María Lovero, la bailarina argentina que cumplió un sueño en Ostrava

La bailarina argentina María Lovero con el teatro Antonín Dvořák de fondo

Formada en el Instituto de Arte del prestigioso Teatro Colón de Buenos Aires, María Lovero ha realizado una promisoria carrera tanto en Argentina como en Chile antes de desembarcar en la compañía de ballet del Teatro Nacional de Moravia-Silesia. En esta entrevista, la bailarina nos cuenta cómo es su vida en Ostrava y todo lo que significó para ella representar El cascanueces en el marco de una verdadera Navidad blanca.

“Tu cuerpo se adapta de otra manera a estar recibiendo informaciones diversas todo el tiempo porque aquí no se hace cada obra por separado”.
María Lovero

La carrera artística de la bailarina argentina María Lovero estaba predestinada quizás desde el día de su nacimiento. Sus padres decidieron que llegara al mundo en su propia vivienda, una casa que quedaba justo enfrente del Teatro Colón de Buenos Aires, y esa misma noche se las arreglaron para ir a conocerla un grupo de cuarenta personas de distintas disciplinas artísticas. Su padre era un reconocido actor argentino de teatro, cine y televisión, mientras que su mamá empezó a estudiar Bellas Artes y, luego de jubilarse tras trabajar durante más de cuarenta años como psicóloga forense, se dedica ahora a la escultura.

“Mis papás me abrieron un mundo de posibilidades artísticas: íbamos mucho a la ópera, al Teatro Colón, íbamos a ver todas las obras de papá desde que nací y, por supuesto, también conciertos y ballets. Había un panorama en el que yo estaba incluida de estos espectáculos a los cuales asistían o participaban mis papás y con el ballet tuve, desde los tres años, como un encantamiento: esto quiero hacer, quiero ser bailarina, quiero ser bailarina. De hecho, me contaron que los amigos de papá me preguntaban: ‘¿Vos vas a ser actriz como tu papá?’, y yo respondía que no, que iba a ser bailarina, desde muy chiquitita”.

María Lovero | Foto: Larissa Kors

Tan chiquita que, con solo tres años, María Lovero fue a su primer estudio de danza y luego comenzó a prepararse para entrar al Instituto Superior de Arte del Teatro Colón de Buenos Aires, donde se formó como bailarina clásica. Explica que se trata de una carrera tan demandante a nivel físico y emocional que resulta indispensable tener mucha fortaleza interna pero también contar con la contención por parte de la familia y el círculo más íntimo. No solo al principio, sino también durante la vida adulta. En ese sentido, considera que una bailarina debe buscarse una pareja, no necesariamente del mundo del arte, pero sí que sea capaz de entender su profesión o, mejor dicho, su pasión por la danza.

“Esta carrera no se sostiene si no tienes una pasión profunda porque te desafía a tal nivel que si la pasión no supera toda esa exigencia no te sostienes”.

María Lovero | Foto: Amaru Piones

A los quince años, una de sus docentes en el Instituto del Teatro Colón la invitó a realizar una prueba en la compañía del bailarín y coreógrafo argentino Iñaki Urlezaga. Rindió libre los años que le quedaban de la carrera de baile y del colegio secundario y así dio por inaugurada su carrera profesional. Aunque, ya en ese entonces, era muy consciente de que en ese tipo de carrera nunca se deja de aprender, en el sentido de que siempre es necesario seguir perfeccionado la técnica y fortaleciendo el cuerpo.

“En la compañía de Iñaki Urlezaga estuve desde mis quince a mis diecisiete: dos años, dos años durante los cuales fuimos cinco meses a Italia, dos meses a España, toda Centroamérica, fuimos a China, fuimos a Tailandia, a Egipto, a Grecia, fueron dos años increíbles”.

Luego de esos intensos años de fogueo y giras mundiales, ingresa nada menos que al Ballet Argentino, la compañía del prestigioso bailarín, director y maestro Julio Bocca. Allí bailó doce meses junto a destacadas personalidades como Eleonora Cassano y Hernán Piquín recorriendo, en esa oportunidad, buena parte de Argentina. Como en ambos casos, se trataba de compañías privadas y muy propensas a las giras, con las que bailaba obras breves sin orquesta, cuenta María Lovero que, a los dieciocho años, sintió una especie de llamado interno para formar parte de una compañía estable de un teatro en la que pudiera bailar obras enteras con orquesta. Entonces le llegó la oportunidad de sumarse al Ballet de Santiago, en la capital de Chile, una de las mejores compañías de Latinoamérica. Ahí permaneció más de diez años hasta que empezó a mirar a Europa.

María Lovero | Foto: archuivo de María Lovero

“En Europa lo que sucede es que, en los grandes teatros, se sigue manteniendo lo clásico, aunque cada vez se ha ido incorporando un repertorio más mixto, pero lo fantástico de Europa es que hay más compañías. Por ejemplo, me parece que en España en todas las ciudades hay una compañía y, al menos hasta donde yo sé, tienen una línea más contemporánea”.

En efecto, María Lovero quería encontrar una compañía en Europa que le ofreciera un repertorio clásico, pero a la vez desarrollarse un poco en el ámbito contemporáneo, y eso es precisamente lo que encontró en la compañía de ballet del Teatro Nacional de Moravia-Silesia de Ostrava, en República Checa, donde se desempeña como bailarina principal en obras clásicas como El lago de los cisnes y El cascanueces, pero también desarrollando un repertorio más contemporáneo, a cargo de un grupo de coreógrafos checos. Cuenta que, a diferencia de lo que sucedía en Chile, aquí no se trabaja de lunes a viernes, sino de lunes a sábado. Y ese no fue el único cambio al que tuvo que adaptar su cuerpo.

“Estaba ensayando mi variación del Hada de los dulces y veía cómo caían los copos de nieve afuera y yo me sentía dentro del cuento”.
María Lovero

 

“Aquí hay varias obras pasando en simultáneo: El lago de los cisnes lo hicimos en octubre y lo presentamos de nuevo en marzo y en abril, en el medio tenemos Coppélia; entre tanto, tuvimos El cascanueces y fui aprendiendo Coppélia. Entonces estás constantemente teniendo que ensayar distintas obras y distintos estilos por lo que tu cuerpo se adapta de otra manera a estar recibiendo informaciones diversas todo el tiempo porque aquí no se hace cada obra por separado”.

A pesar de que los primeros meses no fueron fáciles, María Lovero agradece el apoyo y excelente trato que tuvo desde el primer momento por parte de sus directivos, maestros y compañeros de elenco. Por otro lado, asegura que la ayuda mucho vivir en un sitio tan cómodo y bonito como es el centro de Ostrava, rodeada por hermosos edificios neoclásicos y renacentistas. También cuenta que la sorprendió la oferta cultural de Ostrava, una ciudad, en su opinión, no tan grande y muy tranquila, que le sienta muy bien en este momento de su vida. Pero en estos meses que lleva viviendo en República Checa asegura que lo que más le llamó la atención hasta ahora fue la atmósfera tan particular de la época de Adviento.

María Lovero | Foto: Alejando Salazar Álvarez

“Y todo ese centro era como de cuento para mí porque era la primera vez que estaba, con todos esos mercados juntos en un solo sitio con un árbol gigante de Navidad, todo nevado. Para mí fue divina esa experiencia, esa Navidad blanca que nunca había vivido en mi vida, fue súper mágica y, además, estar bailando El cascanueces en esa época... porque esa obra fue creada en Rusia donde la Navidad es blanca siempre y ya en la primera escena se ven los copos de nieve y están todos abrigados, y así se representa en todo el mundo. Yo siempre había bailado El cascanueces en Latinoamérica con treinta grados de calor y aun así entrábamos todos abrigados en la primera escena con los copos de nieve. Como artista, por supuesto, hay que poder imaginarlo, pero estar acá te da un entendimiento de la obra: yo estaba en un ensayo haciendo mi variación del hada de los dulces y veía cómo caían los copos de nieve afuera y yo me sentía dentro del cuento”.

Otra experiencia muy interesante que le espera vivir pronto a María Lovero en el país es el inminente estreno de la película Tres semanas bajo el mar (Tři týdny pod mořem) del director checo Martin Kuba, en la que actuó y con la que, de algún modo, podrá dar otra respuesta a aquella pregunta de los amigos de su padre, Onofre Lovero, acerca de si iba a seguir o no sus pasos.