Publicada en 2009 y traducida a múltiples idiomas, Por el país del frío es una novela tan polémica como singular en la que el destacado escritor checo Jáchym Topol aborda, de manera irreverente, un tema siempre sensible: la memoria histórica.
Hay algunos autores que preferirían borrar del historial su primera novela. Y, por el contrario, otros escritores parecen estructurar toda su obra en torno a esa publicación inaugural.
El creador checo Jáchym Topol (1962) pertenece al segundo grupo. De hecho, según Eva Kotrčková, hispanista y profesora de literatura checa, él parece haberse dedicado a reelaborar temas incluidos en su primera novela Sestra (Hermana), que además se publicó en 1994, un momento muy especial, tal como resalta Kotrčková, porque durante esos años aparecieron libros prohibidos durante el régimen, con lo cual se dio el hecho de que, entre las novedades, convivieran autores de distintas generaciones.
“Entonces Topol, bastante joven, cuando publica Sestra está como en la misma fila con Kundera, Kohout, Škvorecký, Havel, Vaculík, todos los autores que no se habían podido publicar antes, y además surge del underground: Topol tiene una historia personal bastante desatada, muy libre, salvaje”.
Kotrčková afirma que, además de tratarse de una novela muy buena y compleja que presenta una verdadera avalancha de metáforas, Hermana se transformó con el tiempo en una obra de culto. Uno de esos libros tan difíciles como atractivos a los que siempre se termina volviendo. Explica Kotrčková que Topol la escribió en Alemania, tras salir de su etapa más under, aprovechando las posibilidades que ofrecían los viajes y las becas literarias. Y, según cuenta la leyenda, la terminó en unas pocas semanas, trabajando entre diez y doce horas por día. En Hermana, por supuesto, ya pueden verse las principales características que harían de Topol un escritor especial.
“Yo sé que no es bueno etiquetar y mucho menos a Jáchym Topol pero yo creo que es casi el único autor posmoderno de la literatura checa. Lo demuestra con su mezcla de estilos, lenguaje muy rico, fuentes narrativas muy profundas, mezcla de géneros literarios, fines abiertos y poco claros, dejando que el lector sea el que interprete los hechos, sobrepone las capas temporales y espaciales, mezcla mito y realidad”.
Afirma Kotrčková que en la literatura de Topol nada es definitivo, nada está cerrado. Y eso quizás tiene que ver con su don poético ya que, según recuerda, durante su etapa under se hizo muy conocido como poeta. Si bien ella se lo imaginaba como un intelectual tímido y encerrado en su propio mundo para escribir novelas, dice que al conocerlo hace un par de años en una lectura se sorprendió con lo comunicativo y gracioso que es.
Por otro lado, recalca que Topol siempre se interesó por los marginados de la sociedad, algo que hoy sigue poniendo en práctica como director de programación de la biblioteca Václav Havel, en la que suele estar en contacto con polacos, eslovenos, armenios y bielorrusos.
Tal vez algo de ese interés se refleje en Por el país del frío, una novela muy importante de Topol publicada en 2010 que transcurre en el campo de detención de Terezín y luego en Bielorrusia.
La historia se centra en una curiosa organización que hace todo lo posible por conservar la memoria histórica. Como casi todos los libros de Topol, fue traducido a muchas lenguas. Pero Kotrčková hace notar el hecho de que en inglés, alemán, holandés y polaco le pusieron como título El taller del diablo.
“Y es macabro, de verdad, porque algunas intenciones de guardar la memoria no están motivadas por otra cosa más que ganar dinero, atraer turismo, vender recuerdos: platos, camisetas con uno de sus autores favoritos que es Kafka y un slogan de Terezín. Venden mucho y ganan dinero, pero… ¿para qué sirve ese dinero?”
Kotrčková se pregunta si el deseo de los integrantes de esa organización es realmente conservar la memoria de Terezín. Y si, en efecto, promover el turismo es la única forma de lograrlo. En todo caso, asegura que una de las grandes virtudes de esta novela son las reflexiones sobre la historia que expone desde distintos puntos de vista.
Ella rescata, por ejemplo, la búsqueda del personaje de Sára, una sueca muy afectada por la historia de sus parientes que emprende un viaje, otro tema muy recurrente en los libros de Topol, para vivir en carne propia los desastres que experimentaron sus ancestros pero también para encontrarse a sí misma.
“Y esta chica reflexiona sobre su viaje al Este explicando cómo buscaba el Este, qué es el Este, el Este como concepto, a mí particularmente me gustó esta parte porque pienso que los checos tenemos este complejo de decir que estamos en el centro de Europa: no somos ni Este ni Oeste pero queremos mucho pertenecer al Oeste”.
Concluye Kotrčková que se trata de una reflexión muy lograda y profunda, aun cuando no tengamos en claro las conclusiones de ese pensamiento. Entre otras cosas porque, según advierte, en la obra de Topol nunca podemos estar seguros de qué es en serio y qué no porque se trata de un autor con un gran manejo de la ironía y el humor negro.
Kotrčková señala que tampoco sabemos en qué año transcurre la novela. Y esa falta de referencias concretas la asocia con el gusto de Topol por la mitología, ya que la idea de lo atemporal permite que el lector tenga la última palabra. Algo similar sucede con el narrador de la historia, un personaje tan simple como misterioso.
“Es un narrador del que no sabemos nada, no lo caracteriza psicológicamente: seguimos sus actos, narra desde el punto de vista retrospectivo en la primera parte que pasa en Terezín pero siempre es parte de una comunidad de gente que no va con la corriente principal, están como en la periferia, también muy típico en otras novelas, tal vez por la herencia del underground y este sentimiento que él tenía”.
Lo único que sabemos sobre el narrador, aclara Kotrčková, es que nació en Terezín y toda su historia está vinculada a esa ciudad. Sin embargo, no se entiende cuál es su ideología ni qué es lo que piensa, como si estuviera tomado por la vorágine de los hechos. Eso se nota sobre todo en la segunda parte de la novela, en la que el narrador huye y al mismo tiempo busca algo, aunque otra vez no queda claro si lo que persigue es un fin noble y humanitario o, más bien, un lugar para estar a salvo y tranquilo.
También nota Kotrčková que existe un contraste muy claro entre el anonimato del narrador y la fuerte carga simbólica de otros personajes como Sára, la judía que viene del Norte o, mejor dicho, de ese Oeste tan admirado; la bielorrusa Marushka, que es como una hechicera que puede ser buena o mala pero gracias a la cual él logra sobrevivir en Minsk; y la alemana Ula, con quien emprende el último viaje de la novela en busca de la salvación.
Kotrčková asegura que, si bien parece sencilla a simple vista, Por el país del frío es una novela llena de capas que requiere de cierto tiempo y atención para poder ser leída con la profundidad que merece.
“No se puede leer como una novela histórica aunque hay algunos hechos históricos, pero tampoco es ciencia ficción aunque se pueda considerar un poquito apocalíptica al final o utópica, al principio, tal vez con la comunidad de Terezín, por ejemplo”.
Explica Kotrčková que, al publicarse, la novela generó polémica. Algunos críticos salieron a decir, por ejemplo, que un tema tan serio como el de los genocidios requería otro abordaje, a tal punto que lamentaban que la historia no hubiera sido contada desde un género más periodístico. Es decir que esa mezcla tan fuerte de ironía y delirio que caracteriza a Topol resultó un combo muy provocador. Kotrčková recuerda haber leído en una entrevista que él se defendió diciendo que el formato de reportaje no le hubiera servido para expresar todas sus ideas.
“Pero a pesar de todo eso, él recibió un premio muy importante en 2010 por este libro: el premio Jaroslav Seifert. Pero el comité dijo que fue por esta novela, aunque considerando toda su obra anterior”.
Lo que remarca Kotrčková es que la misma sensación de incertidumbre que transmite Por el país del frío parece haber calado hondo en el jurado del premio. Como si, en algún punto, sus integrantes hubieran buscado cierto resguardo al aclarar que, por las dudas, no estaban distinguiendo únicamente a esa novela. Y ese es, probablemente, uno de los efectos más comunes que suele generar la buena literatura.