Fredy Hirsch, el desconocido protector de los niños de Terezín y Auschwitz
Con motivo del 79 aniversario del mayor asesinato de ciudadanos checoslovacos de la Segunda Guerra Mundial, recordamos la historia de Fredy Hirsch, gran deportista y sionista que dedicó sus últimos años al cuidado de los niños presos en los campos de concentración nazis.
Desde 2018, el 9 de marzo está marcado en el calendario checo como el Día de Conmemoración de las Víctimas de la Liquidación del Campo Familiar de Terezín en Auschwitz. Entre el 8 y el 9 de marzo de 1944, se efectuó el mayor asesinato masivo de ciudadanos checoslovacos durante la Segunda Guerra Mundial, en el que encontraron muerte casi 3800 judíos. De acuerdo con la jefa del Departamento de Educación y Cultura del Museo Judío de Praga, Zuzana Pavlovská, la fecha fue elegida por los nazis a propósito, ya que el 7 de marzo se recordaba el cumpleaños del primer presidente checoslovaco, Tomáš Garrigue Masaryk. ¿Y por qué el campo de exterminio de Auschwitz contaba con una sección reservada a los presos de Terezín?
“El campo familiar de Terezín, en Auschwitz, tenía que existir solo seis meses, lo cual se confirmó posteriormente. Las personas tenían que permanecer ahí por si la comisión de la Cruz Roja decidiera visitar Auschwitz. Pero antes visitó Terezín, pero debido al informe que decía que todo estaba bien ahí, ya no continuaron a Auschwitz y el campo familiar fue liquidado al cabo de seis meses”.
Los presos fueron designados con la palabra alemana “Sonderbehandlung”, es decir, tratamiento especial. Al llegar a Auschwitz, no tuvieron que pasar por la selección en la que se decidía quién podía seguir viviendo y quién iba directamente a la cámara de gas, tampoco les raparon el pelo. Todo ello servía como farsa para la eventual visita de la Cruz Roja.
Uno de los prisioneros fue Alfred, más conocido como Fredy, Fredy Hirsch, que dejó su huella en la historia como el gran protector de los niños, tanto de Terezín como de Auschwitz. Fredy nació en 1916 en Aquisgrán, en Alemania. Su familia decidió emigrar a Bolivia, pero él, gran sionista, quería permanecer en Alemania y convertir en realidad su sueño de mudarse a Palestina. Después de la proclamación de las racistas Leyes de Núremberg, viajó a Praga, donde se hizo entrenador en la antigua organización deportiva para judíos Hagibor. Al huir de Alemania, sin embargo, no consiguió escapar del poder de los nazis, que en marzo de 1939 se hicieron con el territorio de Bohemia y Moravia.
“Lo incluyeron en uno de los primeros transportes, llamado “Aufbaukommando II”, del 4 de diciembre de 1941. Llegó a Terezín junto a otros 22 hombres que tenían que preparar el campo para la llegada de los niños. Ahí empezó a cuidar de los niños. Intentaba conseguirles unas condiciones mejores. Lo más importante es que él cuidaba de su disciplina, su higiene. Los niños tenían que lavarse, hacer ejercicio y estar al aire fresco cada día. Los que sobrevivieron y recuerdan a Fredy, dicen que nunca abandonó estos principios”.
En 1943, llegaron a Terezín unos 1200 niños del liquidado gueto de Bialystok en Polonia. Subraya Pavlovská que estos niños fueron los primeros en pronunciar la palabra “gas” en Terezín, ya que los demás habitantes no sabían lo que acontecía más allá en el este. También por eso los niños de Bialystok fueron aislados y los presos de Terezín tenían prohibido comunicarse con ellos. Fredy no obedeció y su castigo fue el transporte a Auschwitz.
“Fredy era una oasis para los niños. Su lengua materna era el alemán, los supervivientes recuerdan que siempre tenía los zapatos brillantes, siempre iba bien arreglado. Desprendía respeto hasta tal punto que lo respetaban las SS y él lo aprovechaba para beneficiar a los niños. Gracias a él, en Auschwitz los niños tenían mesitas y sillas y pintaron un muro con los personajes de Blancanieves. Incluso hicieron una representación de Blancanieves para las SS que visitó hasta Mengele. Algunos recuerdan que él fue el que más aplaudía, quería que los niños se sentaran en sus rodillas”.
La muerte de Fredy Hirsch es una gran incógnita para los historiadores hasta el día de hoy. Él supo de antemano lo que iba a pasar con el campo familiar y que todas las personas, incluido él, terminarían en las cámaras de gas. Supuestamente también estuvo en contacto con Rudolf Vrba, uno de los pocos que, posteriormente, consiguieron escapar del campo de Auschwitz. Tras recibir la noticia de la liquidación del campo familiar, Vrba y otros intentaron convencer a Fredy para organizar y encabezar un levantamiento. “Mejor morir luchando que en la cámara”, le decían. Fredy, consciente del riesgo, se fue a meditar su decisión. No se sabe muy bien qué fue lo que pasó después.
“Puede que tomara una sobredosis de tranquilizantes y, cuando lo encontraron, ya no hubiera forma de ayudarlo. Otros dicen que se suicidó. Pero muchos supervivientes lo rechazan porque dicen que Fredy Hirsch nunca les hubiera traicionado, que hubiera ido con ellos. Por otra parte, nadie sabe cómo pudo conseguir tantos tranquilizantes. Lo que sí sabemos es que cuando se produce el asesinato de casi 4000 personas del campo familiar de Terezín en las cámaras de gas, posteriormente, el cuerpo de Fredy Hirsch fue quemado con los demás”.
Explica Pavlovská que la comunidad judía checa conmemora la liquidación del campo familiar de Terezín, prácticamente, desde siempre. En el Museo Judío de Praga hasta se conservaron fotos de un homenaje a los muertos, celebrado poco después de la inauguración del Memorial a las Víctimas Judías del Holocausto en la Sinagoga de Pinkas en Praga en 1960. Durante la llamada ‘normalización’ de los años 70 y 80, no fue posible seguir con esta actividad debido al régimen comunista en Checoslovaquia, pero después de la Revolución de Terciopelo de 1989, se recuperó. Y el homenaje se celebra en la Sinagoga de Pinkas cada 8 de marzo hasta la actualidad. No obstante, debido al Día Internacional de la Mujer, el calendario checo recuerda la liquidación del campo familiar de Terezín en Auschwitz el día posterior, es decir, el 9 de marzo cuando concluyó la matanza.
“Creo que el homenaje a las víctimas del 8 y 9 de marzo es más importante que el 27 de enero, el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, porque es algo que unía a los que perdieron ahí a sus seres queridos. Era su momento para encontrarse, algo relacionado con sus propios destinos”.
Es costumbre que en cada homenaje pronuncia un discurso uno de los supervivientes del holocausto, que cada vez son menos. Sin embargo, la palabra la toman más y más miembros de la segunda, tercera y ya casi cuarta generación de los supervivientes que no dejarán desaparecer el legado de los muertos del holocausto, entre ellos, Fredy Hirsch.