Como se trata de un grupo muy unido, la preocupación se extendió a cada uno de los integrantes, acompañándolos durante su llegada a Buenos Aires, apenas una semana antes de estrenar la obra.
Explica que poco después de llegar salieron a dar una vuelta por el barrio de La Boca. Y, tal como suele suceder en esa parte de la ciudad, una pareja de tango bailaba frente a un público muy atento.
“Y nos fijamos en un personaje que seguro era del barrio y estaba mirando a esa pareja bailar. Y nos quedamos como paralizados porque dijimos: ‘Es este el personaje’. Tenía en la mirada una melancolía de algo vivido que estaba hablando por los ojos, por las manos, con una intensidad que nos llegó. No nos llegó el tango, no nos llegó la pareja que bailaba, pero sí este personaje que contemplaba. Y como decimos siempre en La Zaranda, Gaspar supo capturar esa alma y ese fue el personaje que luego le dio cuerpo y alma a todo lo escrito”.
Además de disfrutar la representación de El grito en el cielo y de inaugurar una serie de conversaciones con gente de teatro en la Universidad Carolina de Praga, organizada por Ángel Simón, el director de la compañía del Instituto Budějovická;
Eusebio aprovechó su breve estadía en Praga para visitar la tumba de Jan Patočka en el cementerio de Břevnov y rendir homenaje a ese gran filósofo checo cuya búsqueda de la libertad encierra, en su opinión, toda la belleza que cada artista siempre intenta expresar. En otras palabras, considera que la obra de Patočka representa el gesto del espíritu humano que, en cada época, intenta sobreponerse y aflorar en medio de la oscuridad.
“Pero, al fin y al cabo, yo creo que el arte y el espíritu siempre le ganan la partida a lo material porque su horizonte va más allá del tiempo que cruza, de la vida, de la época y, desde luego, de todo aquello que quiere oscurecer esa trascendencia”.
Ese mismo componente artístico y trascendental le atribuye Eusebio Calonge nada menos que a Praga, cuyo río es para él una herida que divide las dos márgenes de una ciudad onírica que siempre parece sustraerse a la lógica turística del suvenir y los estereotipos.