Shkid, la película checo-española que homenajeará a los niños de Terezín
El director Fernando Cortizo espera estrenar este año tanto una película de animación como un documental sobre el campo de concentración nazi de Terezín. Shkid es, en particular, la historia del día a día de los niños y adolescentes del gueto, pero, sobre todo, de su admirable actitud y de la rica actividad artística e intelectual que llevaron a cabo.
La idea de hacer la película Shkid surgió hace varios años, cuando el hijo del director español Fernando Cortizo participó en el coro de la ópera Brundibár, de Hans Krása, famosa precisamente por haber sido estrenada en 1942 en el campo de concentración de Terezín y representada en el gueto decenas de veces. La actividad cultural y festiva daba sensación de normalidad a aquellos niños y adultos recluidos que, en su gran mayoría, terminarían asesinados en Auschwitz poco después.
En España, cuando la conoce Fernando Cortizo 70 años después, la obra fue presentada incluso en el Teatro Real de Madrid con la asistencia de una de las niñas supervivientes del coro original, Dagmar Lieblová.
El cineasta, fascinado por una historia de la que hasta aquel momento no conocía nada, pudo entrevistar a Lieblová y en su cabeza empezó a gestarse un documental. Pero, a medida que investigaba, veía que lo que iba a contar necesitaría, además, de otro formato, como contó para Radio Praga Internacional.
“Hicimos varios viajes. Fui a Israel, a Terezín, a Praga, a Auschwitz… Y tras conocer más datos y documentos, me di cuenta que un documental por sí solo no podría narrar todo lo que se sufrió. Entonces decidí realizar una película animada. Mi intención es ver la visión de esos niños sobre la guerra y pensé que la mejor forma de comunicar a aquella generación con los niños de hoy era mediante esta película animada, con la que se pueden poner en la piel de aquellos niños”.
Para contar la historia el director ha elegido un estilo de ilustración bien conocido por todos que, curiosamente, data justo de aquella terrible época, explica Cortizo.
“El estilo que va a tener es el clásico de Disney, de la época de 101 Dálmatas. Es una época temporalmente similar a los hechos de Terezín y, además, una cosa que me resultó muy llamativa es que mientras estos niños estaban en el campo de concentración, esos años se estrenaban Blancanieves, Pinocho… Y me resultó muy chocante pensar en esos dos mundos separados. Por un lado, el mundo Disney y la niñez feliz, y por otro los campos de exterminio. Bueno, en este caso no era de exterminio, aunque terminaron muertos la mayoría. Por tanto, la técnica que decidí para esta película es una técnica clásica Disney, esos dibujos de la época, porque pensé que reflejaba mejor el estilo de los años 40, los años 42 y 43, en concreto”.
Terezín, situado a 60 kilómetros al norte de Praga, fue distinto al resto de campos nazis. Se permitían actividades cotidianas, e incluso culturales y educativas, pero, en cualquier caso, aunque las condiciones del resto de campos nazis fueran mucho peores, no convertían, ni mucho menos, a Terezín en un buen lugar. Sin embargo, los nazis lo emplearon con fines propagandísticos. Realizaron la película El führer regala a los judíos una ciudad, en la que se presentaba Terezín como un sitio de recreo ideal. Consiguieron también engañar a la Cruz Roja cuando en verano de 1944 sus representantes visitaron el lugar, llevándose la impresión de que los nazis trataban con humanidad a los judíos.
Lo cierto es que se calcula que de las 155 000 personas que pasaron por el campo, solo sobrevivieron 23 000. La mayor parte fueron asesinados tras ser deportados a Auschwitz u otros campos de exterminio, pero unas 33 500 personas ya murieron en el mismo Terezín debido a las malas condiciones higiénicas y la desnutrición.
“Siento Terezín como mi segunda casa. Aquí fue la última vez que vi a mi madre”
En su investigación, Fernando Cortizo descubrió la revista literaria clandestina Vedem, que escribían adolescentes recluidos en Terezín. Entre los poemas y reflexiones de las 800 páginas que se han conservado, el director recopiló ideas y situaciones que se suceden en el largometraje. Porque, aunque los personajes sean ficticios, todo lo que ocurre en la película es estrictamente real, destaca Cortizo.
“Aunque es una película ficcionada contada desde el punto de vista de un personaje que no existió, que es un niño que me inventé yo pero que junta historias de diferentes niños que sí existieron, lo que quise fue que tanto los hechos históricos como las localizaciones fueran fieles a la realidad. Para eso me documenté mucho tanto en colaboración con diferentes entidades checas, para tener documentación sobre arquitectura, los diseños de las calles, como era la situación de ellos pero también de los momentos históricos. Fue una labor difícil resumir cinco años para 90 minutos, pero traté de que lo que pasa en la película fuese algo cronológicamente real y las situaciones que los niños viven fueran situaciones reales. Tuve que dejarme muchas cosas pero intenté resumir los momentos más importantes. He tratado de ser muy fiel y muy respetuoso con la historia real”.
Justo en la época en la que desaparecen a edades muy avanzadas los últimos supervivientes de los horrores del nazismo, Fernando Cortizo pudo incluso conocer el gueto de Terezín con otra de las niñas que tuvieron que crecer en él. Doris Grozdanovičová también ayudó a que Shkid sea un fiel reflejo de la vida en el gueto, dice el director.
“Doris me acompañó por el campo de Terezín durante una jornada, con ella estuve 8 o 9 horas y me fue enseñando todas las partes del lugar. Fue muy bueno porque me hizo una localización real de cómo era su vida diaria y fue algo muy bonito”.
Un día inolvidable del que Cortizo rescata un momento de especial dureza.
“Me impresionó mucho, pero lo que más me impresionó de todo fue una cosa. Casi al acabar, me dice: ‘La mayoría de la gente que estuvimos en el campo no quiso regresar más. Yo sigo viniendo porque lo siento como mi segunda casa. Aquí fue la última vez que vi a mi madre’. Para ella, el campo quedó como un recuerdo de su segunda casa, fue la última vez que tuvo convivencia con la familia. Luego su madre murió, a su padre se lo llevaron… En vez de quedar con un sentimiento desagradable o triste, lo sentía como un lugar familiar. Me resultó muy fuerte, me hizo reflexionar mucho en cómo para los niños, a pesar de las dificultades con las que vivían, el hecho de estar con su familia les hacía recordar ese sitio por las cosas buenas y no por las malas”.
El nombre de la película, Shkid, es un homenaje a los niños y adolescentes de Terezín. Su actitud ante el horror y su admirable actividad en aquellas condiciones durante años, hacen del largometraje un testimonio absolutamente necesario. Dentro de la barbarie de la Segunda Guerra Mundial, en aquellos jóvenes brilló precisamente lo mejor del ser humano.
“Los niños que vivían en una de las casas crearon una ‘república' propia. Intentaron tener unas normas propias de solidaridad, de resistencia, de mantenimiento de la cultura… Y crearon la Republica de Shkid, con su bandera y todo, y eran los que escribían la revista Vedem. El homenaje que les quise dar en esta película es como unos niños son capaces de autogestionar su situación y, a pesar de las dificultades. Cuando mucha gente tiende al egoísmo y a salvarse ellos mismos, esos niños decidieron crear una república con valores de solidaridad, compartir, escribir, dibujar, etc. Todos eran valores fundamentales. Quise llamar la película con ese título porque pensé que era enigmático y que resumía bien lo que fue la experiencia de esos niños”.
Aunque la película Shkid nace en España, la producción será prácticamente checa en su totalidad gracias al acuerdo con la productora Artcam Films. Fernando Cortizo por un lado se alegra de que haya una participación tan importante checa en una película así de ligada ya de por sí al país y, por otro, sabe que, en términos de animación, está en buenas manos.
“Los checos en la animación son un referente desde los años 20. Yo soy muy fan, es un país que me gustó siempre pero, últimamente, como he viajado tanto a Praga, lo siento como un segundo país casi, me he acercado mucho a su cultura y he leído tanto que la verdad es que me siento muy cercano”.
Fernando Cortizo espera tener listo muy pronto el documental Vedem, que podría ser presentado tanto en la República Checa como en España esta misma primavera. Mientras, sigue avanzando también la propia película de animación, Shkid, con la que espera hacer justicia a aquellos niños de Terezín.