Científicos checos probarán nuevo calzado en la Antártida
Una nueva expedición de la Universidad Masaryk de Brno se dirige a la base antártica Johann Gregor Mendel. Entre los experimentos que realizarán destacan las pruebas de un nuevo tipo de calzado.
Además del trabajo científico habitual, la expedición tiene como cometido testear tres productos que adquirirán así el sello de calidad “Probado en la Antártida”. Se trata de un tipo de ropa térmica y dos nuevos calzados. Una de estas botas consta de una plantilla biomecánica, que copia la planta del pie y ayuda a distribuir el peso, explica su inventor, Josef Hanák.
“Las botas, con esta plantilla y estos muelles que están en el empeine, crean energía cinética. De esta forma prácticamente no cargas con el peso del cuerpo, este se carga solo. Y esta es la característica especial de las botas”.
Ya antes los científicos checos habían probado en la Antártida un nuevo tipo de pintura especialmente resistente. Y es que en el Polo Sur las condiciones climáticas, con fuertes vientos cargados de sal y arena, y bruscos cambios de temperatura, suponen una prueba de fuego para la durabilidad de los productos.La misión principal de la expedición es sin embargo continuar con el trabajo de años anteriores, de tipo medioambiental y centrado en los microorganismos, hongos y algas que viven en las duras condiciones antárticas. Se continuarán las mediciones del estado de los glaciares locales, de las características del permafrost y sus diferentes capas, y se harán simulaciones de cambio climático para descubrir el efecto en la flora.
En esta ocasión se trata de 19 participantes, un número récord que también marca hitos por su elevada proporción de mujeres: nueve, y de doctorandos: siete. Trece de los científicos proceden de la Universidad Masaryk de Brno (MUB), que organiza la expedición, dos de la Universidad Carolina de Praga y dos de la Universidad Técnica de Estambul. Los dos miembros restantes son personal técnico.Otra novedad es la ampliación de la base, que estrenará un nuevo garaje para reparaciones y para los cuadriciclos con los que los checos se mueven por la isla.
El año pasado los científicos checos tuvieron suerte con el buen tiempo. La isla James Ross les deparó cálidas temperaturas de entre menos cinco y ocho grados, lo que les permitió bañarse en lugares donde normalmente hay solo hielo.