Aquellos maravillosos años perros es la novela checa más vendida de la década del 90: se tradujo a varios idiomas, fue llevada al cine y hasta tuvo una segunda parte. De lectura ágil y diálogos muy logrados, la obra maestra de Michal Viewegh permite conocer en detalle cómo era la vida durante el proceso de normalización.
Aunque tal vez no sea conocida en los países de habla hispana, la novela Aquellos maravillosos años perros de Michal Viewegh tuvo en Chequia un éxito rotundo. La historia de un hombre que, luego de contar su vida y la de su entorno, decide presentársela a un editor muestra la vida en la etapa de normalización, a través de una familia promedio a la que le asignan una vivienda muy precaria porque el padre no quiere sucumbir a las presiones políticas.
Al libro le fue tan bien que, además de haber sido traducido a varios idiomas y contar con una adaptación cinematográfica, tuvo una segunda parte: Mis maravillosos años con Klaus.
Sin embargo, a pesar de que suele ser el gran objetivo de casi cualquier proyecto, el éxito también puede volverse un arma de doble filo, tal como explica el profesor, traductor y especialista en literatura checa Daniel Sáiz Lorca.
“Desde un punto de vista literario, sobre todo en Chequia que es donde es conocido Viewegh, hay y ha habido cierto debate acerca de la calidad de sus obras. Como con todos los autores hay obras buenas, obras menos buenas y puede haber incluso obras malas pero justo en el caso concreto de Aquellos maravillosos años perros creo que estamos ante una obra digna, y de hecho yo creo que es la mejor obra de Michal Viewegh”.
Lo que explica Sáiz Lorca es que parte de la crítica le achacó a Viewegh su éxito comercial porque, a veces, los escritores que venden muchos ejemplares terminan volviéndose blanco fácil de los especialistas. Por otro lado, se trata de una novela con bastante humor y eso, según Sáiz Lorca, tampoco jugó a favor del libro porque, en algunos ámbitos, predomina una concepción muy solemne de la literatura, lo cual no deja de ser curioso, afirma, teniendo en cuenta la gran tradición humorística de la literatura checa que encabeza, por ejemplo, Las aventuras del buen soldado Švejk. En el caso de Aquellos maravillosos años perros, el humor parece anunciarse ya en la aparente contradicción del título.
“En checo ‘Báječná léta’ significa ‘maravillosos años’, en referencia a la infancia del protagonista, su despertar sexual y los mejores años de la vida de cada ser humano que suelen ser los de la infancia. Y lo de ‘pod psa’ que lo traduciríamos como ‘perros’ tiene connotaciones negativas, creo que no tanto en español, pero se refiere a que son años malos, justo la época de la normalización después de la invasión soviética de 1968. Entonces, por un lado tenemos la infancia, la pérdida de la inocencia por el despertar sexual y, por el otro, una época histórica que no acompaña precisamente”.
Sáiz Lorca aclara que esta novela no fue el debut literario de Michal Viewegh sino su segunda obra. Y le atribuye semejante repercusión a que su lectura es agradable y ágil.
Por otro lado, destaca la construcción de los personajes del libro que resultan muy verosímiles: no solo por la calidad de los diálogos en los que intervienen sino también por sus muchas imperfecciones que los vuelve no solo muy divertidos sino también una suerte de espejo en donde el lector puede llegar a reflejarse.
“A todos estos personajes les toca vivir una época complicada y se adaptan como hoy nosotros al coronavirus. Lo curioso, y que le da valor al libro, es que lejos de juzgar estos comportamientos, el autor se erige como notario: levanta acta sobre esa gente que actúa con esas circunstancias sociales y políticas, no juzga, describe y te da herramientas para tener una información de primera mano para imaginar cómo era la vida de una familia de clase media no afiliada al Partido Comunista en la Checoslvoaquia de los años sesenta a ochenta, y no es poco”.
En cuanto al estilo de escritura, Sáiz Lorca explica que en la novela se superponen distintos registros: hay pasajes descriptivos en un checo literario muy correcto y normativo pero también algunas expresiones que los personajes utilizan en lenguaje coloquial, lo cual le da al libro cierto sabor de calle y mucha vida, ya que, por ejemplo, aparecen algunas terminaciones y expresiones bien praguenses que dan cuenta de la época.
“Hay una cosa que también llama la atención que son las intervenciones que hace el autor de la novela, que está disfrazado de personaje porque el protagonista y el autor son más o menos lo mismo, una especie de alterego. Entonces, este autor de la novela que se llama Kvido está presentado un manuscrito de la novela que acaba de escribir a un editor.
Entonces, estás de repente leyendo y en medio de un capítulo aparece un comentario del autor explicando al editor algo de ese fragmento, o del editor desaprobando. Esas intervenciones son curiosas”.
Sáiz Lorca revela que ese rasgo metaliterario es uno de los elementos en común de esta novela con Don Quijote de la Mancha. Según su opinión, los autores se valen de ambas obras para criticar el momento histórico en el que les tocó vivir: en el caso de Cervantes, la España de Felipe II; y, en el de Michal Viewegh, el comunismo. Por otro lado, lo hacen con humor y da la casualidad de que ambos libros tienen también una segunda parte. Incluso recuerda Sáiz Lorca que, en algún pasaje de la novela de Viewegh aparece el adjetivo “quijotesco”.
En cuanto a la influencia dentro de la literatura checa, explica que si bien su humor se puede asociar a más de un clásico, alguna vez se lo definió a Viewegh nada menos que como el sucesor de Milan Kundera.
“A mí se me antoja un poquito excesivo eso porque ambos son muy críticos en sus obras pero el tratamiento es distinto. Yo creo que la crítica que hace Kundera, que también tiene su sentido del humor, es más sutil que la de Viewegh. Él es buen autor, su obra está bien pero quizás no llegue a ese nivel de maestría de Kundera. Sin embargo, sí es cierto que mantiene esa aureola de autores como Jaroslav Hašek que mezclan ironía y literatura, eso es algo muy checo que yo creo que puede gustar en los países de habla española”.
Según Sáiz Lorca ese humor proviene, nuevamente, de sus personajes mañosos: por ejemplo el padre que se vuelve muy controlador y termina de entrar en crisis cuando Kvido deja sus estudios. Sáiz Lorca revela que uno de sus personajes favoritos es la abuela materna, quien cree que viajando en sentido contrario a la rotación terrestre puede llegar a rejuvenecer. También aparecen los compañeros del padre que, sin tener más méritos que él, ostentan puestos mejores porque se han acercado al partido aun sin ser comunistas, solo por supervivencia; y su amante yugoslava. En definitiva, el libro ofrece una paleta muy curiosa y rica de personajes. Pero además de las posibles identificaciones, Daniel Sáiz Lorca tiene, definitivamente, un vínculo personal con esta novela.
“Mi relación con el libro se remonta creo que al año 1999: me contactaron de una editorial de Madrid que tenía intención de traducir autores de Europa del Este. En España, en los años 90, nadie estudiaba checo, bueno, ahora tampoco pero en los años 90 era más raro todavía. Me encargaron algunas lecturas de libros en checo, yo acepté y el primero que me mandaron fue este: recuerdo que tenía en la portada un fotograma de la película. El caso es que me encargaron un informe de lectura que fue favorable”.
Además de recomendar, por aquel entonces, su publicación Sáiz Lorca sugirió que el libro incluyera algunas notas aclaratorias para que los lectores hispanos pudieran entender algunas, citas, comentarios y hasta ciertos nombres como el de Gustáv Husák, presidente comunista checoslovaco, y hasta el de Pavel Kohout, autor disidente que, en la novela, aparece como amigo de la madre de Kvido.
Aunque sí se publicó otro de sus libros, La educación de las chicas en Bohemia, esta novela no llegó a traducirse y aquella editorial madrileña quebró.
Sáiz Lorca no pudo recuperar ese informe de lectura pero recuerda una frase en la que comparaba Aquellos maravillosos años perros con un caramelo. Porque dura poco y deja un buen sabor de boca.