Los destinos de vacaciones durante el socialismo
Una oferta limitada de viajes, largas filas en las agencias y un exceso de burocracia. A estos obstáculos se enfrentaban los checoslovacos ansiosos por conocer el extranjero. En este programa hablaremos de los destinos vacacionales favoritos durante la época totalitaria.
Muchos trabajadores gozaban de sus vacaciones bajo la batuta del Movimiento Sindical Revolucionario (ROH), la organización social masiva del país, que formaban parte de todas las empresas. Para sus empleados organizaban eventos sociales como el Día de la Mujer y asignaban viajes vacacionales. Esta forma de vacaciones organizadas no llegó desde la Unión Soviética, sino que arraigó en el territorio checoslovaco durante la ocupación nazi.
Tras la expulsión de los alemanes después de la Segunda Guerra Mundial, la organización ROH tomó un elevado número de hoteles y pensiones con el fin de convertirlos en lugares recreativos para los empleados con méritos. Según el comentario del vicedirector del Departamento de Atención Recreativa del ROH, Radislav Novotný, que compartió en 1974 con la Radio Checa, estos viajes organizados ganaban cada vez mayor popularidad.
“Las vacaciones organizadas por el ROH se han convertido en populares y atractivas gracias a su buena calidad y, especialmente, al ambiente de compañerismo. El interés actual supera nuestras posibilidades”.No obstante, las vacaciones organizadas por el ROH no eran para cualquiera. De la selección se encargaban comités especiales que valoraban los méritos laborales de los empleados. Los que no pasaban su selección, podían acudir a una de las cinco agencias de viajes estatales. El señor Čech, de la agencia de viajes Rekrea, compartió en 1963 con la Radiodifusión Checa las dificultades que los interesados enfrentaban a la hora de solicitar un viaje.
“La gente se forma en filas la víspera del día de compra para asegurarse sus vacaciones. El mayor interés se registra para la segunda mitad del mes de julio y la primera mitad de agosto. Es una pena que nuestras empresas planeen vacaciones en un intervalo de tan solo cuatro semanas, por lo que no podemos satisfacer a todos los interesados. Es como si la primera mitad de julio y la segunda mitad de agosto no existieran”.
Los mares soviéticos
Debido a la oferta limitada, viajar al extranjero durante el régimen comunista representaba para los checoslovacos todo un lujo. La mayoría de los destinos vacacionales ofrecidos por las agencias se encontraban en el Bloque del Este, en los países satélites de la Unión Soviética.
Así es que la mayoría de los turistas checoslovacos se dirigían a las playas y las aguas frías del Mar Báltico en Alemania del Este y Polonia, mientras que los más afortunados viajaban a destinos más cálidos como Bulgaria o Rumanía. Los viajes a Cuba y a Crimea se asignaban por méritos significativos.Los empleados que no alcanzaban a viajar a la playa, se dirigían a Balaton, el mayor lago de Europa Central, situado en Hungría. Los más acomodados se alojaban en hoteles, mientras que los campamentos representaban una versión más económica para pasar vacaciones en la playa. Los checoslovacos no podían viajar a los países del Bloque de Este libremente, siempre se les exigía una carta de invitación y los viajes se emprendían en grupos organizados. Probablemente para que los turistas no se dirigieran a lugares con pobreza, lo que habría arrojado una luz negativa sobre el régimen comunista.
La demanda por viajar al extranjero superaba considerablemente la oferta, lo que es notable en el comentario de la directora de la agencia de viajes Rekrea, Drahomíra Brožová, que ofreció a la Radiodifusión Checa en 1982.
“En este momento nos queda solamente un viaje a Rumanía en tren con literas con pensión completa para 17 días. También ofrecemos viajes más cortos de ocho días a Hungría, a Zamárdi y al lago Balaton”.
Un ojo de la cara y un maratón burocrático
Viajar al extranjero no era un pasatiempo barato. Un viaje a Rumanía costaba en aquel entonces más de 3000 coronas, poco más que el salario promedio de aquella época que era de 2800 coronas mensuales.A partir de 1962 se ofreció la oportunidad de viajar a las playas cálidas de la entonces Yugoslavia, pero pasada una década, los viajes se limitaron considerablemente debido a la inclinación del régimen yugoslavo hacia Occidente.
Cruzar los alambres de espinos fronterizos sin daños físicos y viajar a los países occidentales representaba todo un reto, que para muchos era imposible.
Habitualmente, los interesados en conocer Occidente se dirigían a las agencias de viaje con un saco de dormir, sabiendo que pasarían la noche esperando la cola para conseguir su viaje, o simplemente tenían que disponer de buenos contactos. Después de adquirir el viaje, venía un maratón burocrático para conseguir del banco el documento de promesa de cambio de divisas y la cláusula de salida emitida por el Ministerio del Interior.Debido a la amenaza de que los viajeros se quedaran en Occidente, se analizaba cuidadosamente su vida personal. Para evitar este riesgo, el régimen solía permitir el viaje solamente a uno o dos miembros de la familia. La oportunidad de conseguir los documentos necesarios para cruzar la frontera para las personas “de poca confianza política” equivalía a cero.
Fuera por escasos recursos o la represión política, los que no podían salir al extranjero emprendían viajes por el terruño checoslovaco. No obstante, de no contratar su viaje con el ROH o una agencia de viajes, les resultaba casi imposible encontrar alojamiento, según explicó a la Radio Checa Marie Larincová, de un hotel en la región del Paraíso Checo.“Todo nuestro alojamiento disponible se lo garantizamos a los turistas de la agencia de viajes Rekrea Praga. La colaboración es buena. En verano siempre estamos completos y se intenta llenar el hotel también en invierno. Por esto, no podemos reservar alojamiento para turistas casuales”.
Una de las causas de las escasas vacantes en los hoteles era la economía planificada, característica del régimen comunista. Cada unidad hotelera se veía obligada a cumplir con su plan anual que exigía llenar su capacidad completamente tanto en verano como fuera de temporada. Por este motivo, los hoteles firmaban contratos con agencias de viajes, que reservaban lugares para toda la temporada y en invierno organizaban cursos de capacitación y conferencias. Todo esto para cumplir con el plan.
Las “chalupas” y tiendas de campaña
El lugar vacacional preferido para muchos checoslovacos eran sus “chatas” o “chalupas”, o sea, casas de campo. Este pasatiempo se convirtió casi en deporte nacional. Mientras que los hombres se dedicaban al bricolaje, las mujeres disfrutaban de la jardinería. Para muchos representaba un lugar donde deshacerse del estrés causado por la vida en las ciudades.
Los que no gozaban del lujo de disponer de una casa de campo, se dirigían frecuentemente a los campamentos con sus tiendas de campaña. Las acampadas vivieron su auge en las décadas de los años setenta y ochenta. De no reservar su lugar con antelación, resultaba difícil alojarse. Algunos de los campamentos más populares se encontraban a lo largo del río Berounka o en la represa de Lipno.Muchos checos se dirigían asimismo al lago Mácha (Máchovo jezero) en la Región de Liberec, que ofrece una pintoresca vista a las ruinas del castillo de Bezděz. En este destino se encontraban los centros de recreación de una gran parte de las empresas checoslovacas.
A tres décadas de la caída del régimen totalitario, la gama de los destinos vacacionales de los checos ha aumentado de forma colosal. Aunque los paisajes checos y eslovacos, las playas de Bulgaria y las de los países que formaban la antigua Yugoslavia siguen gozando de una enorme popularidad, los checos exploran todo el globo.
Según la agencia ČTK, se dirigen masivamente a Italia, Austria, Grecia, España Turquía, Egipto y Túnez. Entre los destinos más exóticos destacaron durante el año 2018 Tailandia e Indonesia.