Muchacha emparedada por padre tacaño, el esqueleto que tomaba cerveza y el juicio de Dios

Kutná Hora, foto: Štěpánka Budková

La antigua ciudad minera de Kutná Hora, en Bohemia Central, es una urbe repleta de historia y de leyendas. En esta edición de Legados del pasado- testimonios del presente les contaremos algunas leyendas relacionadas con esta célebre ciudad, indisolublemente ligada a la extracción de la plata.

Kutná Hora,  foto: Štěpánka Budková
Ya a finales del siglo 13 los yacimientos de Kutná Hora suministraban un tercio de la producción europea de plata. En la ciudad se acuñaban los llamados gros praguenses que figuraban entre las monedas europeas más sólidas.

La mina Osel alcanzó a finales del siglo 14 y principios del 15 la profundidad de 500 metros, siendo en aquel entonces la más profunda del mundo.

En los 400 años de la actividad minera, en Kutná Hora se extrajeron unas 2500 toneladas de plata y 100 mil toneladas de cobre.

Gracias a su opulencia, Kutná Hora fue la segunda ciudad del Reino Checo después de Praga. La riqueza de las minas de plata en la que se apoyaba el poderío de los reyes checos, dio origen a numerosos monumentos y Kutná Hora figura en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

La extracción de plata en Kutná Hora
Hacia el año 1300, en la época del máximo florecimiento de la extracción de plata en Kutná Hora, destacaba entre los ricos dueños de las minas la familia de los Ruthard. Su riqueza y poder los igualaba a los príncipes.

En el año 1309 los Ruthard armaron a varios miles de hombres y asaltaron el cercano monasterio de Sedlec donde tomaron como rehenes a nobles checos de alto rango, exigiéndoles la concesión de mayores derechos a la clase burguesa. No extraña que se cuenten diversas leyendas sobre la poderosa familia de los Ruthard.

Juan Ruthard, en 1310 uno de los fundadores de la monumental iglesia de San Jacobo, era una persona generosa. Sin embargo, su hermano Jorge era un hombre de malas pulgas, tacaño y atroz. Una leyenda cuenta que en los sótanos de su mansión acopió enormes tesoros.

El avaro Jorge Ruthard tenía una hija, la graciosa Rozina. Muchos jóvenes solteros de buenas familias y ricos viudos solicitaron la mano de la acaudalada heredera, pero el tacaño padre rechazó a todos los pretendientes. No podía conformarse con la idea de que el yerno se llevase junto con la hija los tesoros acopiados.

En el avaro corazón de Jorge Ruthard nació un terrible plan. Llamó a su casa a un albañil que tuvo que jurarle que nunca contaría a nadie lo que vería y lo que tendría que hacer. Ruthard le vendó los ojos y lo llevó a uno de los sótanos. Allí el albañil escuchó cómo Ruthard decía a su hija: "Aquí tendrás, hijita mía, tu habitación y tu lecho, y esta plata será tu novio".

Rozina se resistía a entrar en el sótano, gritando socorro. ¿Pero quién podría escucharla debajo de la tierra?

El albañil oyó después cómo golpeó la puerta y rechinó la cerradura. Del sótano salió un grito desgarrador. Ruthard quitó las venda de los ojos del albañil, ordenándole murar la puerta.La pobre Rozina padeció algunos días hasta morir de hambre. Su cruel y avaro padre expiró poco tiempo después.

Desde entonces Rozina se aparecía frecuentemente en la antigua mansión de Ruthard, augurando que la casa y sus moradores no evitarían su perdición. El vaticinio se cumplió. En 1648, la casa se derrumbó súbitamente, sepultando a quince personas.

Si visitan Kutná Hora, pueden recorrer la romántica callejuela Ruthardka, que recuerda a la poderosa familia de los dueños de minas de plata.

Cuando la extracción de plata en Kutná Hora estaba en su auge, los mineros ganaban mucho, pero despilfarraban muy rápidamente sus salarios en las tabernas que solían estar repletas. Y los mineros, que se divertían bulliciosamente, eran muy amigos de la cerveza.

En Kutná Hora solía beberse tanta cerveza que la producción local no bastaba. Se traía cerveza desde fuera y los mineros apreciaban especialmente la procedente de Ceský Brod.

Lo que no gastaban en cerveza, los mineros solían perderlo jugando a los naipes. Una leyenda narra que en la parte baja de la ciudad de Kutná Hora había una pequeña taberna donde los jugadores apostaban elevadas sumas. Los mineros entraban por la noche con el bolsillo lleno y en la madrugada regresaban a sus hogares pálidos y sin un centavo. Las mujeres de los mineros ya no sabían qué hacer para arrancar a sus maridos de las garras de su pasión por el juego.

Las esposas tuvieron una singular ocurrencia.Sobornaron al auxiliar del verdugo para que les proporcionara el esqueleto de un ahorcado. Encargaron además al mozo que colgara el esqueleto en el armario donde se guardaban en la maldita taberna los naipes.

Foto: Lenka Žižková
Los mineros acudieron a la taberna como todos los días, abrieron el armario para sacar los naipes y el esqueleto no les produjo la más mínima impresión. Al contrario. Hacían bromas al respecto y cuando se acercó la medianoche y la cerveza les había subido a la cabeza, sacaron el esqueleto del armario, lo sentaron en una silla y uno de los mineros colocó delante de él una jarra de cerveza. Los demás invitaron con gran bullicio al esqueleto a que tomara la cerveza y se sintiera como en casa.

La leyenda cuenta que, absorbidos por el juego, los mineros no se dieron cuenta de que después de la última campanada de medianoche el esqueleto empezó a desperezarse en la silla. Cuando se puso a beber la cerveza de todas las jarras y metió la mano en el dinero amontonado en el centro de la mesa, a los mineros se les pasó la borrachera. Se apartaron de la mesa espantados, contemplando cómo el esqueleto vaciaba todas las jarras y arrojaba al suelo todas las monedas.

El esqueleto empezó a dar con sus huesos tan espantosos golpes en la mesa de manera que los mineros se dieron a la fuga, atropellándose mutuamente. Huyó también el tabernero con su familia y todos escucharon desde una respetable distancia como el esqueleto destrozaba el interior de la taberna. Cuando se oyó cómo rompía los cristales, los mineros huyeron despavoridos.

Desde entonces la casa quedó deshabitada y los mineros ya no volvieron a reunirse allí para jugar a las cartas. Y es que todos los días a medianoche se escuchaban, procedentes del interior del tugurio, estruendosos golpes que helaban la sangre, dice la leyenda.

Cuando las minas de Kutná Hora abundaban en mineral de plata, alrededor de la ciudad había numerosas fundiciones. Sus dueños tenían la obligación de vender la plata obtenida en ellas a los funcionarios reales de la Casa de la Moneda, instalada en Kutná Hora en la llamada Corte Italiana.

La Casa de la Moneda fue edificada en el primer tercio del siglo 14. La acuñación de la moneda de plata en Kutná Hora fue implantada con ayuda de peritos italianos de Florencia. De ahí el nombre "Corte Italiana" que lleva el conjunto fortificado de edificios que albergaba la Casa de la Moneda y la residencia real en la que se alojaban los monarcas durante sus frecuentes visitas a Kutná Hora.

En las fundiciones que suministraban la plata a la Casa de la Moneda, un horno solía estar a cargo de dos trabajadores que se turnaban de día y de noche. Los dueños de las fundiciones estaban interesados en contratar para este puesto a operarios de comprobada honestidad para evitar el robo de la plata.

Sin embargo, los robos eran inevitables.Bastaba que el operario arrojara algunas cucharadas de plata a la escoria y que la siguiente noche las recogiera y después vendiera sigilosamente.

Una leyenda se refiere a dos fundidores, Sikyta y Dolman, sospechosos de haber robado plata. Les fue impuesto el juicio de Dios para averiguar cuál de ellos era el culpable. Dicho juicio consistía en la prueba del fuego:los reos debían remover la escoria al pie del horno con un martillo calentado al rojo vivo.

Dolman no quería someterse al juicio de Dios. Los alguaciles lo trajeron a rastras al horno. Cuando le pusieron en la mano la herramienta al rojo vivo se desmayó. Tenía las palmas de las manos quemadas hasta el hueso.

El otro fundidor, llamado Sikyta, se acercó tranquilamente al horno, tomó en las manos el martillo incandescente y removió con él la escoria. Salió indemne del juicio de Dios y se reconoció su inocencia.

Comprobada por el juicio de Dios la culpabilidad de Dolman, éste fue trasladado a la Corte Italiana. Alllí tuvo que pasar un día entero sentado sobre el lomo afilado del instrumento de tortura, denominado "el asno".

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