El Ministerio de Defensa checo ofrece búnkeres a la venta a particulares
El Ministerio de Defensa checo ofrece desde hace años la posibilidad de adquirir un búnker en propiedad dentro de un amplio catálogo disponible. Los precios de estas construcciones de gran valor histórico oscilan entre los mil y varias decenas de miles de euros.
Los apasionados de la historia o simplemente todo aquel que quiera apostar por realizar una inversión algo particular puede encontrar una buena opción adquiriendo uno de los búnkeres que el Ministerio de Defensa checo pone a la venta cada año.
El ejército checo inició esta tendencia cuando a principios de 2000 decidió irse librando de múltiples fortificaciones históricas, transfiriéndolas a comarcas o municipios. Ofrecerlas a particulares surgió como una alternativa más y ha terminado por dar grandes resultados. "Tenemos 4993 pequeños búnkeres de antes de la guerra en nuestro registro", dijo Piotr Sikora, del servicio de prensa del Ministerio de Defensa checo, además de confirmar que las ventas de estas construcciones aumentan año tras año. Explicó que estas fortificaciones carecen de valor o importancia militar para el ejército por lo que planea deshacerse de prácticamente todas, conservando solo las más grandes como una que alberga una estación sísmica capaz de monitorear explosiones nucleares. Sikora también afirmó que cada año varias decenas de búnkers se liquidan en términos de propiedad y que hasta el momento han transferido o vendido 1767 fortificaciones ligeras y 112 fortificaciones pesadas.
El ejército renueva el catálogo de estas construcciones año tras año, por lo que la oferta y las características y condiciones económicas varían enormemente. La construcción más común es el denominado “řopík”, una pequeña fortificación ligera, mientras que las fortificaciones pesadas y de mayor tamaño no abundan tanto. Existen búnkers con precios que van desde los mil euros hasta otros de un valor diez o veinte veces superior. La ubicación es otro factor muy a tener en cuenta, ya que, por ejemplo, las fortificaciones concentradas cerca de las regiones vinícolas del sur de Moravia llegan a alcanzar precios récord.
El mercado para este tipo de construcciones parece no parar de crecer y muchas, incluso, ya han sido restauradas y establecidas como espacios turísticos o museos. Martin Rabon, presidente de la comunidad de voluntarios de la Asociación de Amigos de la Fortificación Checoslovaca, es propietario de una fortificación que recibió más de 20 000 visitantes en julio y agosto. Aunque afirma no estar en contra de la compraventa de estas fortificaciones sí recalca su preocupación porque los compradores no valoren los búnkeres por su significado histórico y añadió que "el futuro de estos monumentos únicos debe estar asegurado. Después de todo, son testigos del entusiasmo patriótico de los checos por la defensa de la república a fines de la década de 1930".
La dimensión y el trasfondo histórico de esta línea de fortificaciones es tal que a través de ella uno puede sumergirse y recorrer la historia y los días en que una aguerrida Checoslovaquia se negaba a desaparecer fruto de la invasión. Estas construcciones tienen su origen a finales de la década de los treinta, cuando una Europa en pleno período de entreguerras contemplaba temerosa el auge del nazismo y acogía el aumento de las tensiones que harían explotar la guerra. La entonces Checoslovaquia, en guardia ante una posible acción alemana y la pretensión de esta de desarrollar una política exterior cada vez más agresiva, comenzó a construir una red masiva de fortificaciones a lo largo de la frontera con el Reich.
La construcción de la gran barrera defensiva, inspirada en la célebre Línea Maginot francesa, estaba ya muy avanzada para finales de septiembre de 1938, cuando la crisis de los Sudetes amenazaba con explotar en cualquier momento. Tanto es así que el gobierno checoslovaco ya había movilizado a más de un millón de hombres. Hitler dio un ultimátum el 26 de septiembre y apenas cuatro días después lograba imponer su postura en los acuerdos de Múnich donde Mussolini, Chamberlain y Daladier, por parte de Italia, Reino Unido y Francia respectivamente, cedieron y acordaron entregar a Hitler la parte del territorio checo que reclamaba. Checoslovaquia no solo no fue invitada a la cumbre donde se firmaron los acuerdos, algo que indignó profundamente al país, sino que hubo de ceder gran parte de su territorio fronterizo al Reich sin ni siquiera luchar.
Buena parte de los búnkeres cayeron en manos alemanas, algo que facilitó enormemente la posterior invasión definitiva del resto de Checoslovaquia en marzo del año siguiente.
No fue hasta muchos años después cuando las construcciones volvieron definitivamente a las manos de Chequia, su legítimo dueño. En la actualidad, la línea defensiva que el país levantó en su momento es testigo silencioso del coraje de un pueblo checo que no estaba dispuesto a ver su patria caer sin luchar pero que, por desgracia, no llegó a tener ni la oportunidad de defenderla.