Kafka, el traductor de Kafka

Štěpán Kafka y Tomáš Kafka, foto: Juan Pablo Bertazza
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A pesar del apellido, Vladimír Kafka no tenía ningún parentesco con el célebre escritor aunque sí fue uno de sus más importantes traductores. Una destacada figura de las letras del siglo XX que tendió un verdadero puente cultural entre Chequia y Alemania, tal como revelan en esta entrevista sus hijos Štěpán y Tomáš.

Štěpán Kafka y Tomáš Kafka,  foto: Juan Pablo Bertazza

Günter Grass,  'Del diario de un caracol',  fuente: alfaguara
“Del diario de un caracol”, uno de los libros más inclasificables del Premio Nobel de Literatura Günter Grass, lleva una misteriosa dedicatoria: “También para Štěpán y Tomáš”. Esas palabras prueban la importancia que tuvo el traductor Vladimír Kafka, ya que esos nombres corresponden nada menos que a sus dos hijos, que eran apenas unos niños de ocho y cinco años cuando su padre murió en 1970.

“Tenía muchos colegas y amigos en la escuela secundaria a quienes les gustaba mucho Kafka. Entonces todos me decían qué gran nombre tenía. Yo con quince años aun no me daba cuenta del enorme atractivo de mi nombre”.

Tomáš Kafka, el hijo menor, es poeta, historiador y diplomático. Fue embajador checo en Irlanda y cuenta que, al principio, le costó un poco salir de la sombra de su padre, ya que Vladimír Kafka fue una figura clave del ámbito cultural que contribuyó a la fama de la literatura alemana en Chequia.

Además de traducir a Kafka, Günter Grass y Heinrich Böll (otro premio Nobel de literatura), Vladimír Kafka trabajaba para la prestigiosa editorial alemana Suhrkamp recomendando, en los años sesenta, a una serie de autores checos que luego cobrarían suma importancia como Ivan Wernisch y Milan Nápravník.

Štěpán Kafka con la foto de sus padres,  foto: Juan Pablo Bertazza
“Me terminé dando cuenta de que en Alemania el apellido Kafka era capaz de abrir muchas puertas. Mucha gente me preguntaba por el parentesco o si era común llamarse así en Chequia. Era un poco raro aunque hizo que mi vida fuera definitivamente más fácil. Pero no empecé a leer a Kafka porque mi padre era el traductor sino más bien por influencia de mi hermano Štěpán”.

Štěpán, el hermano mayor, es artista y editor. En 1991 publicó el libro “Último encuentro”, en el que destacadas figuras de la cultura como Vladimír Holan, Jan Lopatka y Václav Havel, entre muchos otros, le rinden homenaje a su padre traductor.

Como Štěpán Kafka era aun muy chico cuando murió, los recuerdos que tiene se cuentan con los dedos de la mano: por ejemplo, los dolores de cabeza que tanto irritaban a su padre y que provocaban largas ausencias. Pero, sobre todo, un recuerdo muy nítido que corresponde nada menos que al año 1968.

'Último encuentro' de Štěpán Kafka,  foto: Smršť
“Los tanques soviéticos empezaron a aparecer en la calle y vi que mi padre empezó a dirigirse en dirección a los tanques, con las manos en los bolsillos y una expresión poco amigable. Me sentí orgulloso de mi padre por enfrentar de esa manera a los tanques”.

Aun con pocos recuerdos en su haber, Štěpán Kafka asegura que su padre influyó absolutamente en su interés por la literatura. Sobre todo porque, después de su muerte, empezó a visitar con más frecuencia su biblioteca, que ocupaba toda una pared de su casa, y en la que empezó a leer a autores como Karel May, Hemingway y el propio Günter Grass.

Franz Kafka llegaría después: recuerda que vio a uno de sus amigos del colegio leyendo algo bajo el banco, y eran precisamente los diarios de Kafka, que a él le resultaban familiares. Por supuesto no era fácil obtener sus libros durante el régimen comunista, y aún parece estar viendo esa escena: mientras la maestra explicaba algo, su amigo leía a Kafka debajo del pupitre.

Vladimír Kafka,  foto: Juan Pablo Bertazza
“Y luego visité la biblioteca y encontré muchos libros de Franz Kafka en alemán y en checo. Luego, cuando volví a la clase, les dije a mis compañeros que traía tres libros de Kafka, si les gustaría leerlos porque no tenía ningún problema en compartirlos. Y ellos se sorprendieron de que alguien pudiera tener tantos libros de Kafka y así fue que me hice muchos amigos inmediatamente”.

Štěpán Kafka asegura que esos libros de la biblioteca de su casa fueron más importantes para él que la escuela o la universidad.

Aclara que su padre no fue el primer traductor de Kafka ya que mucho antes de la década del 60 hubo otros que habían hecho ese trabajo como Rio Preisner. Pero sí fue el primero en traducir al checo algunas obras como “El castillo”, los diarios, la biografía escrita por Max Brod y su cuento “Descripción de una lucha”.

Incluso, cuenta que como el comunismo desalentó todo lo que pudo la lectura de Kafka, la traducción de los cuentos realizada por su padre recién se publicó en el año 1990, en una edición al cuidado de Josef Čermák, director de la editorial Odeon durante muchos años y también íntimo amigo de su padre.

Kafka asegura que cuando salió ese volumen de cuentos en 1990 era casi imposible conseguir un ejemplar porque había una enorme fila de gente en las librerías ansiosa por comprarlo. Por supuesto con los años las traducciones de Kafka se fueron expandiendo a casi todos los idiomas, incluso al árabe, tal como cuenta su hermano Tomáš.

Cuentos de Franz Kafka,  foto: Odeon
“Pavel Kafka fue embajador de Chequia en Egipto y me contó que un gran admirador de Kafka quería traducirlo al árabe. Iba a empezar por La metamorfosis y para poder hacerlo empezó a aprender checo asumiendo que, por venir de Praga, Kafka había escrito en ese idioma. Después de advertir el error tuvo que conformarse con traducir desde esa versión checa que había realizado otro Kafka. Así que, en cierta forma, mi padre también está involucrado en la traducción de Kafka al árabe”

Tomáš Kafka también recuerda que en repetidas ocasiones, sobre todo en Berlín, le preguntaban si tenía algún parentesco con Franz Kafka y aunque él les aseguraba que no, muchas personas fantaseaban con que él no quería decirlo. Lo irónico, reflexiona, es que Věra Sausková, la sobrina de Kafka que murió en 2015 y también trabajó para la editorial Odeon, pasaba desapercibida por su apellido.

Štěpán Kafka agrega que algo muy parecido le sucedió hace un tiempo en Argentina, un país fascinado por la figura del escritor.

“Cuando llegué a Buenos Aires, tanto en el aeropuerto como en la recepción del hotel, me decían “oh, Kafka”. Y yo solo podía contestarles: sí, mi padre era el traductor de Franz Kafka y eso es todo”.

Ese tipo de anécdotas se multiplican cada vez que toman la palabra estos dos hermanos cuya experiencia parece confirmar absolutamente esa frase según la cual el nombre de uno puede llegar a condicionar su vida.