Juan Nepomuceno, un santo nacido de una leyenda

S.Juan Nepomuceno

Hasta el año 1866 los creyentes pudieron besar la presunta lengua de S.Juan Nepomuceno, exhibida en un precioso relicario en la catedral de S.Vito, en el Castillo de Praga. El jesuita Jan Votka calculó que con la media de 50 mil creyentes al año, la reliquia habría recibido desde el siglo XVIII 6 millones 850 mil besos.

S.Juan Nepomuceno
La supuesta lengua fue descubierta cuando se procedió en 1719 a la exhumación de los restos mortales de San Juan Nepomuceno. La conservación del tejido incorrupto que parecía carne viva, se consideró como un milagro y allanó el camino a la canonización del santo en 1729.

A los ojos de la Iglesia Católica, la lengua simbolizaba la firmeza del mártir que murió supuestamente porque había guardado silencio al ser instado a revelar el secreto de la confesión.

En el siglo XX los médicos forenses concluyeron que la reliquia no es una lengua sino un tejido del cerebro que se conservó gracias a las condiciones específicas de la sepultura.

El culto a S. Juan Nepomuceno que tiene estos curiosos aspectos, surgió de una leyenda.

En la segunda mitad del siglo XIV trabajaba al servicio del arzobispo Juan de Jenstejn el vicario general Juan de Nepomuk. Las relaciones entre el prelado y el rey Wenceslao IV eran muy conflictivas y Juan de Nepomuk sería víctima de sus enfrentamientos.

En marzo de 1393 el monarca mandó prender al prelado y a tres funcionarios del arzobispado, entre los cuales se encontraba Juan de Nepomuk. El arzobispo logró huir probablemente con ayuda de algunos cortesanos que temían las consecuencias del encarcelamiento del alto dignatario religioso.

Tras la fuga de Jenstejn, el rey se ensañó con los funcionarios del prelado que estaban en su poder. En una casa que se ha conservado hasta ahora cerca de la actual Plaza de Wenceslao, en Praga, el monarca asistió personalmente al interrogatorio de los sacerdotes presos. Colérico y ebrio, Wenceslao IV mandó llamar al verdugo y preparar los instrumentos de suplicio. A los torturados les quemaban con antorchas las ingles.

Con el transcurso de las horas, el rey se dio cuenta del alcance de su precipitación y decidió poner en libertad a los prisioneros.

Cuando retiraron de los instrumentos de tormento a Juan de Nepomuk, estaba inconsciente y unos momentos después expiró.

Estatua de S.Juan Nepomuceno  (Puente de Carlos,  Praga)
Los ayudantes del verdugo arrastraron el cadáver por las oscuras calles de la Ciudad Vieja de Praga hasta el Puente de Piedra, el actual Puente de Carlos. Hacia las nueve de la noche del 20 de marzo de 1393 tiraron el cadáver a las aguas del río Moldava.

La muerte de Juan de Nepomuk proporcionó un fuerte argumento a favor de los adversarios políticos del rey Wenceslao IV. La imagen negativa del monarca empezó a gestarse precisamente a finales del siglo XIV. El trágico destino de Juan de Nepomuk, que entraría en la historia como Juan Nepomuceno, jugó un importante papel en la leyenda negra de Wenceslao IV.

El arzobispo Juan de Jenstejn presentó una queja a la Santa Sede, relatando el comportamiento sádico del rey. Ello sirvió de inspiración a los cronistas medievales que describirían a Wenceslao IV como un clásico tirano.

Para ilustrar el malvado carácter del monarca, los cronistas inventaron, entre otras cosas, que como bebé orinó sobre la pila bautismal y como adulto ordenó asar a la parrilla a su cocinero.

En la medida en que cargaban en las tintas, a los ojos de los lectores de las crónicas crecía la grandeza moral de Juan Nepomuceno, víctima de la saña del rey.

Éste fue el origen del culto a S. Juan Nepomuceno a cuya extensión contribuyeron, además, dos circunstancias:los fenómenos que acompañaron su muerte y el traslado de sus restos mortales a una nueva sepultura en la Catedral de S.Vito, en el Castillo de Praga.

Los más antiguos cronistas que habían registrado la muerte de Juan Nepomuceno en 1393, notaron también que el verano de aquel año fue extraordinariamente seco.

La sociedad medieval atribuía un enorme significado a los fenómenos naturales porque de ellos dependía si la cosecha sería buena o mala, y los hombres medievales vivían con un constante miedo del hambre. La sequía que representaba un peligro para la cosecha, se interpretaba como un castigo de Dios.

Los cronistas se preguntaban cuál era la causa de la ira divina e inmediatamente respondían:la muerte de un sacerdote inocente.

Un cronista escribió incluso que en Praga se secó el río Moldava. Estos fenómenos dieron origen a que Juan Nepomuceno empezó a ser venerado como un mártir, aunque la verdad histórica es que él no murió por la fe. Fue la víctima de un enfrentamiento entre el monarca y el arzobispo.

Para los hombres medievales fue, sin embargo, la muerte de un mártir y hombre santo. Su sepultura en la catedral de S.Vito tenía fama de ser un lugar mágico. Se contaban historias de cómo los enfermos desahuciados por los médicos se curaron con el polvo recogido de la sepultura del mártir.

En las centurias posteriores, la tierra y el polvo de la sepultura de Juan Nepomuceno se convirtieron en objeto del comercio ultramarino. Las naves portuguesas transportaban este milagroso remedio a la India donde los misioneros curaban con él los males de los nativos.

La imagen del rey Wenceslao IV como un diabólico tirano y un segundo Nerón, y de Juan Nepomuceno como su contrario con olor de santidad, empezó a ser desarrollada también por religiosos y cronistas extranjeros.

El bávaro Andrés de Ratisbona explicó la ira de Wenceslao IV como reacción del rey a la presunta crítica de Juan Nepomuceno que supuestamente hubiera reprochado al monarca su mal gobierno.

En la imaginación del cronista austríaco Tomás Ebendorfer nació la leyenda que sería crucial para el culto a S. Juan Nepomuceno:la de que fue mártir del secreto de la confesión.

Aquí debemos explicar que el cronista se ocupó de Wenceslao IV porque éste fue durante algún tiempo emperador del Sacro Imperio Romano, como su padre, el ilustre Carlos IV.

Ebendorfer describió a Wenceslao IV como un soberano indolente y al mismo tiempo cruel e irascible. Como el cúmulo de las atrocidades del monarca el cronista relató que el rey mandó ahogar a Juan Nepomuceno, supuesto confesor de la reina.

El cronista austríaco adelantó la hipótesis de que Juan Nepomuceno hubiera muerto porque se había negado a revelar a Wenceslao IV el contenido de la confesión de su esposa. Así nació la leyenda de S. Juan Nepomuceno, presunto mártir del secreto de la confesión.

Los historiadores modernos opinan que se trata de una ficción que no tiene apoyo en hechos históricos reales. Sostienen que Juan Nepomuceno no fue nunca confesor de ninguna de las dos esposas de Wenceslao IV.

En la época barroca precisamente la leyenda de Juan Nepomuceno como guardián del secreto de la confesión facilitó tanto su beatificación como la posterior canonización en 1729. En aquella época, la popularidad de S. Juan Nepomuceno superó en Bohemia la del patrono checo S.Wenceslao.

Su culto se propagó al ultramar. Un extraordinario centro de una fervorosa veneración de S. Juan Nepomuceno fue la Ciudad de México. En la propagación de su culto se empeñó especialmente el jesuita Juan Antonio Oviedo, autor de la popular biografía del santo checo, editada por primera vez en 1727.

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