John Banville: „Praga es una ciudad ideal para perderse“

Antiguo Cementerio Judío de Praga

El escritor irlandés continúa desarrollando en esta charla sus profundos lazos con la capital checa. En esta ocasión nos habla de su afinidad con Kafka o cómo hizo para situar una novela en Praga antes de visitarla. Además, nos adelanta su decisión de mantener la firma de Benjamin Black solo en países de habla hispana.

John Banville  (2019) | Foto: Jindřich Nosek,  Wikimedia Commons,  CC BY-SA 4.0 DEED

En su momento, John Banville desconocía hasta qué punto remitía a la capital checa la escultura del Niño Jesús de Praga que, de muy chico, veía siempre en la entrada de su hogar en Irlanda. Cuenta que, al principio, ni siquiera sabía pronunciar el nombre de esa estatuilla emblemática que aparecía con recurrencia en lo alto de algunos vestíbulos, con su característico manto y corona. Muchos años después, como había hecho el propio Kafka al escribir América sin conocer Estados Unidos, o Jorge Luis Borges, que concibió el relato El milagro secreto sin haber estado en la capital checa, Banville usaría Praga como escenario de su novela Kepler sin haberla visitado jamás.

“Cuando fui a Praga me di cuenta de que sí, la había capturado bastante bien. La facultad más fuerte y preciada del ser humano es la imaginación y el mundo imaginario es infinitamente más real que el mundo real. Mientras existimos, nos imaginamos el mundo y a nosotros mismos. El ejemplo extremo es el de dos personas que se enamoran. De repente, se transforman en un dios y una diosa, o dos dioses o dos diosas, lo que sea. Y cada amante sabe que la otra persona es un ser humano ordinario y mortal, pero, sin embargo, lo ven como un dios. Por supuesto, yo siempre siento que los amantes se miran a los ojos para ver su propio reflejo”.

Homenaje a Kepler en la casa que ocupó en Praga a pasos del Puente de Carlos | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

Aunque afirma que le resulta entretenido intentar obtener los detalles correctos de cada una de las ciudades sobre las que escribe, Banville reconoce que, en algún punto, hay algo que se mantiene inalterable tanto cuando el autor conoce la ciudad como cuando no, como si en algún punto escribir sobre Dublín o Wexford, donde nació, también requiriera lanzarse a la búsqueda de los detalles correctos, al igual que hizo con Praga antes de conocerla.

“Nabókov solía decir que al empezar a escribir tuvo que inventar Rusia, luego le tocó Alemania y tuvo que inventarla, luego Francia y Estados Unidos... y así tuvo que inventar el continente entero. Y es verdad: es todo humo y espejos, un maravilloso truco. Tomas unos cuantos detalles pequeños y, si eres lo suficientemente bueno y afortunado, el lector piensa: ‘Sí, eso es’”.

Banville cuenta que cada vez que alguien lo felicitaba por haber capturado la esencia de Praga sin haberla conocido él pensaba que ese elogio respondía, en realidad, a que su imagen de la ciudad coincidía con la propia imaginación del lector. Y, en su opinión, lo que vuelve tan poderosa a la imaginación es algo de lo que, a veces, la gente se olvida: la propia extrañeza del mundo, ya que, según Banville, todo aquello que tenemos a nuestro alcance, como, por ejemplo, la lluvia o el hecho de enamorarse de alguien, puede ser infinitamente milagroso.

Placa en recuerdo de Kepler en Praga | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

“Mira el cielo, mira las nubes. Las nubes son asombrosas. Una vasta arquitectura en movimiento, nunca la misma, moviéndose lentamente a través del cielo. De hecho, cuando recibí el Premio Princesa de Asturias conocí a un diplomático español y me contó que había estado en Irlanda tres años y nunca necesitó ir al teatro o al cine, simplemente se sentaba en la ventana a ver el cielo. El cielo está en permanente función y eso es algo extraordinario. Es un lugar tan extraño donde estamos, nunca me acostumbré a estar acá”.

Además de haber recibido el Premio Princesa de Asturias de las Letras y el Booker, John Banville obtuvo también el Premio Internacional Franz Kafka, lo cual no deja de ser otro punto de contacto fuerte con la capital checa. El galardón se entrega desde el año 2001 y cobró mucha importancia porque dos de sus ganadores (Elfriede Jelinek y Harold Pinter) obtuvieron, el mismo año, el Premio Nobel de Literatura. La lista de distinguidos incluye nombres como Václav Havel, Murakami, Margaret Atwood y hasta Kundera, que fue el último en ganarlo. John Banville, por su parte, lo recibió en el año 2011.

Callejón dorado y casa donde vivió Franz Kafka | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

“Fue encantador. Los dos premios que más valoro son el Premio Princesa de Asturias y el Kafka. Me acuerdo de que el evento fue maravilloso, los discursos eran muy breves, la ceremonia duró alrededor de media hora y luego fuimos a comer. Y me encantó estar en Praga, saber que tenía un motivo para estar ahí, no simplemente por turismo sino para recibir un premio y, además, sentí una especie de afinidad con Kafka”.

Aun así, Banville aclara que no visitó por dentro ninguna de las viviendas que el escritor tuvo en el centro de Praga, pero sí la emblemática casita número 22 del callejón dorado del Castillo, donde Kafka vivió unos meses junto a su hermana Ottla y escribió Un médico rural. Banville no logra entender cómo siendo tan estrecha esa casa no se terminaron matando entre sí, aunque al mismo tiempo afirma que él usaría el callejón dorado como prueba irrefutable de que Praga es una ciudad mágica. En efecto, ese emblemático callejón del castillo tiene un rol central en la novela Los lobos de Praga, ya que es ahí donde Christian Stern, un ambicioso alquimista que busca hacer fortuna en la corte del excéntrico emperador Rodolfo II, tropieza con el cadáver de una joven vestida de terciopelo. Aunque tiene rasgos muy claros del estilo de John Banville, la novela fue firmada con el seudónimo de Benjamin Black.

“En el mundo angloparlante he decidido matar a Benjamin Black. Como diría nuestro amigo Rodrigo Fresán, Benjamin Black se ha mudado a España, al igual que tanta gente del oeste de Inglaterra. Black es demasiado conocido en el mundo de habla hispana como para matarlo allí. En los años 80 escribí la novela policiaca El libro de las pruebas, que podría haber sido de Benjamin Black. También El intocable, sobre los espías de Cambridge. Oscilo entre ellos sin darme cuenta. Cuando escribí el primer libro de Benjamin Black, mi editora me dijo: ‘Esto no es una novela policial, es una novela literaria’. Y pensé: ‘¡Oh no! ¡No quería que fuera eso! Quiero ganar dinero, ser famoso, convertirme en un popular escritor de policiales’. Pero me temo que ella tenía razón”.

John Banville y Rodrigo Fresán en la Feria del Libro de Praga,  2019 | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

Así como muchos lectores quizás conozcan Praga gracias a Banville, él también, en su momento, quedó fascinado con el libro Praga Mágica de Ripellino, que un día le envío su editor poco antes de publicarlo en inglés. Y aunque reconoce que su amigo Reiner Stach, el gran biógrafo de Kafka, lo desaprobaría, porque para él Praga no tiene propiedades mágicas, Banville lo considera una de las más hermosas cartas de amor jamás escritas a una ciudad. Por último, afirma que uno de los sitios que más le atraen de Praga es Josefov, el barrio judío del que hoy solo quedan en pie algunas sinagogas y, por supuesto, el cementerio.

“Es un área bastante corriente ahora, pero de verdad puedo sentir ahí sus fantasmas, curiosamente los siento más en lugares del gueto que ya no existen que en el propio cementerio judío. El cementerio judío siempre me dio la sensación de que es un set de Hollywood, algo demasiado auténtico. Pero Praga es una ciudad maravillosa para perderse, Baudelaire la habría amado porque es la ciudad perfecta del ‘flâneur’, puedes caminar y caminar durante horas… ¡Me haces sentir nostálgico ahora! Tengo que volver a Praga pronto”.

Banville asegura que Praga, al igual que todo el continente europeo, perdió muchísimo con la eliminación de los judíos, ya que ofrecen a las ciudades color, inteligencia y entusiasmo intelectual. Y a pesar de que, en la actualidad, la influencia de su cultura no parece ser tan fuerte, él dice que no sabe bien por qué, pero aún ve a la capital checa como una ciudad muy judía. Quizás porque, tal como afirma en su ensayo sobre la ciudad de las Cien Torres, “el silencio de Praga es más una presencia que una ausencia”.

Antiguo Cementerio Judío de Praga | Foto: Štěpánka Budková,  Radio Prague International
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