Los regalos más populares desde el pasado hasta la actualidad
Desde un puñado de nueces, una barra de pan, hasta electrodomésticos o actividades de adrenalina. Los obsequios navideños más populares entre los checos desde la Edad Media hasta la actualidad serán el tema de nuestro programa especial emitido con motivo del Día de San Esteban.
El equivalente checo a la Nochebuena es el Día Generoso (Štědrý den). En esta fecha, las familias checas se reúnen alrededor del árbol navideño para desenvolver su aguinaldo. La tradición de los obsequios queda documentada en el territorio checo desde el siglo XIV. Se sostiene que la gente tal vez se inspirara en el Nuevo Testamento, en el relato de los tres Reyes Magos y sus obsequios para el Niño Jesús. Mientras que en Latinoamérica es Papa Noel quien trae los regalos, y en España los Reyes Magos, en Chequia es el Niño Jesús (Ježíšek) quien se encarga de esta misión. La simbología del Niño Jesús se debe probablemente a la tradición de los pesebres que han formado parte de la decoración navideña en los hogares checos desde el siglo XVI.
En la época medieval se solía obsequiar principalmente a la servidumbre de granjas o residencias aristocráticas que recibían de sus amos pagas extra, comida o vestimenta. Los mendigos registraban en la Navidad también una época más próspera. Se volvió costumbre obsequiar asimismo a los funcionarios poderosos, lo que hoy tal vez llamaríamos corrupción.
La tradición de los obsequios arraigó en la sociedad checa plenamente en el siglo XIX, cuando se repartían regalos hasta en las familias más pobres, aunque a menudo se trataba solamente de fruta o nueces. El regalo siempre ha sido algo simbólico, afirma la etnóloga Vladimíra Jakouběová.
“Un regalo siempre ha sido una expresión de los sentimientos hacia otras personas. Se mantenía una cierta simbología. Las mujeres recibían de sus esposos, por ejemplo, un pañuelo rojo ya que este color simbolizaba el amor. Por su parte, a los hombres se les obsequiaba con algo que les calentara, como una bufanda o un licor. Los niños recibían juguetes, algunos hechos de fruta o de pan de jengibre, y cuando crecían, su regalo navideño era habitualmente una joya, como un anillo o una cadena“.
Festejos pobres, pero alegres
En 1918, la Navidad en la recién nacida Checoslovaquia se celebró en un ambiente alegre y entusiasta. La Primera Guerra Mundial causó una enorme falta de recursos materiales, por lo cual una barra de pan o un puñado de granos de café se volvieron regalos de lujo en muchos hogares. Por otro lado, esta situación despertó la creatividad y muchos se obsequiaban con regalos de elaboración casera como, por ejemplo, juguetes hechos de cerillas. Los niños de familias más adineradas solían obtener caballitos, dados o muñecos hechos de madera.
Artículos patrióticos en un país ocupado
Durante los tiempos de la Primera República, en las décadas de los veinte y treinta, uno de los regalos infantiles más frecuentes eran los osos de peluche, soldaditos de plomo, animales hechos de hojalata manejables con una llave o caballos balancines. Por su parte, las niñas de familias más pobres se entretenían con unas hojas de papel estampadas de las que recortaban muñecas y sus vestidos. Los regalos más populares entre los adultos eran electrodomésticos, como aspiradoras, planchas, tostadoras o neveras. Las personas cuyo bolsillo no les permitía comprar estos productos, regalaban telas para vestidos, zapatos, puros o licores.
Después de que los nazis ocuparan en 1939 el territorio checo y lo declararan el Protectorado de Bohemia y Moravia, se implantó un sistema de racionamiento, asignación de recursos limitados y bienes de consumo. Esta restricción llegó tan solo pocos días antes de la Navidad. Milada Rašková, que pasó su infancia en estos tiempos, recuerda estas dificultades.
“Toda la comida y vestimenta se repartía por cupones. La cantidad de pan no era suficiente para nosotros, porque como niños siempre teníamos hambre. Por suerte, mi mamá conocía bien al panadero, quien nos guardaba pan sin tener que presentar el cupón. Para comprar, por ejemplo, sábanas para la cama, mi mamá guardaba cupones durante medio año”.
Milada Rašková recuerda que el menú de la cena navideña no tenía nada que ver con la abundancia actual.
“Fue una maravilla, mi mamá guardaba los cupones para que pudiéramos comprarnos salchichas, pan y mostaza para la cena de la Nochebuena. Entonces, el racionamiento permitía como 200 gramos de carne por persona al mes. Mi mamá también preparaba dulces navideños de copos de avena tostada que sabían a nueces”.
En el país ocupado se registró una considerable venta de artículos relacionados con la temática patriótica, como los libros sobre la historia checa de František Palacký, Alois Jirásek, Karel y Josef Čapek; este último personaje se encontraba en aquel entonces encerrado en un campo de concentración. El sentimiento nacional se reflejaba asimismo en el número de ventas de tocadiscos con música de los compositores checos Federico Smetana y Antonín Dvořák.
No obstante, la creciente pobreza durante la Segunda Guerra Mundial impedía a muchas familias comprar regalos navideños. Además, en las tiendas no había muchos artículos, recuerda Milada Rašková.
“Entonces había pobreza en general, así que de los regalos ni hablar. Mis padres estaban felices de poder prepararnos al menos algo especial el día de la Nochebuena. Además, no había cosas que comprar. Después de la guerra la pobreza continuó. Me acuerdo de que el Estado regalaba a cada niño una colección navideña de chocolate y fue cuando comimos este alimento por primera vez, antes desconocíamos su sabor”.
Los problemas del Niño Jesús con el Abuelo de las Nieves
Con el comunismo llegó también el intento de destronar al Niño Jesús y colocar en su lugar a Ded Moroz o Abuelo de las Nieves, una figura mitológica eslava. El entonces presidente Antonín Zápotocký interpretó en su discurso navideño al Niño Jesús como una figura pobre que había nacido en una pocilga por culpa de los capitalistas. Según pronunció, el Niños Jesús maduró, salió del establo y se convirtió en Ded Moroz. Milada Rašková recuerda la campaña de promoción del culto de esta figura.
“Se hablaba del Abuelo de las Nieves en las escuelas, y también esta figura llegaba a las fiestas navideñas escolares. Es interasante que físicamente se pareciera a Santa Claus”.
Pese a toda la propaganda del régimen, el pueblo checoslovaco nunca permitió que los comunistas le quitaran al Niño Jesús.
Checoslovaquia vivió en la década de los cincuenta una crisis financiera y una escasez de abastecimiento, lo que provocó una oferta muy limitada de productos. Entre los regalos predominaban cosas prácticas, como ropa, juegos de sábanas, lápices de colores y accesorios escolares para niños. Con el creciente número de mujeres empleadas, surgió la necesidad de equipar los hogares con electrodomésticos.
El consumismo de los años sesenta
En la década siguiente, la economía se fortaleció y la Navidad empezó a volverse una festividad más consumista. Los regalos más populares para los niños eran las legendarias camionetas de plástico Tatra y una gran euforia la causaron los “céčka”, unos colgantes hechos de plástico con la forma de la letra “c”, que originalmente se utilizaban para colgar cortinas. En breve, los “céčka” se volvieron un artículo estrella para los coleccionistas. Juntados en cadenas, representaban un complemento de moda, un juguete y hasta un medio de pago.
Las niñas deseaban encontrar debajo del árbol muñecas hablantes y cochecitos de muñecas, mientras que los niños soñaban con un escaléxtric y modelos de coches, apunta Milada Rašková.
“Estaban muy de moda los modelos de coches pequeños. Se vendían en una tienda de importación en la Plaza de Venceslao, en Praga. Se formaban muchas colas, hasta me acuerdo de que en una ocasión la gente casi puso al vendedor contra la pared cuando se apretaban en fila hacia el mostrador. Para comprar los cochecitos había que pagar con los "bony“, unos cupones que se compraban por divisas y generalmente se conseguían de forma ilegal. Yo los guardaba y compraba los coches durante todo el año, conseguí unos cinco o seis".
Un gran éxito lo representó el juego de construcción Merkur de fabricación checa, que permitía construir prácticamente todo: desde coches, barcos, edificios hasta puentes. Desde Japón llegaron los monchichi, unos muñecos de peluche de especie no determinada que acompañaron a más de una generación de niños. Hana Červášková, que vivió su infancia en los años sesenta, recuerda lo que más deseaba encontrar debajo del árbol navideño.
“Yo quería un teatro de títeres con las típicas figuras de los cuentos de hadas checos, como Juan el Tonto (Hloupý Honza), el payaso, la reina, la princesa, etcétera. Cuando crecí un poco más, ansiaba tener una muñeca caminante. Me acuerdo de que la muñeca no se podía poner en posición sentada. Resistí como medio año, pero después la hice sentar y la muñeca ha dejado de caminar para siempre”.
También los libros formaban frecuentemente parte del aguinaldo navideño. Unos de los más demandados eran los de autores criticados por el régimen, como las historias de aventura del escritor checo Jaroslav Foglar o las novelas del escritor alemán Karl May, las que leía también Hana Červášková.
“Entonces en los cines se proyectaban las películas sobre Winnetou, el jefe de los apaches, basadas en las novelas de Karl May. Deseábamos mucho estos libros. Mi hermano y yo recibimos uno cada uno y nos pusimos a leerlos el mismo día. Después los intercambiábamos con nuestra vecina. Esto nos encantaba”.
Conseguir estos libros solía ser un reto. Como el régimen comunista consideraba las novelas de Karl May “una baratija imperialista”, las editoriales no publicaban muchos ejemplares, así que los libros desaparecían inmediatamente de las tiendas.
Todo por un pantalón vaquero
Winnetou no era solo un héroe indígena, sino también la marca de los primeros pantalones vaqueros de fabricación checa, que se presentaron en el mercado local por primera vez en 1967. No obstante, se trataba de una copia imperfecta del original occidental que hasta entonces era visto por las autoridades comunistas como una vestimenta inapropiada e indecente. Esta “fruta prohibida” despertó el furor entre los jóvenes y el pantalón vaquero occidental era uno de los regalos navideños más deseados. Los que no tenían familiares o amigos en un país occidental, se dirigían a Tuzex, unas tiendas especiales con artículos importados. Siendo uno de los artículos más demandados, se volvió escaso y, por tanto, muy costoso, apunta Milada Rašková.
“Eran caros, los de marca costaban aproximadamente dos terceras parte de mi salario mensual. Como moda no estaba muy bien visto por el régimen, ya que todo lo que era americano u occidental no les gustaba“.
Aunque la oferta en las tiendas era más variada que en la década anterior, dejaba aún mucho que desear, lo que se reflejaba también debajo de los árboles navideños. Resultaba que la gente recibía regalos similares. Tal vez fuera este el motivo por el que Hana Červášková registraba menos envidia entre la gente que en la actualidad, según confiesa.
“Yo personalmente no me acuerdo haber envidiado a otros niños. Entonces no nos envidiábamos como hoy día, pero es verdad que todos tenían cosas similares. En cuanto a la ropa de marca, antes daba igual qué vestía cada uno”.
En los años sesenta se solían mantener las tradiciones navideñas con más rigurosidad que en el presente, afirma Červášková.
“En aquel entonces, las tradiciones vinculadas con la cena navideña eran mucho más estrictas. Siempre tuvimos que preparar un pastel de manzana, sopa de pescado, después seguía pescado a la negra con knedlík, unas bolas de masa cortadas en rodajas, y también carpa empanada frita con ensalada de patatas. Había mucha comida y después de la Navidad ya sólo quería comer pan con mantequilla”.
Filas, filas y más filas
La limitada oferta causaba lógicamente unas colas largas en las tiendas. Durante la Navidad se prolongaban todavía más, especialmente para comprar frutas exóticas para aquella sociedad, como mandarinas o plátanos, recuerda Milada Rašková.
“Las mandarinas se importaban solamente en la Navidad. Muchas piezas estaban podridas después de un largo viaje y las vendedoras te las ponían indiferentemente en la bolsa y te las tenías que llevar. Se vendía una determinada cantidad de fruta por persona. Después llegaron plátanos y eso era todo. Las mujeres sabían que iban a traerlos y si la tienda abría a las ocho, ellas estaban esperando a partir de las seis”.
En los años ochenta llegaron al mercado checoslovaco unos juguetes que marcaron la infancia de varias generaciones, como el cubo de Rubik, un rompecabezas tridimensional de seis colores. Para resolverlo, hay que girar las partes del cubo para que cada una de sus caras se quede de un solo color.
Mientras que en el resto del mundo se hizo popular el muñeco de plástico diminuto conocido como Playmobil, Checoslovaquia y todo el Bloque del Este tenía su propia versión de este juguete – Igráček, que también representaba diferentes oficios. Los autores de este mítico juguete eran los checos Jiří Kalina y Marie Krejchová. Curiosamente, la idea de Igráček existía antes que su versión occidental, pero el paulatino procedimiento de fabricación socialista lo lanzó a la venta más tarde.
A finales de los años ochenta, la radio y la televisión finalmente pudieron emitir villancicos navideños que habían estado prohibidos por el régimen. Entonces vivieron su resurrección los juegos de mesa como parchís. Entre los checoslovacos se volvió muy popular el juego 'Carreras de caballos y Apuestas', basado en el mismo principio que el más conocido 'Monopoly', pero enfocado en compra de caballos y servicios. Inventado en 1985 en la Checoslovaquia comunista, este juego de principios capitalistas causó una gran polémica. El rotativo Rudé Právo tachó el juego de no respetar la moral socialista e introducir en la sociedad elementos capitalistas. Paradójicamente, esta crítica representó la mejor publicidad para el juego, que se ha convertido en un artículo altamente demandado.
Barbie y tamagotchi
Con el fin del comunismo y la apertura al mercado occidental, llegó a Checoslovaquia un sinfín de productos que marcaron la infancia de muchos niños. Iveta Svozilová, que creció en los años noventa, revela cuál era uno de los juguetes más populares.
“Siempre quería tener todo lo que se anunciaba en la televisión, como las muñecas Barbie con sus coches, casas y todo lo que estaba de moda”.
Otro de los juguetes más populares de finales de los años noventa era el Tamagotchi que causó un gran furor entre los jóvenes de todo el mundo. De esta mascota virtual japonesa con tres botones para cuidarlo y alimentarlo se lograron vender más de 80 millones de unidades en el mundo. Iveta Svozilová se acuerda de esta moda.
“Yo nunca he tenido un tamagotchi, pero no me daba pena porque en mi casa teníamos muchos animales y se me hacía ridículo comprar un animal virtual y darle de comer cuando en mi casa teníamos hamsters, papagayos, etcétera”.
Iveta revela qué es lo que va a regalar este año a sus sobrinos y al mismo tiempo reconoce que a veces no es fácil inventar algo original.
“Es muy difícil comprarles cualquier cosa porque tienen de todo. Como tienen muchos tíos, cada uno quiere regalarles lo mejor, entonces me cuesta mucho trabajo comprarles algo. Creo que les voy a comprar libros, porque de niña me gustaba recibir libros con muchos dibujos”.
Mientras que durante el comunismo la gente deseaba productos escasos en el mercado, en la actualidad se demandan novedades tecnológicas, celulares, computadoras, productos de belleza, viajes al extranjero o actividades de adrenalina. Las largas colas típicas para la época del comunismo se han convertido en la actualidad en espera a los transportistas quienes suministran los productos de tiendas electrónicas donde en 2017 el 80% de los checos compraron al menos un regalo. En 2018, los checos planeaban gastar una tercera parte de sus gastos navideños en tiendas electrónicas, según se desprende de la encuesta de ppm factum Research. El informe reveló también que el gasto medio en los regalos sería aproximadamente de 320 euros por persona.
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