Antonín Dvorák y su "Nuevo mundo"
Continuamos la serie dedicada al Año de la Música Checa con una semblanza del mundialmente célebre compositor checo, Antonín Dvorák.
El legado musical de Antonín Dvorák abarca nueve sinfonías, varios conciertos para violín, piano y violonchelo, decenas de composiciones de cámara que figuran entre los mejores del siglo XIX, al igual que sus oratorios y cantatas. Ya durante su vida alcanzó la fama mundial y fue galardonado con numerosos premios artísticos nacionales y extranjeros. Sus composiciones fueron interpretadas por los más célebres músicos y orquestas de la época. Pese a su infinito esfuerzo, Dvorák no logró imponerse en los escenarios mundiales con sus óperas. Compuso diez en total. La única que adquirió fama y popularidad es "La Ondina".
Antonín Dvorák nació el 8 de septiembre de 1841 en la ciudad de Nelahozeves, al Bohemia Central, donde su padre, Frantisek Dvorák, tuvo una taverna y una carnicería. Antonín Dvorák amaba la música desde pequeño. Pronto aprendió a tocar violín, viola, y órgano. Pese a sus acentuadas dotes musicales, el joven Dvorák se vio obligado a aprender el oficio de carnicero.
En 1853 la familia se trasladó a vivir en Zlonice, cerca de Praga. Allí Dvorák comenzó a recibir las primeras clases de música que le daba el maestro de la escuela local, Antonín Leihmann, que fue un músico altamente capacitado. Pronto se dio cuenta del gran talento de su alumno. Gracias a sus insistentes recomendaciones, Antonín Dvorák comenzó a estudiar en la Escuela de Órgano, de Praga, donde se familiarizó con la obra de grandes compositores mundiales. Un gran impacto le causaron, sobre todo, las composiciones de Richard Wagner. La influencia de este autor alemán sobre Dvorák duró años. Lo testimonia su primera ópera "Alfredo", sobre el rey anglosajón Alfredo el Grande, compuesta en un típico estilo wagneriano.
Después de terminar la escuela, Dvorák comenzó a tocar la viola en una popular orquesta de Praga, que poco después, formó el núcleo de la orquesta del Teatro Provisorio, que fue abierto en la capital checa en 1862. Dvorák permaneció nueve años en el teatro, donde tocó varias veces bajo la batuta de Federico Smetana. Allí conoció también a su futura esposa Anna.
Durante esta época, Dvorák se dedicó intensamente a la composición, ensayando diversos géneros. En 1874 tuvo su estreno la segunda ópera de Dvorák "El rey y el carbonero". La obertura fue dirigida en aquel entonces por Federico Smetana.