Entrevista exclusiva con John Banville, primera parte

John Banville (2017)

Además de ser uno de los escritores más prestigiosos del mundo, el irlandés John Banville es un profundo admirador de la capital checa. Entre sus casi cuarenta libros, contando los policiales que publicó con el seudónimo de Benjamin Black, le dedicó un ensayo y dos novelas a Praga, ciudad que visitó en numerosas oportunidades y en distintas épocas, y a la que siempre desea volver. En la primera parte de esta entrevista exclusiva, Banville revela las impresiones que le causó su viaje a Checoslovaquia durante la época del comunismo y el motivo por el que esa situación le hacía acordar a su Irlanda natal.

John Banville,  Kepler | Foto: editorial Edhasa

Praga es una de las ciudades que más interés despierta en artistas de todo el mundo, quienes no dejan de sucumbir a su encanto y, al mismo tiempo, encuentran en la capital checa una verdadera fuente de inspiración. Uno de esos casos emblemáticos es el del prestigioso escritor irlandés John Banville, ganador del Booker en el año 2005, que ya le dedicó a esta ciudad tres libros que, por supuesto, se tradujeron al español: Kepler (1981), una novela sobre el gran astrónomo que dejó sus huellas en la capital checa; Imágenes de Praga (2003), relato fascinante que mezcla su visión de la ciudad y anécdotas de sus visitas; y Los lobos de Praga (2017), una novela firmada por Benjamin Black que transcurre en la siempre atrapante época de Rodolfo II. Además, Banville visitó en numerosas oportunidades Praga, la última ocasión fue en el año 2019 para participar de Svět Knihy, la Feria del Libro. Y a pesar de ser hoy una de las ciudades del mundo que más ama y a la que siempre quiere volver, revela que alguna vez sintió casi todo lo contrario.

“Recuerdo un día en la década del noventa en el que con mi mujer estábamos caminando por el Puente de Carlos, el puente estaba atestado de gente, hombro con hombro. Y podíamos ver que estaban construyendo un McDonald’s muy cerca y dijimos: ‘Nunca volveremos’. ¡Pero volvimos!”.

Praga en invierno | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

Si bien Banville reconoce que Praga es una de esas ciudades que en cada una de las estaciones muestra algún tipo de encanto, en su opinión el mejor momento del año para visitarla es durante el invierno, cuando es posible verla en todo su esplendor. En efecto, fue en inverno la primera vez que Banville visitó la ciudad, un final de enero silencioso, con mucha nieve y un sol resplandeciente que, sin embargo, quedaba eclipsado por la oscuridad que imponía el régimen.

Puente de Carlos en invierno | Foto: Juan Pablo Bertazza,  Radio Prague International

“Fui mucho antes de 1989, los días oscuros. Era una ciudad maravillosa. La vida intelectual era muy fuerte. Uno de los efectos del comunismo fue que la vida intelectual prosperó al ser suprimida. Nada como la supresión para motivar a los intelectuales a trabajar. Pero era un lugar atemorizante”.

Esa tensión se trasluce en algunas descripciones que Banville desarrolla en Imágenes de Praga, donde además cuenta cómo una pareja de amigos checos le encargaron sacar del país un fajo de treinta fotografías en blanco y negro de Josef Sudek, a quien Banville define como “alquimista en una ciudad de alquimistas”. En ese libro, el escritor irlandés afirma que esas fotos sobre la ciudad ejercieron sobre él tanta influencia que “cuando ahora pienso en aquellos días y noches en Praga no estoy seguro de si lo que estoy resumiendo son imágenes de mi memoria o de las fotografías de Josef Sudek”. La historia tiene tanto vuelo literario que más de uno podría pensar que se trata de ficción. Sin embargo, en esta entrevista, Banville confirma que la anécdota, efectivamente, ocurrió.

Josef Sudek | Foto: Miloň Novotný

“Sí, sí, lo hicimos. Amo la fotografía y Josef Sudek es uno de mis fotógrafos favoritos y es maravilloso ver sus fotos de la ciudad. Probablemente, fue imprudente porque si nos descubrían habríamos terminado en la cárcel. De hecho, me acuerdo de que, al ir en tren a Budapest, a inicios de los 80, en la frontera estos hombres se subían y revisaban todo, los asientos, el equipaje… Pero lo más extraño fue cuando de viaje por Europa del Este en Praga, Bratislava, Budapest y Polonia. Yo pensaba: 'Es Irlanda, es Irlanda'. Ellos tenían su partido para controlarlo todo y nosotros teníamos a la Iglesia Católica haciendo lo mismo”.

Banville cuenta que siempre hubo una coincidencia que le llamó la atención: el hecho de que cuando el poder del comunismo se derrumbaba en Europa del Este, lo mismo ocurría con el poder católico en Irlanda. En ese sentido, dice estar de acuerdo con el historiador inglés Hugh Trevor-Roper, quien siempre afirmaba que el catolicismo y el comunismo son dos caras de la misma moneda. Lo cierto es que, al menos en Checoslovaquia, la tensión era constante. Banville recuerda varios momentos en que estaba hablando con alguien y, de repente, su interlocutor se quedaba callado o cambiaba de tema y, entonces, él ya sabía lo que eso significaba.

Zdeněk Urbánek | Foto: Slovník české literatury

“Tenía un maravilloso amigo, Zdeněk Urbánek, que era traductor y uno de los signatarios de Carta 77. Él me conto historias tremendas, por ejemplo, que estaba sentado en un café y, al decir algo, se dio cuenta de que alguien de la mesa de al lado estaba escuchando. Y sabía que a las 11 de la noche de ese mismo día lo llamaría un tal señor Smith, el interrogador, y le diría ‘Ok, Zdeněk, nos gustaría que vengas para tener una breve charla sobre esto y aquello… sin apuro. Pero hay un auto afuera esperándote’. Y él iba a buscar su cepillo de dientes, pasta dental, pijama y un libro, y le daba un beso a su mujer porque nunca sabían si se volverían a ver”.

Banville hace hincapié en que, además de la asfixia que despertaba la vida durante el comunismo, también podía vislumbrarse, en ese entonces, una fuerte sensación de extrañamiento como si, en algún punto, la vida cotidiana constituyera un gran absurdo, algo que, de hecho, se terminó convirtiendo nada menos que en una de las claves del teatro de Václav Havel. Por supuesto, esa sensación de absurdo sobrevivió a la caída del comunismo y no desapareció de la noche a la mañana.

Benjamin Black,  Los lobos de Praga | Foto: editorial Alfaguara

"Después de 1989, Zdeněk Urbánek estaba caminando por algún lado del centro de Praga, por una vereda concurrida. Y, en la vereda de enfrente, también concurrida, lo vio al señor Smith y empezó a gritarle: ‘¿Cuál es tu nombre? ¿Cuál es tu verdadero nombre?’. Y me dijo que no supo por qué hizo eso. No le importaba saber su verdadero nombre, pero tuvo el impulso de gritarle eso. ¿Y sabes lo que hizo el señor Smith? Lo saludó con la mano, se perdió entre la multitud y desapareció. Y así era el mundo en el que vivían en ese entonces".

En Imágenes de Praga, Banville afirma que se ha escrito mucho acerca de la belleza de esta ciudad, pero él no está seguro de que belleza sea el término indicado para dar cuenta de “una ciudad misteriosa, diversa, fantástica y absurda que está a orillas del Moldava”. En todo caso, esa fuerte sensación de extrañamiento no solo se mantuvo unos años después de la Revolución de Terciopelo, sino que él la experimentó incluso en países vecinos, al escuchar cómo otras personas se referían a los checos.

John Banville,  Imágenes de Praga | Foto: editorial Herce

“Luego también fui a Bratislava, algunos años después de 1989, tras la separación de Republica Checa y Eslovaquia, y todos mis amigos eslovacos me decían: ‘Los checos nos odian, creen que somos campesinos, se quieren librar de nosotros. Esto no es libertad, no nos dieron libertad… Solo se quieren librar de nosotros porque ellos son los que tienen dinero’. Entonces, era un país extraño y todavía lo es. Yo amo Praga, lo he dicho un millón de veces, incluso cuando está atestada de gente puedes oír tus propios pasos”.

En efecto, esos pasos propios que a Banville le gusta escuchar aún resuenan en cada uno de estos tres libros suyos que describen y, al mismo tiempo, revelan algunas características de una de sus ciudades predilectas. (Continuará).

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