Chequia y la Santa Sede celebran 25 años de relaciones bilaterales
Tras su llegada al poder en 1948 los comunistas checoslovacos arremetieron contra la Iglesia católica. La conquista de la democracia cuatro décadas después sirvió para que Praga y El Vaticano reanudaran sus relaciones diplomáticas.
En esa época oscura, la comunidad religiosa fue perseguida y controlada por la Policía Política. Sacerdotes, monjes y creyentes fueron enviados a prisión o se vieron obligados a abandonar el país.
Para los comunistas la Iglesia católica se convirtió en su mayor enemigo ideológico, razón por la cual aplicó duras medidas para reducir al máximo sus actividades.
En 1947 el arzobispo checo Josef Beran solicitó a la Santa Sede incluir en las transmisiones de Radio Vaticano programas en checo. La solicitud contó en ese momento irónicamente con el respaldo del Gobierno checoslovaco, encabezado por el líder comunista Klement Gottwald, según recordara el actual redactor jefe de esa emisora, Milan Glaser.
“Las transmisiones en checo fueron solicitadas a la Santa Sede conjuntamente por el Gobierno, o sea por Klement Gottwald, y el arzobispo Beran. Tiempo después Gottwald mantuvo al arzobispo Beran en prisión domiciliaria durante casi 20 años”.La persecución contra el arzobispo Beran terminó en 1965. El Papa Pablo VI lo nombró cardenal y las autoridades comunistas le permitieron salir del país, pero le impidieron que regresara a su tierra natal.
Superados aquellos años de tensión, las relaciones entre Praga y la Santa Sede acusan un cuarto de siglo positivo. El Estado checo puso en marcha un complejo proceso de devolución de las propiedades que el régimen comunista confiscara a la Iglesia católica y a otras congregaciones religiosas.
Existe, no obstante, una asignatura pendiente. La República Checa es uno de los pocos países europeos que no ha firmado el concordato con la Santa Sede.
Desde la Revolución de Terciopelo, que acabó con el comunismo en Checoslovaquia en 1989, ninguno de los gobiernos democráticos dio el visto bueno a la firma de dicho acuerdo con El Vaticano, rigiéndose las relaciones mutuas por un documento intergubernamental denominado ‘modus vivendi’.