Chequia se convierte en la meca de la inseminación artificial para las judías
Cada mes unas 40 mujeres judías procedentes de Israel acuden a la República Checa para someterse a una inseminación artificial. El proceso es estrictamente vigilado por médicos israelíes, e incluso por rabinos, para que cumpla las condiciones establecidas por el judaísmo para la reproducción.
Se trata de un factor determinante para los judíos ortodoxos, cuyas creencias religiosas les obligan a un férreo control de los procedimientos. Para ello suele intervenir un médico israelí o a menudo un rabino, que controla que se cumplan las condiciones establecidas por la Torá.
Una de ellas es por ejemplo que el esperma no sea utilizado para otra cosa que la reproducción, una norma que se asegura destruyendo el semen sobrante, como explica el ginecólogo de una de estas clínicas, Štěpán Machač.
“Tenemos que garantizar que después de utilizar el esperma para la inseminación el resto sea eliminado de forma irreversible. Significa que no se deposita por ejemplo en un contenedor, sino que el recipiente es enjuagado en un ácido muy potente”.Un control más estricto pasan los embriones ya fecundados, que han de ser guardados en una caja fuerte especial, continúa Machač.
“El objetivo es vigilar cada día el embrión para garantizar y valorar su desarrollo. Ellos exigen que esté su supervisor presente para controlar que el embrión esté el menor tiempo posible con el embriólogo, y que cuando se devuelve a su recipiente de cultivo, no esté en contacto con influencias externas”.
El objetivo de esta vigilancia de los embriones es que en ningún momento pueda llegarse al cambio de un óvulo fecundado por otro, lo que podría tener graves consecuencias sociales y religiosas, tal como desgrana Ruth Kučerová, esposa del rabino de la comunidad ortodoxa de Brno.
“Si una mujer israelí encarga un hijo de esta manera y los médicos, por algún error, confunden un esperma con otro, el niño ya no sería de él, con lo que no habría cumplido su deber de tener un hijo. Eso por un lado, y por otro luego el niño se vería marginado socialmente, al tratarse de un hijo ilegítimo”.
Por otra parte, es importante que el óvulo sea de una judía, ya que de lo contrario el niño no pertenecería automáticamente a esta etnia. Es por eso por lo que a menudo los óvulos se traen directamente de Israel, donde ya han pasado por el examen de una comisión especial. Si esto no es así, habría de organizarse un proceso especial, como detalla el primer secretario de la embajada israelí en Praga, Shahaf Shelef.“La madre donante y la madre recipiente tienen que ser de la misma religión. Si no es así hay diversos procesos para hacerlo posible. Se reúne en estos casos un comité especial compuesto por médicos, psicólogos y trabajadores sociales”.
Aun así al niño concebido a partir de un óvulo no judío siempre le quedará la posibilidad de pasar por el ritual de conversión al judaísmo, que le garantizaría la pertenencia plena a la comunidad, comenta Kučerová.
“Una vez vinieron a mi marido con la pregunta de si sería posible convertir a un niño concebido de esta manera. A todo esto se sumaba la dificultad de que se había utilizado también un óvulo donado por una persona no judía. Al final convirtieron al niño al judaísmo porque no estaban seguros de si era judío o no, así que de esta manera se aseguraron”.Un proceso embrollado, pero al que los judíos ortodoxos con problemas de fertilidad se someten con gusto. Para esta visión del judaísmo la reproducción es un deber religioso, y la inseminación artificial deviene por tanto una herramienta milagrosa para conseguirla, prosigue Kučerová.
“El récord de lo que yo he visto es una familia con 16 hijos. Los hijos juegan un papel importante en nuestra religión. Lo interesante es que las mujeres no están en teoría obligadas a tener hijos, el que lo tiene obligatorio es el varón. La mujer los da a luz por él, si se puede decir así”.
Esta visión religiosa es apoyada por el Estado de Israel, que se muestra dispuesto a correr con los gastos de las inseminaciones artificiales hasta que la pareja haya traído al mundo al menos a dos hijos, una filosofía que constata Shelef.
“El Estado entiende el valor y la importancia de este asunto y ayuda a las familias a tener hijos incluso aunque no sean capaces de hacerlo por sí mismas de forma natural”.
Este apoyo económico facilita que las familias con problemas de fertilidad no duden en lanzarse enseguida a la aventura checa. En los últimos ocho años los médicos checos han ayudado a traer al mundo casi un millar de niños israelíes.