El milagroso año de 1989

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Con este espacio, "Del Totalitarismo a la Democracia", Radio Praga trata de ofrecer un vistazo sobre lo que ha representado el proceso de transición en la República Checa. Este espacio está dedicado a todas las personas interesadas en conocer detalles sobre la transformación checa desde la dictadura comunista hasta la democracia, por lo que creemos que encontraremos muchos radioescuchas en Cuba, donde importantes sectores de la población se preparan también para un proceso de cambio pacífico en la Isla.

La soviética perestroika -estrechamente vinculada al nombre de Mijail Gorbachov, y que supuso el intento de reforma de un sistema burocrático corrupto y entumecido - no se había propuesto ser el motor de una transformación como la que luego resultó; sin embargo, puso las condiciones para hacerla posible: entreabrió el telón de hierro que cercaba al imperio soviético, tanto el interior como el exterior, haciendo posible que los pueblos y los Estados se liberasen de las estrictas medidas de vasallaje que los atenazaban.

En los primeros años de la perestroika, esta estaba verificándose dentro de los límites de los partidos comunistas, que hasta cierto punto y en uno u otro grado en cada caso, se identificaban con los nuevos vientos que soplaban desde Moscú, tanto en los Estados nacionales de la URSS como en Hungría, Polonia, Checoslovaquia y Bulgaria. Rumania y Alemania Oriental adoptaron una postura de reserva con relación a la perestroika.

A partir de los años 1987-1988, sin embargo, los acontecimientos hicieron posible la aparición de elementos que arrojaban una nueva luz (o así lo pretendían) y acabaron saliéndose de su cauce. Problemas que habían sido tabú durante mucho tiempo en el campo de la política, la economía y los nacionalismos emergieron a la superficie y una serie de eventos revolucionarios influyeron y aceleraron los procesos políticos.

Una de las causas fundamentales del movimiento centrífugo la constituyeron las reformas del Gobierno soviético, resumidas en la libertad que suponía la palabra glasnost: los intentos de democratizar el Partido Comunista de la Unión Soviética de manera radical, de sustituir una administración de la economía de carácter burocrático por una nueva administración gerente y de establecer nuevos vínculos entre Oriente y Occidente (nuevo pensamiento).

Estas reformas buscaban la manera de conjugar principios que apelaban a la democracia, la pluralidad y el liberalismo con la realidad de un Estado dominado por el Partido Comunista y fundamentado en la ideología marxista-leninista. Estas tendencias liberalizadoras y democratizantes, sin embargo, no llevaron del todo a los resultados deseados: al revés, acrecentaron la crisis de la sociedad, de la economía y de los nacionalismos. Gorbachov y su gente empezaron a perder popularidad.

En la cúpula del Partido las opiniones se polarizaron agudamente. Las reformas motivaron desajustes estructurales. El bloque soviético estaba rebosante de fuerzas centrífugas y el Gobierno, en un callejón sin salida, proclamó la libertad de los pueblos subordinados, resignándose al papel de un severo vigilante. En el año 1989 se desintegró el imperio exterior, que agrupaba estados de Europa Central y Oriental.

La nueva "primavera de los pueblos" comenzó en Polonia. La organización independiente Solidaridad, que gozaba de un fuerte influjo y era aceptada por el poder estatal como socio político, y cuya participación en el poder debería, al menos en cierto modo, haberla desacreditado, instituyó ya en diciembre de 1988 un Comité Ciudadano compuesto por 119 representantes de las fuerzas de oposición.

El Comité fue dividido en quince grupos con un presidente al frente de cada uno, responsable de la perfecta actitud de Solidaridad a lo largo de los exigentes encuentros y mesas redondas, que debían tratar temas fundamentales sobre la política, la sociedad y la economía. La mayoría de las peticiones que querían poner sobre el tapete remitían a las peticiones originarias de los años 1980-1981 (supresión de la censura, libertad de prensa, acceso de la oposición a los medios, eliminación de los monopolios de la nomenclatura y organizativos, libertad de asociación, derecho independiente territorial, reforma económica, etc.).

Solidaridad se proponía causar el efecto, en la "mesa redonda", de un grupo fuerte que empujaba al régimen a flexibilizar sus medidas y a una próxima convocatoria de elecciones libres. La "mesa redonda" comenzó el 6 de febrero de 1989. La discusión, que se desarrolló principalmente en tres campos -política social y económica, reformas políticas y pluralismo económico -, terminó el 5 de abril con un acuerdo sobre la progresiva liberalización y democratización del régimen.

En aras de una futura verificación de elecciones libres, Solidaridad llegó a avenirse con el modelo de elecciones anticipadas a la cámara baja del Parlamento polaco -Seim-, un 35 por ciento de escaños como máximo; las elecciones a la otra cámara -Senado- deberían llevarse a cabo posteriormente, sin limitaciones. Solidaridad tomó la decisión de más tarde abandonar cualquier pretensión de poder, a causa de "una crisis económica cada vez más profunda, por la presencia de un sistema de fuerzas de seguridad y militares, así como por el clima de indecisión e inestabilidad que se respiraba desde Moscú".

Suponía que en el periodo de transición actuaría desde la oposición, promoviendo cambios legislativos y controlando la actuación del Partido de los Trabajadores de Polonia en su ejercicio del poder. El resultado de las elecciones que tuvieron lugar entre el 4 y el 18 de junio fue sencillamente indiscutible y demoledor para el Partido en el poder. Solidaridad, con Lech Walesa al frente, ocupó prácticamente todos los escaños a los que afectaban las elecciones: en el Seim, 260 de un total de 560 -de 260 posibles - y en el Senado, 99 de 100.

Esta victoria sin paliativos hizo que Solidaridad cambiara de estrategia; advirtió de que para el partido vencedor quedaba reservada la función de Primer Ministro de la República y de que la oposición no reclamara dicho puesto. El 19 de agosto, el presidente de Polonia, Wojciech Jaruzelski, invistió como nuevo Primer Ministro al activista católico Tadeuz Mazowiecki. El nuevo Gobierno, en el que de veinticuatro puestos Solidaridad dominaba la mitad, comenzó a trabajar el 12 de septiembre de 1989.

También en Hungría los acontecimientos se sucedieron a la velocidad del rayo. Los impulsos decisivos se originaron en el seno del propio Partido Socialista de los Trabajadores, al frente del poder en el país; el Partido tuvo que reconocer, bajo la presión social, el pluralismo político, abandonando su propio monopolio en el contexto del poder. Ya en enero, el Parlamento dominado por los comunistas aprobó una Ley sobre el derecho de reunión y de asociación, la cual legitimaba la formación de partidos políticos. Los que así llegaron efectivamente a formarse organizaron, el 22 de marzo, una "mesa redonda de la oposición", que tendría como misión principal agrupar y preparar a los elementos opositores para la negociación con el Partido en el poder y lograr el tránsito hacia el sistema democrático.

Tras una serie de vicisitudes, el 13 de junio comenzaron las negociaciones políticas en una así llamada "mesa tripartita", en la cual tomaron parte el Partido Socialista de los Trabajadores de Hungría, los partidos de la mesa redonda de la oposición y el llamado tercer partido político, creado por organizaciones sociales de carácter oficial. Los comunistas en el poder sufrieron una considerable derrota el 16 de junio, fecha en que se verificó el enterramiento de las reliquias del primer ministro del Gobierno Húngaro Imre Nagy, así como de sus camaradas, que habían sido ejecutados por su apoyo al levantamiento antisoviético del año 1956.

El entierro acabó convirtiéndose en una especie de luto nacional, llevándose a cabo una serie de actos en favor de la libertad y la democracia. El congreso extraordinario del Partido Socialista de los Trabajadores de Hungría (celebrado del 6 al 10 de octubre) decretó una serie de medidas que supondrían la transición hacia un sistema liberalista: el Partido mismo fue disuelto y se creó el nuevo Partido Socialista Húngaro para sucederle y se abolió el monopolio político del país al proclamar el pluralismo de partidos en un sistema de democracia parlamentaria, de propiedad mixta, de economía social de mercado y de derecho civil propio.

Entre los días 17 y 20 de octubre se aprobaron la Asamblea Nacional Constitucional y otros suplementos legales acordados en la "mesa tripartita", que versaban acerca de la actividad y financiación de los partidos políticos, la supresión del Consejo Penitenciario, las elecciones de los diputados y del presidente de la República y las enmiendas de las condenas relacionadas con el levantamiento del año 1956. Se eliminó, en la denominación oficial del Estado, la palabra "popular" y se proclamó la República de Hungría como Estado independiente y de derecho.

Entre marzo y abril de 1990 se llevaron a cabo elecciones parlamentarias libres, en las cuales quedó como vencedor de forma palmaria el derechista Fórum Húngaro Democrático, con un 43% de los sufragios; el Partido Socialista Húngaro, con un 8,5%, no desapareció.

El desarrollo en la República Democrática de Alemania no tuvo un carácter de compromiso; aquí, el régimen comunista - conducido por políticos no estalinistas con Erich Honecker a la cabeza - no promovió ningún cambio y apostó por el mantenimiento de dos Estados alemanes con políticas diferentes. La insatisfacción de los alemanes orientales con el régimen policial, así como con el bajo nivel de vida -el cual, sobre todo en relación con los vecinos de la Alemania Occidental, quedaba muy atrás -, les llevaba a un sentimiento de desolación. Como única salida, a mucha gente sólo le quedaba la huida a la República Federal Alemana.

En mayo de 1989, las alambradas entre la frontera húngara y austriaca fueron arrancadas, lo que permitió a muchos alemanes del este huir hacia la zona occidental. El paso de la frontera dejó de ser tan arriesgado como solía, lo cual alentaba cada vez más a un mayor número de insatisfechos; la cifra de refugiados creció, llegando a alcanzar las dimensiones propias de un éxodo. En septiembre se instituyó la formación opositora Nuevo Fórum, desafiando al poder estatal a un "diálogo democrático acerca de las tareas del Estado de Derecho, y acerca de temas económicos y culturales".

En otoño, la situación se escapaba de las manos de la élite mandataria y los acontecimientos por venir se verían influidos por las multitudes que inundaban las calles y plazas. A comienzos de octubre, se manifestaron en Leipzig 10.000 personas, y tres semanas más tarde, 300.000. La policía no se atrevía a intervenir. Las manifestaciones se sucedieron en otras ciudades, en las que la gente reclamaba elecciones libres y libertades civiles.

El 9 de noviembre se hizo necesaria la apertura de los pasos fronterizos entre la Alemania Oriental y la Occidental y cayó el "muro de Berlín", símbolo de la Alemania y la Europa divididas. Las exigencias originales de liberalización y democratización de la República Democrática de Alemania se convirtieron en un unánime deseo de todos los habitantes por la reunificación de los dos Estados alemanes. En marzo de 1990 tuvieron lugar elecciones en la RDA, en las cuales triunfó decisivamente la Unión Demócrata Cristiana (CDU) del canciller de la Alemania Occidental Helmut Kohl: su programa electoral se basaba en la reunificación de la RDA y la RFA.

Los candidatos del Nuevo Fórum no tuvieron éxito en las elecciones. A partir del primero de julio, entró en vigor la unión monetaria, económica y social de ambos Estados y el 23 de agosto el parlamento de la Alemania Occidental decidió, por una gran mayoría de votos, la incorporación de la RDA a la República Federal Alemana. La República Democrática de Alemania desapareció el 3 de octubre, después de casi cuarenta y un años de existencia.

El resto de los Estados del imperio externo de la Unión Soviética tampoco pudo sustraerse a los cambios. En noviembre, el "golpe de estado de palacio" en Bulgaria o la "revolución sangrienta" en Rumania en diciembre de 1989, pusieron de manifiesto las dos posibilidades extremas: bien que todo se desarrollara esencialmente dentro de los límites del Partido en el poder, o bien que se luchara en la calle por alcanzarlos. Checoslovaquia no se entregó a ninguno de estos extremos.

En la primera fase, la "Revolución de Terciopelo" recordaba más bien al modelo alemán -multitudes en la calle que pedían el final de la hegemonía comunista y elecciones libres -, pero finalmente se volvió más similar a los ejemplos húngaro y polaco, que representaban el compromiso histórico, tal y como se acordó en las "mesas redondas", entre la oposición y los poderes estatales.