La unión de los checos y los eslovacos
El 28 de octubre de 1918, los checos y los eslovacos cambiaron el mapa del mundo al constituir un estado conjunto. Los motivos de la unión de ambas naciones eran diversos.
Las circunstancias de la Primera Guerra Mundial y la disolución del Imperio Austrohúngaro facilitaron a los políticos checos a llevar a cabo su extenso esfuerzo por establecer un país independiente, una labor que se inició oficialmente en octubre de 1915 con el Acuerdo de Cleveland.
Las Tierras Checas eran en aquella época hogar de personas de varias nacionalidades, como alemanes, húngaros y polacos, entre otras. Supuestamente, la concentración de minorías era la más alta del mundo. No todas las minorías simpatizaban con el surgimiento del nuevo país. Los alemanes, con más del 20%, representaron la segunda nacionalidad más numerosa de la nueva república. El establecimiento de Checoslovaquia representó para ellos una sorpresa desagradable, apunta el historiador Jaroslav Šebek.
“Los alemanes perdieron de pronto su estatuto de una nación hegemónica, convirtiéndose en una minoría en el marco de Checoslovaquia. Poco después de la declaración del nuevo estado, los diputados alemanes de las Tierras Checas conformaron el Movimiento Nacional Alemán que rechazó formar parte de Checoslovaquia”.
Con los eslovacos más fuertes en Europa
La cabeza de la resistencia checoslovaca, Tomáš Garrigue Masaryk, era consciente de que para ganar una mayor influencia política dentro de Europa y para resistir al poder de las potencias europeas, era imprescindible formar un estado con una población numerosa. Unirse con los más de dos millones de eslovacos, con los que además compartían un idioma similar, resultó, según Masaryk, beneficioso para ambas naciones, ya que los eslovacos se liberarían de la presión de Hungría que reivindicaba su territorio. Se optó por crear artificialmente la nación checoslovaca con el fin de constituir una nación mayoritaria dentro del país. No obstante, desde el punto de vista histórico y cultural, Eslovaquia estaba más próxima a Hungría. Entre los checos y los eslovacos existían asimismo profundas diferencias socio-económicas, apuntó Šebek.
“Mientras que los checos eran un pueblo industrial y urbanizado, los eslovacos eran más rurales y más orientados a la agricultura. Estos aspectos se reflejaban en diferencias económicas y sociales entre ambos pueblos. Ciertas discrepancias existían también en la mentalidad, mientras que los checos no eran devotos, los eslovacos tenían una fuerte inclinación por la religión”.
Los primeros desengaños
La primera decepción para los eslovacos llegó en febrero de 1920 tras la aprobación de la Constitución en la que no constaba la posibilidad de que el pueblo eslovaco pudiera independizarse en el futuro. Mucho malestar provocó una desequilibrada representación de los eslovacos en la administración pública y en el Ejército, lo que los checos justificaron con la proporción del número de eslovacos en el país.
En 1938, cuando potencias europeas aprobaron en el Tratado de Múnich la adhesión de una tercera parte de Checoslovaquia a la Alemania nazi, el Gobierno checoslovaco abdicó y los eslovacos formaron su gobierno. Un aňo después, los nazis convirtieron el territorio ocupado en lo que se conoció como Protectorado de Bohemia y Moravia y presionaron a los eslovacos a formar un estado independiente. Después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, ambas naciones volvieron a formar un Estado conjunto. Esta unión se prolongó hasta 1993, cuando se acordó la separación pacífica de checos y eslovacos.