La canonización de Santa Inés de Bohemia como un presagio de la caída del comunismo
Este miércoles se cumplen 25 años de la canonización de Santa Inés de Bohemia, una de las patronas de las Tierras Checas. A fin de eludir la visita del Papa Juan Pablo II a Checoslovaquia, el Gobierno comunista dio permiso a miles de peregrinos para cruzar la frontera y acudir al acto sacral en Roma.
Santa Inés de Bohemia era uno de los personajes más importantes de la vida religiosa checa. La princesa descendiente de la dinastía real de los Premislitas, nacida en 1211, renunció a la riqueza y el lujo para consagrar su vida a los pobres y necesitados. Tras convertirse en monja, destinó su dote a la fundación del Hospital de San Francisco y estableció la Orden de los Caballeros de la Estrella Roja, la única orden religiosa de origen checo. A pesar de haber sido venerada, la patrona del pueblo checo llegó a aumentar las filas de los santos ocho siglos después de su muerte.
Los arzobispos checoslovacos planearon celebrar el acto en el Estadio de Strahov en Praga en presencia del Papa Juan Pablo II. La visita del representante de la Iglesia Católica, uno de los símbolos de la resistencia anticomunista, no era sin embargo del agrado del Gobierno de entonces, según relató para la Televisión Checa el historiador Petr Kubín.“Los comunistas no querían que el Papa cruzara la frontera checoslovaca. Juan Pablo II quería llegar ya en 1985, sin embargo, no le dejaron entrar. Después, en la primavera en 1990, proclamó que la puerta estaba cerrada y que ahora por fin se había abierto”.
A fin de eludir la visita, los mandatarios del régimen realizaron un hecho sorprendente; concedieron permiso a miles de interesados en participar en el acto sacral en Roma. Otro de los motivos para autorizar la mayor salida legal del país fue la preocupación del régimen por no llamar la atención de los medios de comunicación mundiales en caso de que al acto acudieran solamente emigrantes checoslovacos.
Según relató para la Televisión Checa el secretario del Comité para la peregrinación a Roma, František Reichel, la inesperada complaciencia de los comunistas con el viaje a Roma superó las expectativas.“Cuando avisamos al Ministerio de TransporteS que queríamos un tren, nos preguntaron cuántos necesitábamos. Cuando necesitamos un avión, recibimos dos aeroplanos especiales”.
Al final el Estado concedió cien autobuses, cuatro trenes y dos aviones que trasladaron al Vaticano aproximadamente a diez mil checoslovacos.
Realizar un viaje a un país occidental representaba en aquellos tiempos un desafío burocrático, por lo cual el Arzobispado de Praga se convirtió en una especie de agencia de viajes, encargada de proporcionar divisas y otras formalidades necesarias para que los peregrinos pudieran pasar las fronteras checoslovacas.
Los ciudadanos concebían esta actitud del Gobierno como un giro político, ya que en su memoria permanecían recuerdos de los festejos del año anterior, cuando la Policía Política impidió que se convirtieran en una manifestación Los festejos de la canonización de Santa Inés, celebrada el 12 de noviembre, continuaron 13 días más tarde también en la capital checa con una misa en la Catedral de San Vito, según recuerda Petr Kubín.“Fue un acontecimiento eufórico. La catedral estaba llena y el ambiente único, creo que algo así se vive solamente una vez en la vida. Fue una fusión de tiempos de revoluciones profanas y sacras, ya que después de la misa la gente bajó a Letná”.
En la planicie de Letná se realizó la mayor manifestación a fin de exigir un cambio político fundamental en el país, protagonizada por cerca de 800.000 personas.