La ciudad de Cheb y el fantasma del hidalgo Wallenstein
En esta ocasión visitaremos Cheb, ciudad de Bohemia Occidental con algo más de 30 mil habitantes, situada en las proximidades de la frontera con Alemania. La influencia germana caracterizó parte de la historia de la ciudad y se percibe hasta hoy en día en la arquitectura local así como en algunas costumbres populares de la zona.
Partiendo de Praga, el viaje dura unas cinco horas. Además de la ciudad de Cheb es posible visitar en sus proximidades dos importantes balnearios, el de Frantiskovy Lázne y el de Mariánské Lázne que ofrecen tratamientos curativos y son atractivos también desde el punto de vista turístico.
Cerca de Cheb hay más de doscientas fuentes naturales de aguas minerales así como una reserva natural denominada SOOS, que es una turbera de la que se extrae fango utilizado en balneoterapia en las termas locales.
Hallazgos arqueológicos y fuentes históricas testimonian que la zona había sido poblada ya en la prehistoria. Los primeros eslavos se asentaron aquí, junto al río Ohre, allá por el siglo IX, pero en el siglo XI Cheb fue colonizada por tribus germánicas y posteriormente anexada por el imperio germánico. El emperador romano-germánico Federico Barbarossa concebía Cheb como punto estratégico en su política de expansión hacia el Reino Checo.Fue tan sólo a comienzos del siglo XIV que se logró unir definitivamente a la ciudad de Cheb al Reino Checo. Desde entonces, la ciudad fue testigo de un sinnúmero de conflagraciones bélicas que fueron dejando en ella sus huellas. Aún así, a lo largo de siglos Cheb mantuvo un alto nivel de desarrollo, que se elevó más todavía con la revolución industrial en el siglo XIX. Hoy en día, Cheb es un centro administrativo provincial y un importante punto de partida de la República Checa a Alemania.
Al turista que visita la ciudad de Cheb se le recomienda dirigirse primero al castillo local. Para ser más explícitos, hay que aclarar que más que castillo se trata de las ruinas del mismo. Sea como fuere, el castillo de Cheb es una de las pocas muestras de las antiguas residencias representativas de los emperadores germánicos, conservada en territorio checo. La fecha de la construcción del castillo de Cheb se desconoce, pero los historiadores afirman que fue en el siglo XII, ya que está confirmado que después del año 1170 pasó en él algún tiempo el emperador romano germánico, Federico Barbarossa.En la parte del castillo que mejor se ha conservado, hay una exposición permanente de fumistería, ya que la fabricación de estufas fue una de las labores características de la región hasta el siglo XX.
La muestra de mayor valor, según nos dijo nuestro guía, el historiador Stanislav Marchal, es la estufa que fabricara Willi Russ, uno de los mejores maestros estufistas de Cheb. Tiene más de tres metros de longitud y está ricamente decorada con ornamentación y temas de la vida cotidiana de los habitantes de la región de Cheb.
"Esta estufa fue fabricada durante la Segunda Guerra Mundial por encargo de un grupo de ciudadanos de Cheb que apoyaban al nazismo y querían hacerle un regalo a Adolfo Hitler. Por suerte, el regalo nunca llegó a su destinatario. Existía una comisión que decidía sobre lo que podía ser entregado al "führer" y debido a que la estufa de Cheb recogía motivos populares de la región habitada también, desde el punto de vista de los nazis, "por naciones de raza inferior", el regalo fue rechazado".La hermosa estufa fue ubicada en el sótano del cercano castillo de Loket, donde permaneció largos años bajo un montón de carbón. Al cabo de algún tiempo fue descubierta allí y, después de que especialistas reconocieran su gran valor histórico-artístico, la estufa fue instalada en el castillo de Cheb, formando parte de la exposición permanente.
Otra curiosidad del castillo de Cheb, según cuenta el historiador Stanislav Marchal, son los restos de una capilla de estilo románico, de las que se han conservado sólo dos o tres en todo el país, y la llamada Torre Negra, el punto más alto del castillo.
"El nombre de la torre se debe a su color que realmente es negro. Y es que para su construcción fue utilizada entre otro material, la tierra recogida en Komorní Hurka, una colina próxima a Cheb. Aclaremos que se trata del único volcán todavía en actividad, en territorio checo".Trasladémonos ahora al centro de la ciudad, a la Plaza de Jorge de Podebrady. Ésta debe su nombre al rey de Bohemia, Jorge de Podebrady, quien gobernó el país en el siglo XV y destacó por sus misiones diplomáticas a Europa Occidental. Fue el primer soberano europeo que intentó crear una "unión de paz" con el fin de mantener la paz en el continente, según recordó el historiador Stanislav Marchal.
"Aunque no todos los proyectos de Jorge de Podebrady hayan sido aceptados, la nación checa aprecia a ese soberano como a uno de los mejores diplomáticos de la historia nacional. Y Cheb fue una de las ciudades checas que siempre permanecieron fieles a ese soberano. También Jorge de Podebrady mantuvo una estrecha relación con la ciudad. En ella se celebraron las nupcias de dos hijos suyos y de una hija".
La plaza mayor de Cheb está rodeada de casas burguesas de la época, de dos a tres pisos, que desde lejos llaman la atención por su colorido. En los últimos años fueron sometidas a un amplio retoque, por lo que nadie diría que algunas de ellas datan de principios del siglo XIV.Figura entre ellas el edificio del nuevo ayuntamiento, del siglo XVIII, construido según el proyecto del famoso arquitecto italiano de la época, Giovanni Alliprandi. El ayuntamiento lo adorna una torre con un reloj. El mayor atractivo de la plaza no obstante, es sin duda el conjunto de edificios en su propio centro, denominado Spalícek. Las once casas burguesas que conforman este conjunto arquitectónico son bastante altas a la vez que angostas y están separadas entre sí por una estrecha callejuela, por la que incluso un niño pasaría con dificultad.
Existen muchas teorías sobre el origen de esas casas. La mayoritaria es que se trata del resto de los edificios originales de la ciudad, habiendo sido destruidos los demás por alguno de los grandes incendios que a lo largo de la historia dejaron sus huellas en el lugar.
Con la ciudad de Cheb, además del rey Jorge de Podebrady, está vinculada también otra destacada personalidad de la historia del Reino Checo. Se trata del hidalgo Alberto de Wallenstein, generalísimo de las tropas imperiales del siglo XVII, uno de los más famosos caudillos de la Guerra de los Treinta Años.De la ciudad de Cheb provenía la primera esposa de Wallenstein, Lucrecia Neksová de Landek, con la que el hidalgo se casó en 1609, según cuenta Stanislav Marchal.
"Wallenstein tenía entonces 26 años y Lucrecia era un año mayor. Tiempo después algunos cronistas afirmarían que el famoso caudillo se había casado con una "mujer vieja" por tener ésta una gran fortuna. Lo de la "mujer vieja" no era cierto, ya que la diferencia de edad era mínima. Tampoco era cierto lo de la fortuna, ya que fuentes históricas señalan que Wallenstein amaba mucho a Lucrecia y cuando ésta, al cabo de cinco años de matrimonio murió, el hidalgo mandó construir cerca de Cheb el monasterio de Valdice, donde hizo sepultar a su amada Lucrecia".
Alberto de Wallenstein era un caudillo muy hábil y para mantener su poder y privilegios, no vacilaba incluso en negociar con sus enemigos. Ello, no obstante, según narra la historia, la Casa Imperial no lo veía con buenos ojos y el emperador, Fernando III de Habsburgo mandó asesinar a Wallenstein. El asesinato fue perpetrado en una de las casas de Cheb el 25 de febrero de 1634. Hoy en día, en el edificio tiene su sede el Museo de Cheb.
Según la leyenda, todas las noches Wallenstein se aparece como fantasma en las calles de Cheb montando su caballo predilecto denominado "El Más Querido". El hidalgo, de rostro pálido, viste una camisa blanca, con una mancha de sangre en el pecho. El caballo avanza silenciosamente por la ciudad y luego desaparece dentro del castillo de Cheb.En el Museo de Cheb es posible conocer en detalle la historia de la vida y la muerte de Wallenstein, y admirar de cerca a "El Más Querido" que disecado se ha conservado hasta el presente.
"Se trata del más antiguo animal disecado en la República Checa y uno de los más antiguos en el mundo. Wallenstein quería mucho a su caballo y cuando lo mataron en 1632 en una batalla, el hidalgo mandó disecarlo, confiriendo ese trabajo a los mejores especialistas de la época".
Gracias a ello, según apuntara Stanislav Marchal, así como a las intervenciones posteriores de otros especialistas, el caballo de Wallenstein puede ser visto hasta el presente por todo turista que visite la ciudad de Cheb, en Bohemia Occidental.