Los héroes checoslovacos de Dunkerque
Una unidad checoslovaca que desembarcó en Normandía con los aliados, asedió hasta el final de la Segunda Guerra Mundial a una guarnición nazi que se negaba a rendirse en el norte de Francia. El historiador Jiří Plachý, autor del libro ‘Cruces y Estrellas de Dunkerque’, cuenta a Radio Praga ese capítulo poco conocido que protagonizaron miles de checoslovacos.
Las cuantiosas pérdidas materiales en tanques y buques pesarían a Inglaterra en la contienda, pero ese fue en realidad un coste muy bajo comparado con la salvación de quienes eran el grueso de las tropas aliadas en ese momento.
Aquella improbable evacuación que hubo que agradecer a uno de los mayores errores tácticos del Ejército nazi, hace que Dunkerque aparezca en todos los libros de Historia de la Segunda Guerra Mundial, ya que sus consecuencias afectaron de forma crítica al trascurso del enfrentamiento.
Cuatro años después se volvió a luchar en Dunkerque, pero la situación era muy distinta. Ahora eran los alemanes quienes iban en retirada, y los aliados los que les perseguían.
El desembarco de Normandía había sorprendió al Ejército nazi, que poco pudo hacer ya desde entonces contra el empuje aliado. Sin embargo, una guarnición alemana se hizo fuerte en Dunkerque, negándose a capitular y obstaculizando la liberación total de Francia.
En la tercera fase del desembarco, llegó a Francia en agosto la brigada acorazada checoslovaca, que luchaba al mando del Reino Unido. Durante semanas estuvo a la espera de entrar en acción. El historiador Jiří Plachý explica los motivos.“Las unidades checoslovacas padecieron durante toda la contienda una falta de efectivos crónica, además de la incapacidad de reemplazar sus bajas, así que el mando británico dudaba de su efectividad. Pero finalmente, a principios de octubre les fue encargado el reemplazo de las tropas aliadas que realizaban el asedio a los nazis en Dunkerque, y los checoslovacos se hicieron cargo del peso de esa operación”.
Durante el avance nazi en 1940, había casi trece mil soldados checoslovacos luchando en Francia. La derrota hizo que la mayor parte de ellos se quedaran allí voluntariamente como civiles. Solo unos cinco mil fueron evacuados hacia Gran Bretaña. Cuando en 1944 desembarcaron en Normandía, la brigada checoslovaca estaba formada por unos 4.200 hombres.
Cada uno de ellos había tenido que recorrer un gran camino para poder unirse a la resistencia en el extranjero, ya que Checoslovaquia permanecía desde 1939 ocupada por Alemania y vivía bajo el férreo dominio nazi, dice el historiador Plachý.
“Todos habían llegado a la resistencia de una forma distinta. Algunos de los que aquí lucharon habían escapado en 1939, se habían alistado en las tropas extranjeras en Polonia, sirvieron en la Legión Extranjera, o habían sido hechos prisioneros por la Unión Soviética. Muchos de ellos ya habían luchado en Francia en el año 1940, y alrededor de la cuarta parte de los soldados habían estado en la batalla de Tobruk, Libia, y en Siria”.
Aquella brigada que volvió a Francia en 1944 para liberar Europa había sido preparada para operaciones de ataque, y contaba con buenos tanques. Pero sin embargo, ese no era el armamento ideal para la misión que se les encomendó con el asedio de Dunkerque.Aquello era prácticamente una guerra de posiciones que recordaba más a la Primera Guerra Mundial, dice el historiador Jiří Plachý. Aún así, realizaron dos ofensivas importantes, una el 28 de octubre, y la segunda el 5 de noviembre.
Ambas operaciones se saldaron con pocas bajas por parte checoslovaca y muchos prisioneros por la alemana. Tras las dos derrotas cabía esperar la rendición de Dunkerque. Pero no fue así, continúa explicando Plachý.
“Después del segundo ataque estaba claro que los alemanes, que eran mandados por un fanático, el vicealmirante Friedrich Frisius, no iban a capitular, y que su moral no les iba a permitir rendirse, por mucho que los checoslovacos siguieran atacando cada vez con más fuerza”.
Desde entonces la guerra de posiciones se alargó durante meses. Los planes para realizar una gran ofensiva que fuera definitiva sobre Dunkerque y acabar con los reductos nazis, conllevaban bombardeos estratégicos sobre la ciudad, algo que Francia no permitía.
Además, los alemanes propagaron la amenaza de que la población civil pagaría caro los ataques contra sus posiciones. Así que las unidades checoslovacas permanecieron asediando Dunkerque hasta que capituló finalmente el 9 de mayo de 1945.
Doscientos soldados checoslovacos no vivieron para ver la victoria. La unidad recibió muchos reconocimientos por parte de los aliados. Sin embargo, en la propia Checoslovaquia, gran parte de ellos tampoco llegaron a ser reconocidos en vida, dice Plachý.
“Después de 1948, con el ascenso de los comunistas al poder, este tema fue tabú durante cuatro décadas, si exceptuamos un pequeño periodo de apertura a mediados de los 60. Durante la ‘normalización’, de Dunkerque no se podía hablar en absoluto, y toda la tradición de soldados checoslovacos luchando en occidente no era de ninguna manera recordada. Solo después de 1989 comenzó el boom del interés de la historiografía y los medios por este tema”.El ejemplo más claro de esta injusticia histórica con respecto a los héroes checoslovacos de Dunkerque la sufrió el comandante de la propia Brigada Acorazada Checoslovaca, el general Alois Liška.
Tras la Segunda Guerra Mundial fue elegido por el presidente Eduard Beneš como Jefe del Estado Mayor del Ejército, pero nunca recibió el nombramiento tras ser vetado por los comunistas. Pasó a dirigir la Academia Militar, hasta que en 1948 fue forzado a emprender de nuevo el camino del exilio.
Para él era la tercera vez. Además de escapar de la ocupación nazi, veinte años atrás, en la Primera Guerra Mundial había luchado en el frente ruso con la Legión Checoslovaca por la independencia de su patria del Imperio Austrohúngaro.
La lucha de toda una vida por su país le valió pasar la mayor parte de ella en el exilio. Murió en Londres en el año 1977. Una calle en Dunkerque honra su memoria.