La escasez durante el comunismo incitó la creatividad de los checos

Los altavoces dentro de barriles de cerveza, foto: Dominika Bernáthová

La falta de productos en el mercado socialista dio origen a unos curiosos inventos caseros, algunos sin parangón en el mundo. Decenas de joyas de bricolaje de la época del comunismo se pueden ver en la exposición 'Vivat Bricolador o Lo que el Mundo Aún No Ha Visto' (Vivat kutil aneb Co svět neviděl), en el Museo de Bohemia del Norte, en Liberec.

Un joystick con una caja de jabón,  foto: Dominika Bernáthová
Cortacespedes con bastones de hockey sobre hielo, altavoces fabricados con barriles de cerveza, palancas de mando de cajas de jabón y de potes de cómpota, hervidores de agua de vasos de plástico o una máquina para producir agua viva y muerta. Estos y más productos, expuestos en el Museo de Bohemia del Norte, no solamente confirman el proverbio local sobre las doradas manos checas, sino que muestran asimismo la extraordinaria invención de los checos.

La exposición 'Vivat Bricolador o Lo que el Mundo Aún No ha Visto' muestra joyas de bricolaje, procedentes de los años setenta y ochenta del siglo XX. El director del Museo de Bohemia del Norte, Jiří Křížek, explicó a Radio Praga a qué se debía la gran pasión por esta actividad creativa en la época del gobierno de un solo partido.

Los altavoces dentro de barriles de cerveza,  foto: Dominika Bernáthová
“El bricolaje parte de la escasez de productos occidentales y novedades tecnológicas en el mercado. La economía centralizada era bastante intrincada. No obstante, el fenómeno del bricolaje no se debía exclusivamente a esta insuficiencia, sino que se trataba también de una cuestión de moda. Si alguien quería, por ejemplo, un tocadiscos más avanzado, utilizaba dos barriles de cerveza, colocaba dentro los altavoces, les agregaba un amplificador y lo sujetaba todo a un chasis”.

Adquirir legalmente productos del llamado primer mundo era posible solamente en Tuzex, una red de tiendas especializadas donde era posible comprar exclusivamente por divisas o vales especiales. El alto precio de los artefactos impedía su compra a cualquiera, pero las tiendas servían al menos como fuente de inspiración, prosigue Křížek.

“Resultaba que si alguien quería, por ejemplo, una motosierra, entraba en Tuzex, echaba un vistazo y luego se la construía con un motor de una motobicicleta vieja en casa”.

Los Tuzex y los “sagrados” catálogos de Alemania Occidental

Cortacéspedes de hilo con un bastidor de hockey,  foto: Dominika Bernáthová
Los checos se inspiraban también en las revistas tecnológicas y los programas de televisión dedicados a los trabajos manuales, al igual que en catálogos comerciales importados desde el extranjero, apunta el director.

“Existían unos catálogos traídos desde Alemania occidental, que corrían de casa a casa, y se puede decir que para la gente representaban un material casi sagrado. En aquel entonces, la gente se fijaba en todo lo que se vendía en Occidente. Si alguien lograba viajar al extranjero e incluso comprar algo, con este producto inspiraba a los demás”.

Una lavadora con centrífuga de los aňos 50,  foto: Dominika Bernáthová
Lógicamente, no todos los componentes necesarios para el bricolaje estaban disponibles, pero los checos siempre sabían arreglárselas. Tal y como queda demostrado, por ejemplo, en un improvisado cortacésped de hilo.

“Para su construcción se aprovechó el motor de una lavadora pequeña sujetado a un bastón de hockey sobre hielo roto. Y el cortacesped de hilo estaba listo”.

“Made in Czechoslovaquia”

Los esquí-patines,  foto: Dominika Bernáthová
No todos los artefactos eran copias de productos occidentales. La pasión por las manualidades dio lugar también a diversos productos originales. Algunos de ellos fueron incluso patentados, afirma Křížek.

“Tenemos aquí unos patines-esquí, que entonces no existían ni en el mercado local ni en el occidental. Este esquí minúsculo con la fijación de seguridad lo inventó en 1967 Adolf Linek. Curiosas son también unas gafas contra la migraña, un antecesor del psico walkman. Aunque los médicos no están muy convencidos de su efecto curativo, hay gente que los compra. Un checo adelantó en los años ochenta este invento al sujetar unos diodos a unas gafas de natación. Este producto también fue patentado, pero no sé si llegó a tener efecto curativo”.

La máquina para agua viva y muerta,  foto: Dominika Bernáthová
Curiosa es asimismo una máquina para fabricar el “agua viva y muerta”. El truco consistía en separar el agua en dos partes mediante el método de electrolisis: el líquido vivo, de carácter alcalino, se utilizaba como desinfectante, mientras que el ácido, o sea, lo muerto, servía para curar problemas estomacales.

“El que tenía un reloj digital, era un héroe”

Reloj digital,  foto: Dominika Bernáthová
Algunos productos de bricolaje son en la actualidad muy valorados desde el punto de vista de un coleccionista, como es el caso de un reloj digital, explica el director.

“El que tenía en los años sesenta un reloj digital, era un héroe. El reloj que exhibimos en el museo fue fabricado en una empresa como regalo para un alto oficial comunista. Los trabajadores entonces pidieron diez veces más piezas de las que necesitaban para poder fabricarse un reloj de estos también para sus casas. Hoy día este artefacto representa una joya coleccionista, ya que la edad digital es icónica”.

“El que no roba, roba a su familia”

Conseguir los componentes para este tipo de artefactos via legal era a menudo un desafío. El que trabajaba en una fábrica tenía simplemente la vida más fácil, apunta Křížek.

“Muchos trabajadores se llevaban los componentes de las fábricas a sus casas. Por supuesto existían cláusulas para penalizar la sustracción de las propiedades del Estado, pero aquel sistema era fijado de forma que favorecía al proverbio: “Quién no roba, roba a su familia”. Es uno de los capítulos oscuros de nuestra cultura”.

Jiří Křížek,  foto: el Museo de Bohemia del Norte,  Liberec
Algunos objetos se llegaban a construir también mediante los componentes de juegos de construcción como, por ejemplo, una impresora de matriz del año 1990. Los aficionados asimismo intercambiaban las piezas tras afiliarse a una asociación estatal.

“Entonces existían grupos de radio amateurs y otros aficionados, pero los comunistas los juntaron todos bajo la organización 'Svazar' para tenerlos controlados, y evitar que, por ejemplo, pincharan sus llamadas telefónicas, etcétera. La gente podía intercambiar los componentes o incluso negociar con los países extranjeros”.

En los años ochenta empezaron a llegar a Checoslovaquia las consolas de videojuegos, que se conectaban a los televisores. Conseguir las palancas de mando y los ratones ya resultaba mucho más difícil, pero no para un manitas checoslovaco, apunta Křížek.

“Una persona hábil construyó un joystick con un pote de compota, al que agregó un conmutador. Asimismo hay aquí un ratón hecho con una cajita de jabón. Creo que muchos de los que se dedicaban a la fabricación de estos artefactos acabaron como constructores profesionales”.

Un pequeño tractor, fabricado con un coche antiguo partido por la mitad, un cuadriciclo de pedales construido con un carrito para bebés, guitarras eléctricas, un pesebre dentro de un gramófono o radio receptores de Onda Corta de fabricación casera son otros de los productos que despiertan la nostalgia en los testigos de la época y el asombro en los más jóvenes.

“La afición al bricolaje llegó con la educación”

Según sostiene Jiří Křížek, la afición de los checos por el trabajo manual no es fruto exclusivo de la época del socialismo, sino que sus raíces van más allá.

Una impresora construida de componentes de un juego de construcción,  foto: Dominika Bernáthová
“Creo que la afición al bricolaje en nuestro país se da desde el siglo XIX, cuando se empezaron a fundar escuelas industriales y cuando el nivel de la educación se disparó en general. En la época del Imperio Austrohúngaro ya existían muchos productos no asequibles para un ciudadano corriente, y estos conocimientos les permitían fabricarlos en casa. Seguramente, el buen sistema educativo tuvo mucha influencia”.

El éxito de la exposición motiva a Jiří Křížek para organizar otra muestra dedicada al bricolaje, y esta vez le gustaría presentar los productos construidos a partir de componentes de juegos de construcción. Uno de ellos ayudó, por ejemplo, al químico checoslovaco Otto Wichterle a inventar las lentes blandas.

La exhibición 'Vivat Bricolador o Lo que el Mundo Aún No Ha Visto', que nació en colaboración con el Museo del Bricolaje de Polná, se podrá ver en el Museo de Bohemia del Norte, en Liberec, hasta el 14 de febrero.