Cinco hispanohablantes nos cuentan cómo lograron lo imposible: aprender checo
Imposible no es, de otro modo, no hubiéramos encontrado a cinco latinos y españoles que lo hayan logrado. Sin embargo, aprender checo es una tarea monumental. A continuación, cinco historias para animarse a creer.
La palabra “difícil” no tiene el mismo significado antes y después de estudiar checo. Aprender este idioma es un poco como ese sueño en el que intentamos correr lo más rápido posible para escapar de una amenaza y, sin importar cuánto lo intentemos, pareciera que nuestras piernas se mueven en cámara lenta.
Llevo a cuestas horas de clases grupales, individuales, presenciales, online, estudiar por mi cuenta, leer, escuchar música, ver películas, y forzarme a hablar. Ya van varios años. El resultado es más o menos el mismo: nerozumím.
Antes de tirar la toalla, salí en busca de algunas historias inspiradoras que me ayuden a creer que el objetivo sí es posible. Para aquellos que se encuentren en una situación similar, los invito a conocer las experiencias de estos cinco héroes y heroínas sin capa, nacidos en América Latina o España, que tienen el superpoder de hablar checo.
Pensar en quedarse
Cuando Carmen llegó de España a tierras checas, entendió rápidamente que necesitaría aprender el idioma local. Sus colegas no eran muy amigos del inglés ni del español y, a pesar de que su beca de trabajo duraría solo 6 meses, ella tenía la necesidad de comunicarse. En su caso, hubo claros factores que la ayudaron a avanzar muy rápido con el idioma.
“Creo que hay dos cosas importantes, la primera es verte en la necesidad y, la segunda, llevar la idea de quedarte, porque si te vienes por seis meses o un año, a lo mejor tienes la necesidad de ese tiempo, pero vas a pensar que no te va a dar tiempo para aprenderlo en ese periodo que vas a estar aquí. Entonces creo que tienen que ser esos dos motivos los que te sirvan para motivarte”.
La necesidad, por un lado, y la idea de establecerse en el país a largo plazo, son, efectivamente, dos puntos centrales que han mencionado también el resto de los entrevistados. Para Carmen, que asegura que mirar programas livianos de televisión en checo es un gran ejercicio, aprender el idioma puede darse en un tiempo increíblemente corto, al menos, según su experiencia.
“En dos años y medio, si vas a clase y si le pones interés, creo que alcanzas un nivel que te permite ser independiente”.
Con cerveza, sabe mejor
Carlos, proveniente de Bolivia, coincide en gran parte con Carmen.
Antes de comenzar sus estudios de ingeniería en Brno, superó un curso muy exigente de checo, en la escuela Poděbrady.
“Los cursos eran bastante intensivos. Teníamos checo como 5 horas y luego teníamos física en checo, matemáticas en checo, informática en checo, entonces te preparaban, básicamente, para el primer año. No es suficiente. Debo admitirlo, o sea, cuando termine el curso, tenía un nivel, tal vez, de B2 de checo”.
Una vez terminado el curso, Carlos empezó a cursar todas las materias de la carrera en checo, por lo que no tuvo más opción que hacerse amigo del idioma. Según sus palabras, fue duro, y la teoría y los libros nunca fueron sus métodos de aprendizaje predilectos. Para Carlos, la interacción con los checos fue su mejor maestra.
“Creo que la mejor manera es ir a tomar una cerveza y charlar con ellos. Después de terminar el curso, yo manejaba un checo muy formal, muchas personas me entendían, pero cuando luego ellos me hablaban, los checos, los estudiantes, compañeros de la universidad, no los entendía, porque hablaban un checo más informal. Entonces, compartiendo cervezas, me enseñaban las diferencias entre un checo formal e informal, y luego es mucho más fácil manejarlo”.
Todo por un hijo
Jeannette, a diferencia de Carmen y Carlos, nunca fue a una clase de checo, pero no caben dudas de que hoy lo habla a la perfección.
Chilena, profesora de inglés y español, cuando llegó a Chequia en el año 2000, creyó, como muchos, que con los idiomas que ya manejaba podría desenvolverse sin problemas en el país. Su opinión cambió por completo el día que fue por primera vez al médico con su bebé recién nacida.
“Fui al médico con mi niña, ella era una bebé recién nacida, y fui con mi suegra. Yo me sentí tan mal, porque yo no entendí nada, o sea, yo solo cargaba a la bebé, pero nunca supe qué fue lo que pasó con ella. Yo me dije: ‘No, esto no vuelve a pasar. No va a pasar que yo no sepa qué sucede en la vida de mis hijos. Yo esto lo aprendo sí o sí’”.
A partir de ese día, Jeannette hizo un cambio radical y se propuso aprender el idioma costara lo que costara.
“Le dije a mi esposo: ‘Ya no hablamos más en inglés tú y yo. Tú me comienzas a hablar en checo, y va a ser dificilísimo porque yo no te voy a entender, pero tú vas a tener que repetirme las cosas. Tú me vas a tener que apoyar en esto y aunque yo me enoje, tú no puedes ceder. Tú tienes que continuar hablándome en checo, porque va a llegar un momento en que vamos a pasar esa barrera. Va a costar, pero necesito tu ayuda. La tele en inglés o en castellano, se acabó, o sea, aquí va solo tele en checo’”.
Comenzó a comprarse el diario Mladá Fronta Dnes todos los jueves y también otras publicaciones sobre temas que le interesaban. Pero además de leer, necesitaba conversar. Aprovechando su falta de timidez, se anotó en un club para madres.
“Tuve la genial idea de inscribirme en este club. En todos los barrios de Chequia los hay, son clubs para madres con hijos. Entonces yo dije: ‘Ese club va a ser mi clase intensiva de conversación’. Tres veces a la semana, de 9 a 12. Mira, yo odié ese club por los dos años que fui, porque yo entraba y tenía que buscar conversación. Las señoras checas estaban sentadas con un libro mientras sus hijos jugaban y yo me acercaba. ‘Hola, ¿qué tal? ¿Cómo estás? ¿Qué tienes? ¿Un niño y una niña?’. Y así, tratar de entablar conversación. Y lo hice y yo sabía que eso era por mi bienestar. Entonces yo no quería ir, pero no, tienes que ir, es importante”.
Pero Jeannette no solo se valió de su personalidad extrovertida y deseo de superación. Al igual que la mayoría de los que estudiamos checo, ella también por momentos creyó que la tarea sencillamente no era posible. Fueron otras mujeres, también latinas, las que le demostraron con el ejemplo, que no hacía falta contar con ninguna capacidad especial para aprender. Una de ellas, una ecuatoriana de orígen humilde, le hizo perder el miedo gracias a una potente frase.
“Cuando dejes de pensar en el frío, vas a sentir calor. Cuando dejes de pensar que esto es muy difícil, vas a empezar a poder, porque solo tu pensamiento negativo te está bloqueando. Tenía razón”.
La ley solo habla un idioma
Para Carlos, ingeniero valenciano que ha elegido Brno para vivir, aprender este idioma también fue cuestión de largos años.
Sus inicios en el idioma llegaron de la mano de un curso brindado por la Universidad Masaryk, en sus épocas de estudiante de Erasmus. Terminada la experiencia de intercambio, Carlos decidió quedarse en el país, por lo que hizo un curso intensivo con un amigo. Poco después, su aprendizaje encontraría otros métodos, al conocer a quien sería su esposa.
Gracias a su pareja y a su nueva familia checa, Carlos asegura no haber tenido necesidad de pagar a un profesor. Unos ocho años después de haber comenzado a estudiar, hoy cuenta con un nivel que le permite desenvolverse completamente por su cuenta. Según su experiencia, este punto no debe ser subestimado.
“Por ejemplo, si te para la Policía cuando vas conduciendo, la Policía no suele hablar inglés. Tienes que explicarles y tienes que entender por qué te han parado. Y tienes que explicarles qué es lo que estabas haciendo, por qué has hecho lo que has hecho”.
Radio, libros, diarios, todo viene bien a la hora de aprender. Además, Carlos cuenta hoy con maestras de lujo: sus hijas no dudan en corregirlo y marcarle algún error.
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Gracias a su largo camino de aprendizaje, Carlos puede brindar un valioso consejo con respecto al tema de los casos, lo que es probablemente la razón principal que hace de este idioma uno de los más difíciles para aprender como lengua extranjera.
“Los casos van asociados a una preposición y en el momento que entiendes que para cada preposición tienes que utilizar un caso determinado, te quitas de encima la mitad de los problemas que tienes para entender cómo funciona el idioma”.
Si hay deseo, no hay excusas
Y, hablando de casos, si existe uno que demuestra que querer es poder: la historia de Diana.
Oriunda de México, Diana comenzó a estudiar el idioma a finales de 2016, estando en su país. En un principio, Diana cursó estudios en un instituto que enseñaba lenguas eslavas, pero no checo específicamente. Las opciones no abundaban y, además, los materiales eran menos accesibles para ella, debido a su condición de no vidente.
Sin embargo, supo convertir a amigos, conocidos y pareja en sus maestros.
“Mi pareja fue el que me enseñó los casos, las declinaciones, las del género masculino, femenino y neutro. De ahí me fui apoyando yo para intentar leer textos pequeños, buscar palabras, reconocerlas al principio y ya con el tiempo que ya las sabía, me las iba aprendiendo, las iba usando más. Empecé a darme cuenta en qué caso estaban declinadas, por qué estaban declinadas, y así. No fui ya a ningún instituto, fue todo prácticamente en línea: hablar con gente, escribir, y pues de ahí me fui avanzando, porque, por lo mismo de que soy una persona ciega, no encontré mucho material que tal vez me fuera útil”.
Con ya más de un año habitando en suelo checo, asegura que su capacidad para aprender no es excepcional, y que su caso, al igual que los anteriores, tiene más que ver con un deseo real.
“Yo siento que no se trata de ser bueno o no, porque he intentado aprender portugués, por ejemplo, y no puedo, no puedo pronunciarlo, no hay algo que me motive, entonces yo siento que cualquiera puede hacerlo, si tienes la motivación suficiente. Yo no me considero una genia o algo así, aunque hay gente que tal vez me lo ha llegado a decir, pero, sinceramente, no lo soy. Porque otros idiomas no me han entrado y siento que más que nada es tener la motivación”.
Tras escuchar los cinco testimonios, podemos vislumbrar algunas claves y, sobre todo, algo de inspiración. En primer lugar, y por si hiciera falta, confirmamos que el checo es un idioma dificilísimo. Pero también que es posible dominarlo. Para ello, es necesario tener el deseo –y la necesidad ayuda mucho– de querer aprender. Es importante tener el objetivo de establecerse para vivir en Chequia. Las clases, por lo visto, pueden ser opciones si cuentas con una personalidad muy extrovertida, pero los cursos y, en especial, los intensivos, realmente funcionan y pueden acelerar el proceso de aprendizaje. No hace falta ser un genio para aprender, pero probablemente tampoco sea contraproducente. Animarse a hablar con los checos es requisito indispensable para avanzar y también para beber más cerveza. Profesores y profesoras son más que bienvenidos, en especial cuando son los propios hijos.
Así que ya saben: a no bajar los casos… O sea, ¡a no bajar los brazos!