“Las personas que salen de Ucrania quieren quedarse cerca para volver cuando todo termine”

 El puesto fronterizo de Medyka, en Polonia

Los refugiados ucranianos que cruzan a Polonia no quieren irse lejos para poder volver tan pronto como el conflicto termine. Los voluntarios en la frontera explican que toda ayuda es bienvenida.

Los refugiados ucranianos que llegan al paso fronterizo de Medyka, cerca de la ciudad de Przemyśl, quieren quedarse en Polonia o en países cercanos para poder volver a sus casas tan pronto como el conflicto termine. Los voluntarios de esta zona, llegados de todo el mundo, se dedican a dar la bienvenida y a acoger a las personas que huyen de la guerra. Dos de ellos han hablado con Radio Praga Internacional sobre su labor y experiencia en este punto clave, a 90 kilómetros de Lviv.

Foto: Andrea Alexandru,  ČTK/AP

Entre un ir y venir de gente, la voluntaria española Susana Menéndez está parada delante de una pared, a veinte metros del punto de control que separa Ucrania de la Unión Europea. Según explica, lleva varias horas esperando a una familia que está por cruzar la frontera. Las colas de entre 15 y 20 horas agotan a cualquiera, y quiere recibirlos de la mejor manera. Con una foto de la pareja y de sus dos hijos en su móvil, va comprobando una y otra vez las caras de los refugiados. Menéndez comenta que su trabajo ahora mismo es identificarlos y ponerlos en contacto con unos autocaravanistas que van a acompañarlos a España.

La voluntaria llegó hace una semana, pero hacía muchos más días que se lo planteaba. Por ello, en un momento determinado, decidió que tenía que ir y se plantó a Medyka con su marido.

“Vi que lo podía hacer efectivo y el lunes ya vinimos. Organizándolo allí, porque vine aquí sin contactos. Hice un llamamiento a mi familia, a mis amigos, para que me apoyasen económicamente porque veía que la gasolina iba a ser muy cara y al final pues fue desbordante la verdad”.

Foto: René Volfík,  iROZHLAS.cz

Cuando Menéndez llegó, rápidamente ya le dijeron que había mucho trabajo que hacer. Las tareas son muy variadas, desde ayudar a las personas a llegar a los autobuses que les acercan a la estación de tren o a los centros de acogida, hasta ponerlos en contacto con sus familiares o amigos. La voluntaria española también ha estado algunos días sirviendo café con un grupo de escoceses durante la noche, algo que considera esencial a causa del frío invernal. Además, consiguió medicinas para un grupo de médicos alemanes que se disponían a cruzar a Ucrania para atender a las personas al otro lado del paso fronterizo.

Aunque ella llegó sin estar relacionada con ninguna organización, ya durante su viaje a Polonia iba recibiendo mensajes y llamadas de personas ucranianas, de familias que estaban llegando a Przemyśl, y de otra gente que estaba dispuesta a ofrecer transporte o alojamiento. Esto, según apunta, también es muy importante. Aun así, hay personas que le han contactado desde España para acoger a familias refugiadas, algo que está resultando difícil. Casi todo el mundo quiere quedarse en los países cercanos o en la misma Polonia para poder volver a casa cuanto antes.

“Las personas que salen de Ucrania, como es lógico, quieren quedarse aquí cerca, porque piensan y esperan que la guerra termine pronto y quieren volver, porque lo dejan todo allí. Y vives estas escenas de separación terrible. Ayer por primera vez no pude evitar llorar”.

Y es que para Menéndez lo que afecta de verdad es el hecho de ponerle rostro a la desgracia humanitaria. Relata otro caso de una familia que llegó a la frontera, pero el padre tuvo que darse la vuelta mientras la madre y los hijos cruzaban a Polonia, llorando. En su opinión, solo con ver la vorágine de gente llegando ya te da una idea real de las consecuencias de una guerra.

Los voluntarios son los encargados de organizar la mayor parte de las instalaciones, por lo que cualquier ayuda es bienvenida. Menéndez apunta que al principio creía que solo podría acompañar anímicamente, pero que luego se dio cuenta de que había muchísimas necesidades pequeñas, puntuales, que no estaban cubiertas. “Son pequeñas cosas que casi no se ven, pero que son relevantes”, explica. Y cita a Madre Teresa de Calcuta, "Lo que tú no haces no lo va a hacer nadie".

“Ayer me fijaba en dos personas muy mayores, que iban caminando con mucha dificultad. Y tú vas pensando ‘Claro, dejan atrás donde querían morir seguramente, no saben cuando van a volver, si van a volver y lo que se van a encontrar cuando vuelvan’”.

Lviv en la actualidad | Foto: Pavlo Palamarčuk,  ČTK/AP Photo

Como ella, JD Huitt, de Estados Unidos, también llegó a Medyka hace una semana. En su caso, colabora con la ONG World Central Kitchen, una organización que se dedica a asegurar el acceso a la comida en distintas partes del mundo en conflicto.

El voluntario explica que vino expresamente a Polonia desde el continente americano para ayudar porque el conflicto le toca de cerca, y quería contribuir en lo que pudiese a un país que le ha dado mucho.

“Mi esposa y yo adoptamos a tres niños de Ucrania hace ocho años. Cada vez que veíamos las protestas, cada vez que veíamos donde se estaba dirigiendo la situación, como la guerra empezaba, cada vez que veíamos imágenes de lo que estaba sucediendo allí... Me entristecía. Y decidí venir. Nos toca muy de cerca la guerra, y nos afecta directamente como familia. Ucrania es un país que nos ha dado mucho y queríamos devolverle algo”.

Con la ONG, los voluntarios ofrecen platos de comida caliente a los arcenes del camino que conecta el paso fronterizo con la carretera más cercana. Esto para Huitt es muy importante, porque hay personas que llevan días sin ver ningún alimento. Por esta razón, ofrecer comida puede cambiar el día o la semana a las personas refugiadas, que se encuentran en una situación de vulnerabilidad extrema.

“Llegó una señora anoche que comió un tazón de sopa. Tomó la primera cucharada y de repente comenzó a llorar. Dijo que estaba muy bueno. Había estado viajando desde Odesa hasta aquí y solo había podido comer un trozo de pan en tres días. Y dijo que poder comer ese plato de sopa la hizo sentir una persona de nuevo”.

Huitt considera que se quedará en Medyka al menos cuatro o cinco semanas, no obstante depende de como evolucione la situación. Si se enquista, puede que se quede mucho más tiempo, incluso hasta Navidad.

Estar como voluntario en un espacio de posconflicto como es este paso fronterizo, tiene consecuencias emocionales. Huitt cuenta que es muy intenso, que tiene su foco puesto en el aquí y en el ahora, por lo que está muy desconectado de la realidad informativa.

Toda esta situación agota a los voluntarios y ya hay muchos que están empezando a irse. Por ello, muchas organizaciones buscan a nuevas personas dispuestas a ir a la ciudad polaca a contribuir en lo que puedan. “Creo que se van a necesitar más manos en las próximas semanas”, subraya el ciudadano estadounidense.

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