Hojas de Praga

Cubierta Hojas secas mojadas
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Aunque es su ciudad natal, la poeta española Isabel Bono asegura que ni siquiera conoce la calle de Málaga donde, aparentemente, vive la enigmática persona que hizo circular sus poemas por la capital checa. Lo cierto es que gracias a ella y, por supuesto, a la traductora que logró publicarlos en una edición bilingüe, Isabel Bono pudo venir a Praga, invitada por el Instituto Cervantes, a presentar uno de sus libros. 

Praga es una ciudad muy asociada a la magia y la poeta malagueña Isabel Bono siente que solo algo de ese orden puede explicar la insólita secuencia que la llevó a visitar, por segunda vez en su vida, la capital checa. Simplemente, recibió un email de la traductora Jana Pokojová diciéndole que tenía ganas de trasladar al checo un libro suyo de poesía que alguien también de Málaga le había acercado en el momento justo y en el lugar indicado.

“Me dijo el apellido y la calle donde vive, calle Liebre, y yo le dije: “Pero te lo estás inventando, no conozco una calle con ese nombre en Málaga”. ¿Será todo esto mentira? Se va a caer el telón y es todo una broma... No sé, fueron unos amigos que tiene en Málaga, que viven en la calle Liebre... En Málaga, si vas a lecturas, te conoces de verte... No sé quiénes son ni me suena el apellido, no lo recuerdo, pero le regalaron ese libro mío mientras ella estaba en el hospital con su hija”.

Isabel Bono en plena Plaza Franz Kafka de Praga | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

Aunque no tiene la menor idea de quién dio, entonces, inicio a una notable concatenación de pequeños eventos afortunados, el libro le interesó tanto a Pokojová que empezó a traducirlo y, luego de un tiempo, le escribió otro email preguntándole si estaba de acuerdo en que le propusiera esa traducción a alguna editorial que no solo la leyó con atención, sino que además dio una respuesta afirmativa.

“Yo me imaginé que iba a ser, sinceramente, un folio doblado a mano con una grapa, un facsímil o algo así, y cuando me dice: “Ya está el libro, te lo mando”, y recibo ese libro de tapa dura, mi primer libro en tapa dura, y tan bonito, no lo podía creer… Y de pronto me dice: “¿Te gustaría venir a Praga?” Y yo, pues, como gustarme, claro, y le digo: “Si consigues que me invite el Instituto Cervantes, yo voy”, ella dice que vale, y luego que sí. ¿Cómo que ‘sí’? Yo me he dado cuenta de que, en la vida, para que te salgan bien las cosas es confiar y decir que sí porque siempre se puede decir que no”.

En este caso, no fue necesario negarse a nada porque todo se encarriló con total naturalidad, incluso la presentación que organizó el Instituto Cervantes el lunes pasado en Týnská literární kavárna con la presencia de la traductora, la intérprete, la editora del libro y el poeta checo Radek Malý. Es decir que, casi de la noche a la mañana, Isabel Bono se dio el gusto de presentar en la capital checa la traducción de uno de sus libros, sin tener con la ciudad más antecedentes que el de haberla visitado unos pocos días como turista en el año 2018.

La presentación del libro | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

“Tenía yo muchas ganas de Praga, tenía muchas ganas de conocer la casa, que solo vi por fuera, de Vladimír Holan, la tumba de Holan, la tumba de Kafka y entonces vinimos con dos amigos, que son también escritores y pasamos aquí cuatro o cinco días en septiembre, había mucha más gente en la calle… Pero a mí me gustan las segundas veces de las cosas porque vas más relajado, no estás alerta, no tienes la obligación de verlo todo. Entonces, ahora me estoy permitiendo el lujo de mirar al suelo, voy por las calles mirando los adoquines y no hago fotos, a cada hora hay gente delante del reloj haciéndole fotos… ¡Pero si esto está en internet! Mira el reloj, ¡disfrútalo! No comprendo lo de ver luego en tu casa algo mal si lo puedes ver bien en directo”.

Tanto le interesan las piedras a Isabel Bono, entre otras cosas porque les atribuye cierta tendencia a la eternidad, que uno de los aspectos que más le gustaron de Praga es que la ciudad conservara las aceras y adoquines. Y si bien explica que hace un tiempo Málaga podía enorgullecerse de lo mismo, lamentablemente decidieron reemplazarlos. Para Bono es una verdadera lástima porque ella misma se define como una persona a la que no le gusta que nada se pierda y, de hecho, la escritura de ese libro de poemas, que cayó casi misteriosamente en manos de la traductora, tiene un poco que ver con eso.

“Es de una época en la que estaba cuidando a la madre de mi marido, estuve como un año y medio, me mudé a su casa, estuve con ella y no tenía tiempo para nada. Todos los días eran iguales: me levantaba, le daba el desayuno, la acompañaba, le hacía la casa, iba a la terraza que estaba llena de hojas secas y yo las barría. Y un día había llovido y estaban las hojas secas mojadas y dije: “Ahora están vivas otras vez”. Eso es lo que tengo que hacer, o sea, tengo que darles vida a estos días iguales’”.

La edición bilingüe del libro de Isabel Bono | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

Es decir, la idea era tratar de rescatar algo cada día: un pensamiento, una enseñanza, un detalle o una sensación para que cada jornada tuviera su propia personalidad. De ese modo, empezó a escribir en un blog un poema a diario hasta que volvió a tener tiempo y empezó a sentir que ya no necesitaba tanto a las hojas secas mojadas. Sin embargo, algunos lectores le pidieron que no las abandonara por lo que siguió escribiéndolas unas cuatro veces al mes en ese mismo blog que aún mantiene. Ese fue entonces el origen de tres libros de poesía que salieron publicados en una editorial de Sevilla, el primero de los cuales ahora está disponible también en checo. Sin embargo, mucho más que la idea de publicar, a Isabel Bono le interesa escribir, y no concibe ni siquiera la posibilidad de dejar de hacerlo.

“Es que voy por la calle y veo algo y ya empiezo a escuchar una voz interior que empieza a dictar, y yo tengo como muchas voces que me van dictando y voy diciendo: “Ahora habla tú. No, ahora tú”. Lo apunto en un papelito que me lo guardo y luego llego a casa y simplemente con dos o tres palabras ya sé cómo hacer para que me salga todo lo que llevo en la cabeza. Entonces siempre llevo como un monólogo o diálogo interior y tengo que sacármelo porque si no me vuelvo loca, yo escribo para no volverme loca. Si no escribiera tendría que tomar medicación diaria, entonces prefiero escribir. Es más barato y mejor para la salud”.

Lo cierto es que la salud literaria de Bono, ganadora en 2002 del Premio Internacional León Felipe y en 2016 del Café Gijón, no radica solamente en sus poemas. También escribe cuentos, novelas y, desde los nueve años, mantiene un diario de sueños que, en algunas ocasiones, ha transformado también en poemas, aunque asegura que no suelen servirle para la prosa. Sin embargo, lo sigue escribiendo de modo sistemático y no solo por su obsesión de no dejar que se pierda nada.

“Es muy curioso porque tú ahora mismo no recuerdas nada de lo que soñaste ayer o hace un año, pero si lo hubieras apuntado… Solo con leer la primera frase vuelves a ver el sueño como una película, entonces para mí es tan importante ver fotos que me hecho en cualquier ciudad como leer un sueño para volver a determinado momento. O sea, son viajes en el tiempo totales”.

Además de quedar fascinada con sus adoquines y recoger del suelo un botón que promete guardar muy bien, en esta segunda visita a Praga Isabel Bono tuvo la sensación de que esa aparente frialdad que se les suele atribuir a las personas de Europa Central es bastante injusta. En su opinión, el malentendido surge porque, en estos países, la gente suele separar mucho los tantos entre el profesionalismo y la dimensión personal. Sin embargo, dice que apenas ella sonreía o hacía alguna broma para acercarse y romper el hielo, de inmediato todos se abrían siguiéndole la corriente.