Procesismo: los pintores checos que borraron las fronteras con el público
En plena época del Covid, a dos pintores de Liberec se les ocurrió hacer una larga transmisión en vivo en la que el público pudiera participar activamente en la realización de un cuadro. Desde entonces, Václav Kovář y Adam Windsor, los creadores del movimiento del procesismo, repiten esa experiencia en varios festivales y eventos de todo el país, incorporando siempre novedosas ideas.
“Como se trataba de un streaming continuo, el público nos seguía día y noche; en el trabajo, desde su escritorio; hasta en el baño”.
Václav Kovář
Adam Windsor y Václav Kovář se definen como un dúo de pintores de rock porque en sus presentaciones sienten una energía similar a la de los grandes recitales. La diferencia, sin embargo, es que estos dos pintores autodidactas de la ciudad de Liberec lograron borrar las fronteras con el público. En las antípodas del pintor que se encierra a trabajar solo en su taller para luego mostrar algunas de sus obras, ellos realizan sus cuadros a partir de las distintas ideas que le van proponiendo sus espectadores, exponiéndose a mostrar el minuto a minuto de cada una de sus pinturas. Lo curioso es que, tal como suele suceder con las buenas ideas, todo empezó con un chiste que recuerda Adam Windsor.
“En un momento, estábamos sentados y Václav tenía una gran tabla pintada, y uno de nosotros dijo que no sería buena idea vender un cuadro tan grande, pero, ¿qué tal si pintábamos un cuadro para luego cortarlo en piezas más pequeñas y venderlas? Nos reímos de esa tontería y, luego, se nos ocurrió hacer una transmisión en vivo y pintar un cuadro de acuerdo a los espectadores”.
Aquel chiste se fue volviendo cada vez más serio y, de a poco, se fueron sumando cientos de interesados. A los espectadores les explicaron, en primer lugar, que más que espectadores serían también creadores ya que el cuadro estaría basado en cada uno de sus deseos, pedidos y opiniones. En ese sentido, no parece casual que titularan a su primera obra Zahrada přání (El jardín de los deseos), una pintura de 2x1,5 metros que, tal como recuerda Václav Kovář, les llevó nada menos que 75 horas de trabajo y cuya reproducción dividieron en 300 piezas como punto culminante de la transmisión por YouTube.
“Como se trataba de un streaming continuo, no sabíamos cuánto tiempo podía llevarnos pintar el cuadro. Simplemente comenzamos y el público nos seguía día y noche; en el trabajo, desde su escritorio; hasta en el baño... Nos tenían todo el tiempo a disposición y realmente se involucraron creando un gran juego muy divertido para todos”.
El experimento de inspiración colectiva resultó tan interesante que decidieron no reducir esa experiencia a un hecho aislado. Por el contrario, quisieron redoblar la apuesta creando el movimiento del procesismo (procesismus) que consiste, básicamente, en romper la idea de la creación individual. Ellos explican, entre risas, que eligieron ese nombre porque el de ‘brainstorming’ les parecía horrible. Lo interesante es que, si bien la esencia de sus cuadros es la participación colectiva, afirman que no siguen una dinámica fija y cada experiencia es completamente distinta, dice Václav.
“Hemos ido cambiando gradualmente la forma de crear las imágenes. No hemos inventado una dinámica que ahora apliquemos todo el tiempo, sino que solo nos encargamos de cultivar todo ese proceso sociológico-creativo. De hecho, algunos de esos primeros cuadros se hicieron de tal manera que la gente podía pedir muchas cosas, y nosotros decíamos: ‘hmmm, ¿por qué no?’ Y, de alguna manera, fuimos poniendo todo eso en las obras”.
Lo cierto es que este novedoso movimiento está generando muchísimo interés. No solo entre los espectadores, sino también en distintos festivales, instituciones y sitios de varias ciudades de Chequia que, con frecuencia, los invitan a realizar sus presentaciones. Hace unas semanas, por ejemplo, realizaron una exposición, conferencias y varias presentaciones en un lugar emblemático de Praga: el Instituto Scout en plena Plaza de la Ciudad Vieja, cuenta Adam.
“Mientras que, al principio, en el streaming, la gente podía decir lo que quisiera, luego intentamos organizarnos más para buscar la mejor solución posible... Pero estuvimos, por ejemplo, en un festival de arte callejero con una multitud de gente y decidimos usar papelitos para que el público pudiera escribir sus deseos tanto en checo como en inglés”.
Entre los muchos cuadros que el movimiento procesista tiene en su haber, uno de los más conocidos y celebrados se llama Vida nocturna. Cuentan que cuando surgió ese tema, comenzaron a hacerse preguntas tales como: ¿en qué consiste la noche? y ¿cómo pintarla? Así fueron surgiendo, gracias a los espectadores, distintas propuestas: representar un bar, una calle, el murmullo de la noche, un verdadero brainstorming. Hasta que, en un momento, surgió una idea que, en cierto modo, modificó todo el proceso.
“Llegamos a la conclusión de que la vida nocturna es, para nosotros, mucho más estar solos, es decir, esa atmósfera íntima que aparece cuando la ciudad está durmiendo y eso se tradujo en la pintura. Así que empezamos: ¿Y si el personaje principal es un hombre en su propia habitación? Y que haya un interior y un exterior, luego decidimos que esa persona fuera un escritor y entonces empezaron a poner sus libros allí, y todo cobró vida. Es decir que las ideas nos trascienden. Obviamente, aportamos lo nuestro, pero estamos muy abiertos a cualquier propuesta del público”.
“A veces me siento como un mediador que descubre un cuadro preexistente que solo desempolvamos con estos pinceles y, entonces, aparece”.
Adam Windsor
En lo que respecta, concretamente, a su participación en Praga, los integrantes del procesismo coinciden en que les generaba muchísima expectativa. No solo porque siempre es atractivo formar parte de eventos culturales en la capital, sino también porque ya habían asistido al Instituto Scout para reunirse con amigos. Con un alto grado de complicidad por parte del público realizaron, en este caso, un cuadro en el que dos personas juegan al ajedrez.
“Al pintar vamos percibiendo algo, tenemos cierta percepción de lo que estamos pintando, pero, luego, cuando lo terminamos y la gente lo mira, descubrimos que hay mucho más en el cuadro de lo que pensábamos. Como si, de alguna forma misteriosa, nos llegaran cosas que nos trascienden. A veces, en lo personal, me siento como un mediador que descubre un cuadro preexistente que solo desempolvamos con estos pinceles y, entonces, aparece”.
Dentro de las continuas innovaciones que van incoporando a sus presentaciones, los integrantes del procesismo están planeando trabajar también con un tema muy en boga: la inteligencia artificial. De hecho, adelantan que, en un par de meses, tienen pensado colaborar con un colega que trabaja en animación para sumar los aportes de Midjourney, un programa que crea imágenes a partir de textos.
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