El marqués de Praga
Nacido en una familia noble de Valencia, el flamante director del Instituto Cervantes de Praga es un autor publicado que cuenta, además, con interesantísimas anécdotas con escritores tan prestigiosos como Ernesto Sabato y Mario Vargas Llosa. En esta entrevista, Gonzalo Manglano nos habla, sobre todo, de su pasión por la literatura y su experiencia viviendo en ciudades tan distintas como Orán, Estambul, Madrid y París.
El nuevo director del Instituto Cervantes de Praga es bastante peculiar. No solo por tratarse de un escritor con un estilo muy propio que, entre otros libros, publicó las novelas Crónicas de humo, Un cadáver en su tinta y ‘Arde, memoria, sino también porque Gonzalo Manglano detenta el título nobiliario de marqués.
“De repente, un día, veo una carta muy bonita de Ernesto Sabato, escrita en su máquina y luego corregida y firmada a mano”.
“Sí, bueno, es la historia familiar al final. Yo soy de Valencia, que es donde eso se sabe, y para mí significa una unión con mi padre más que con quien lo llevase en el siglo XVII o XVIII porque es mi referencia y es una unión con la familia. No recuerdo quién lo decía, pero todas las familias son igual de antiguas, solo que en algunos casos conocemos quién era nuestro tatatarabuelo”.
Agrega que si bien esos títulos nobiliarios solo tienen carácter oficial en los países con monarquía, por alguna razón se utilizan mucho más en Francia y en Italia que en España. De todos modos, más allá de lo curioso que pueda resultar su título nobiliario de marqués de Altamira de Puebla, México, que se remonta al año 1710, para Manglano no significa mucho, aunque sí reconoce que puede llegar a abrirle ciertas puertas. Lo interesante es que mientras ese aspecto noble proviene de su familia paterna, del costado materno heredó, nada menos, que su amor por los libros.
“Mi familia materna siempre ha sido muy lectora y desde el principio mi madre es la que me va dando los libros y recuerdo una serie de libros, supongo que como todos… En mi caso es un tópico casi pero, por ejemplo, El principito, que me lo regala siendo yo quizás demasiado pequeño para entenderlo porque tenía unos siete años y lo lees casi como un cuento, luego lo volví a leer y fue el primer libro que me impactó y me marcó. Después, ya más mayor, con 15 años, que creo que es la edad, me impactó mucho El guardián entre el centeno, que me lo recomendó un librero de Lagun en San Sebastián y, entre los libros que me han quitado el sueño, Pedro Páramo también me impactó muchísimo porque visualmente me parece impresionante y también es impactante cómo usa el lenguaje”.
La resistencia
Cuenta Manglano que poco después accedió a una nutrida lista de autores latinoamericanos a los que considera magistrales: Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges y Mario Vargas Llosa, entre muchos otros. En ese sentido, Manglano asegura que los hispanoparlantes tienen la enorme suerte de disponer de una literatura conformada por muchos países y cosmovisiones en un mismo idioma. Por otra parte, se considera un gran admirador del escritor argentino Ernesto Sabato, a quien le escribió una carta que, para su asombro, fue respondida por el autor de ‘El túnel’, una de las novelas que más lo impresionó, aunque, por supuesto, no fue la única.
“En el momento en el que le estoy escribiendo, efectivamente, estaba leyendo ‘Abaddón el exterminador’, y simplemente busqué en internet su dirección en Santos Lugares y pensé que por escribirle no perdía nada, le escribí y me olvidé, porque además debe ser una de las últimas cartas que contestó, porque luego pierde del todo la vista y ya no responde. Y, de repente, un día... yo vivía en aquel entonces en Madrid, veo una carta de Ernesto Sabato, claro, un tesoro, y efectivamente es una carta muy bonita escrita en su máquina y corregida luego y firmada a mano”.
Tanto la carta de Manglano como la respuesta de Sabato, que concluye con la sugerente frase “el arte te ayudará a seguir resistiendo”, fechada en mayo de 2003, fueron incluidas al principio de su libro ‘Crónicas de humo’. Asegura Manglano que para él se trató de algo muy emocionante y decidió responder con un simple ‘muchas gracias’ para cerrar el círculo porque tampoco quería molestarlo, solo agradecerle su gran gesto teniendo en cuenta la enorme cantidad de cartas que, por ese entonces, recibía. En cualquier caso, ese profundo vínculo con la literatura latinoamericana en general y argentina en particular, parece cobrar aún más sentido al tener en cuenta que la madre de Gonzalo Manglano nació en Buenos Aires.
“Porque mi familia materna es del norte, aunque luego se van a Madrid, pero originariamente es de Asturias y del País Vasco, y por la parte asturiana emigraron primero a Uruguay y luego a la Argentina. Mi bisabuelo emigró porque en ese momento las familias con cierto linaje solían tener casa y tierras, pero cero dinero porque en el norte había muchos hidalgos y ningún dinero”.
Aclara Manglano que parte de su familia se mantuvo en Buenos Aires, donde aún residen, mientras que su madre, si bien estuvo muy poco tiempo ahí, no solo nació en la Reina del Plata, sino que además tiene, de hecho, pasaporte argentino.
Un lugar limpio y bien iluminado
A diferencia de esos primeros contactos con la lectura que es capaz de localizar muy bien en la línea de tiempo de su propia vida, Manglano dice que el hecho de ponerse a escribir fue mucho más paulatino. Aun así, considera que para decidirse a seguir escribiendo contra todos los obstáculos fue muy importante el impulso que le dio el crítico literario Germán Gullón, quien celebró la publicación de Crónicas de humo, su primera novela inspirada en sus años de estudiante de doctorado en París, que construye y, al mismo tiempo, oculta a un personaje muy atractivo: el exitoso pintor Alphonse Masqué.
“Es una ciudad que, de algún modo, te observa o yo tuve esa sensación en aquel tiempo. De hecho, he vuelto hace un año después de mucho tiempo sin ir y la verdad es que apenas llegué del aeropuerto cogí el metro y aparecí en Saint Michel, que era la zona donde yo vivía, y creo que se me puso una sonrisa que durante toda la estancia no se fue”.
Además de haber publicado varios libros de ficción, Gonzalo Manglano lidera un interesantísimo proyecto multidisciplinario que se llama ‘Por qué la literatura’ y consiste en ofrecer distintos abordajes a esa pregunta. Aunque el proyecto está en constante expansión sumando cada vez nuevas voces, ya cuenta con un libro publicado que reúne las intervenciones de personalidades literarias tan destacadas como Ricardo Piglia, Elena Poniatowska, Enrique Vila Matas y el propio Mario Vargas Llosa.
“A Vargas Llosa lo conocía, casualmente, porque cuando yo trabajaba en la Real Academia de la Historia en Madrid y él vivía allí, claro, íbamos a escribir al mismo café por la vieja zona de Madrid, en el Café Central, que luego empezó a dar comidas y se estropeó... Nos tuvimos que exiliar de ese café, pero íbamos a la hora de comer, él seguía y yo tenía que volver a trabajar... Íbamos ahí a escribir juntos y estábamos prácticamente él y yo solos, claro, entonces tú estás sentado al lado de alguien como Vargas Llosa y te dices que no quieres molestarlo, pero algo le tendré que decir y, tras meses de estar escribiendo y saludándonos sin más, decidí que no podía dejarlo escapar y Vargas Llosa es alguien de una amabilidad excepcional”.
Desde ese entonces, asegura Manglano que mantuvo durante bastante tiempo contacto con el famoso escritor peruano, sobre todo a través de quien era su secretaria. Por otro lado, calcula que esos encuentros en aquel bar ocurrieron en el año 2002, cuando ya sonaba como candidato a ganar el Premio Nobel de Literatura que finalmente obtuvo en 2010.
Diferencias horarias entre Orán y Praga
Como director del Instituto Cervantes, a lo largo de una serie de mandatos que suelen oscilar entre un mínimo de tres años y un máximo de cinco, Manglano ya había estado antes en Estambul, una ciudad que lo impresionó por su estratégica ubicación entre Asia y Europa y también en Orán (Argelia), donde asegura que se sintió como en casa, aun cuando tardó un poco en adaptarse a la peculiar medida del tiempo de los argelinos.
“Praga es una ciudad literaria de una belleza impresionante”.
“Por ejemplo, tienes una reunión con una rectora de una universidad y te llaman y te dicen a tal hora y luego Insha’Allah (si Dios quiere) y es verdad que, a veces, parece ser que Alá no quiere que la reunión se dé y pasa una hora… Ellos tienen tiempo y en eso te ganan hasta que te acostumbras a entender que la paciencia es algo fundamental para vivir en el Magreb”.
Casi lo opuesto sucede, por supuesto, con la puntualidad checa, donde la mayoría de la gente suele disculparse y avisar con antelación la posibilidad de llegar tarde a una reunión por apenas dos o tres minutos. República Checa es, en efecto, el tercer destino de Gonzalo Manglano como director del Instituto Cervantes y lo curioso es que solo había estado una vez de visita en Praga hace apenas un año y medio. Por otro lado, recuerda que se trató de un fin de semana de diciembre tan pero tan frío que tampoco había tenido oportunidad de recorrer mucho.
“Y Praga es una ciudad también impresionante, aparte de toda la historia cultural, por supuesto Kafka, por supuesto Rilke, por supuesto Hrabal, que a mí me gusta mucho, es una ciudad literaria y de una belleza también impresionante, increíble, todo está perfecto”.
Además de todos esos autores que menciona, en su libro ‘Arde, Memoria’ hay una clara referencia a ‘La inmortalidad’ de Kundera, otro de sus héroes literarios de quien asegura haber leído casi todo. De todas formas, reconoce que, al conocer Praga, no tuvo la sensación de encontrarse con aquella ciudad inhóspita que se imaginaba al leer libros como ‘La insoportable levedad del ser’. A pesar de que el trabajo en el Instituto Cervantes le demanda mucho tiempo y energía, Gonzalo Manglano no quiere dejar de aprovechar la enorme inspiración que ofrece una ciudad como Praga ni sus hermosos cafés que invitan a despuntar el vicio de la escritura.