Al Café Louvre praguense acudían Kafka y Einstein
El idolatrado escritor Franz Kafka y el genial físico Albert Einstein figuran entre los personajes más destacados que acudían en su tiempo a la cafetería Louvre, situada en la Avenida Nacional de Praga. En este local pueden hoy tomar café, almorzar, cenar y hasta echarse una partida de billar u otros juegos de mesa.
Kafka, Einstein, Čapek, Masaryk…
Situada en el medio del camino entre la parte inferior de la Plaza de Venceslao y el Teatro Nacional, en el malecón del Moldava, la cafetería Louvre se encuentra en el primer piso de un edificio que imita, según lo evidencia su nombre, el antiguo palacio real de París, que hoy acoge uno de los museos más impresionantes del mundo.
La cafetería Louvre fue abierta en 1902 y prácticamente de inmediato se convirtió en el local predilecto de un grupo de filósofos que comenzaron a reunirse aquí. Entre ellos, un joven de apenas 19 años de edad, Franz Kafka, que se convirtió más tarde en uno de los escritores más influyentes a nivel mundial, como es conocido.
Entre los años 1911-1912 figuró entre los parroquianos de esta cafetería también el físico Albert Einstein, durante su estadía en la Universidad de Praga.
Mientras que en 1925, los escritores checos fundaron en este lugar la sucursal checoslovaca del PEN Club Internacional, presidida por el escritor Karel Čapek. A la gala efectuada en este local asistió también el primer presidente checoslovaco, Tomáš Garrigue Masaryk.
Los comunistas cerraron la cafetería
La época dorada de la cafetería Louvre de Praga terminó tras el golpe de Estado de 1948. Los comunistas arrojaron los muebles de este local por las ventanas, con lo que comenzó el periodo negro de unos 44 años, durante los cuales el café permaneció cerrado.
Hasta que en diciembre de 1992, el dueño actual, Sylvio Spohr, decidió reabrirlo y restaurar la antigua fama del lugar.
“Antes de comenzar la restauración había aquí solo paredes desnudas, suelo de madera desgastado y el espacio donde se encuentra hoy la sala principal estaba dividido en varias habitaciones con tubos fluorescentes en el techo”, recuerda.
Hoy día la atmósfera de la cafetería vuelve a evocar los viejos tiempos de la primera República Checoslovaca, aunque el dueño reconoce que no trataba de imitar al máximo los interiores originales.
“Las fotos antiguas no eran fáciles de encontrar. Además con la prisa que uno tiene al realizar una restauración, o sea el proyecto, el proceso de aprobación y luego la construcción, no tenía mucho tiempo para realizar ese tipo de investigaciones. Me inspiraron más mis viajes a Viena, o sea las cafeterías vienesas. Estuve también en París, pero allí no me gustó tanto”.
Un local sin wifi
La cafetería Louvre trata de mantener la atmósfera de los tiempos antiguos cuando la gente se reunía aquí para platicar y debatir.
El local pretende convertirse en un oasis de relajación en un mundo moderno tan acelerado y sobrecargado de información. Por eso el dueño rechaza instalar aquí una conexión a Internet.
“No quiero tener aquí conexión wifi y mientras que el mercado no me fuerce, seguiré sin tenerla. Creo que la cafetería supone una comunicación, y con eso no me refiero a la comunicación por e-mail. La cafetería debería desarrollar el arte de platicar”, subraya.
Como la cafetería queda fuera del mundo en línea, trata de ofrecerles a los clientes información de manera tradicional, en forma de prensa en papel. En la estantería local encontrarán tanto diario checos, como alemanes y británicos.
Una cafetería con billares
Además de la lectura disponible, los clientes de la cafetería Louvre de Praga pueden dedicarse a varios juegos de mesa y echarse una partida de ajedrez o de billar, situado en una sala aparte.
“Queríamos mantener aquí la tradición de los llamados deportes de cafetería y los clientes aprovechan la oferta, lo que crea una bonita atmósfera de los viejos salones de juego. Creo que una cafetería tan grande debería ofrecer pasatiempos para todo el día. Es decir ofrecer desde desayunos y sitios para reuniones laborales hasta entretenimiento social, como los juegos que tenemos aquí”, indica el dueño Sylvio Spohr.
El que se canse de jugar, puede prestar su atención a las artes y visitar la galería Louvre situada en el edificio.
La ventaja de subir al primer piso
El hecho de que la cafetería Louvre esté situada en el primer piso ayuda a desconectarse del mundo agitado de las afueras, ya que ofrece la posibilidad de mirarlo desde arriba.
Aunque al principio la idea de abrir una cafetería en el primer piso parecía demasiado atrevida en los años 90.
“La verdad es que temía un poco abrir la cafetería en el primer piso. Pero sentía que este lugar guardaba el espíritu del tiempo. Sabía que el comienzo sería muy difícil y complicado, pero que superaría todos los inconvenientes. Mis compañeros pensaban que me había vuelto loco, porque es algo inhabitual. Todos me advertían que nadie acudiría a una cafetería situada en la primera planta”, recuerda el dueño.
Pero se equivocaron. Hoy día más bien es difícil encontrar una mesa libre en la extensa sala de la cafetería Louvre.
Exquisitas sopas y salsas
La cafetería Louvre de Praga es conservadora en cuanto a la oferta de bebidas y comidas, lo que puede ser uno de los motivos de su éxito, ya que no deja de perfeccionar las recetas tradicionales puestas a prueba a través del tiempo, opina Sylvio Spohr.
“Ofrecemos excelentes crepes, dulces y salados, para desayunar. El menú de mediodía es muy amplio y a buenos precios. Tenemos deliciosas sopas y salsas, gracias a nuestro cocinero en jefe. Para cenar recomendaría filetes de pavo envueltos en masita de sésamo con ensalada de patatas a la vienesa. Y cabe destacar que nuestra «svíčková», o sea solomillo checo tradicional, es un plato fantástico”, expresa.
A pesar de encontrarse en pleno centro de Praga, la cafetería no se ha convertido en una atracción puramente turística, cara y artificial. Todo lo contrario, según resalta el dueño, si miran a sus alrededores, la mayoría de los clientes son checos. Si quieren disfrutar de un ambiente tradicional centroeuropeo con matices nostálgicos de los viejos tiempos, ya saben adónde dirigirse.