La venta de dulces ayuda a niños en países subdesarrollados

Foto: Escuela Mundial / Světová Škola

Acercarles a los niños checos los problemas del mundo actual y las preocupaciones cotidianas de los menores en países subdesarrollados, eso es lo que se propone el proyecto Escuela Mundial.

En total 84 escuelas de enseñanza básica y media de la República Checa se adhirieron hasta el presente al proyecto Escuela Mundial. Se trata de una iniciativa de la organización humanitaria Hombre en Emergencia que persigue impulsar en los niños el interés por cuestiones de carácter global. Entre estos figuran el cambio climático, la migración, la desaparición de algunas especies animales y vegetales, así como la hambruna en países de África, como destacara la coordinadora de este proyecto, Kateřina Sobotková.

”Aplicamos un método interactivo, queremos que los niños participen activamente, que nos planteen sus opiniones sobre los más diversos temas. Pero lo más importante es inculcarles que no basta con enterarse de algo, que lo más importante es hacer algo para ayudar, tratar de cambiar las cosas. Pueden comenzar con algo que no les gusta en su derredor, pero que el cambio sea visible”.

En el proyecto se pueden inscribir tanto escuelas de enseñanza básica como media, así como parvularios. No obstante, para recibir un certificado de Escuela Mundial, deben presentar cada año algún testimonio de lo que han hecho en beneficio de los demás.

Foto: Escuela Mundial / Světová Škola
En una escuela de enseñanza básica en Praga, los colegiales acordaron con sus profesores brindar ayuda financiera a un niño en África para que pueda asistir a la escuela. Rechazaron hacerlo en forma de una colecta de dinero, sino que decidieron hacer dulces para luego venderlos. La primera venta de dulces para ayudar a Peter, un joven huérfano de África, se realizó hace poco en ese colegio y tuvo gran repercusión, como lo confirman las palabras de la escolar Lenka.

“Sabemos que lo hacemos por Peter y que le ayudamos así a que pueda ir a la escuela y permitirse también otras cosas”.

La venta de dulces, hechos por los propios escolares, aportó unos 115 euros. Como destacara Kateřina Sobotková, a alguien podría parecerle poco, pero lo importante es que la iniciativa y su realización fueron de los propios escolares. El dinero reunido cubrió además una cuarta parte de la suma anual que la escuela de Praga se había comprometido a enviar a África.

En vista de los buenos resultados y el entusiasmo que despertó la actividad, los estudiantes decidieron continuar vendiendo dulces hechos por ellos mismos de forma regular, para que Peter pueda seguir estudiando en un liceo.