Josef Jařab, el capitán de la democracia
Tras la Revolución de Terciopelo, fue el primer rector electo de la Universidad Palacký de Olomouc, en la que sigue enseñando literatura norteamericana. Referencia ineludible de la cultura checa democrática, Josef Jařab invitó al país a un selecto grupo de escritores de habla inglesa, entre los cuales estuvo nada menos que el gran poeta Allen Ginsberg.
Profesor, crítico literario, traductor, editor y hasta senador checo, la trayectoria de Josef Jařab podría resumirse con el Premio Visión 97 que obtuvo en 2018, un prestigioso galardón internacional que destaca a los pensadores más importantes de la ciencia y la cultura, y que antes había distinguido, por ejemplo, a Umberto Eco, Zygmunt Bauman y Julia Kristeva.
Pero además, tras la Revolución de Terciopelo, fue el primer rector electo de la Universidad Palacký de Olomouc que, durante el comunismo, contaba solo con cuatro mil alumnos y hoy alcanza la cifra de veinticuatro mil.
Los tiempos están cambiando
Protagonista activo del cambio político, Jařab asegura que la revolución llevada adelante por los estudiantes en 1989 puso punto final al dogmatismo en la educación superior. En el marco de los actos que, en noviembre del año pasado, se realizaron en todo el país para conmemorar la Revolución de Terciopelo, la Universidad Palacký de Olomouc desempeñó un papel tan importante como emotivo.
“Tuvimos una representación de la huelga estudiantil acá en el edificio, exactamente como en 1989: toda esa gente 30 años más grande vino y fue hermoso, hubo mucha emotividad y nostalgia porque algunos tenían hijos e incluso nietos, y el líder del comité fue recordado con un minuto de silencio porque murió muy joven”.Jařab relata su experiencia al frente de la Universidad Palacký, cargo que ejerció desde noviembre de 1989 hasta febrero de 1997, en un libro de reciente publicación que lleva como título “Memorias de rector”. Y en esta entrevista revela que una de sus primeras medidas fue cerrar el Instituto de marxismo y leninismo y recuperar los edificios que, casi en su mayoría, habían sido ocupados por las tropas soviéticas.
“Fue difícil porque había poco dinero destinado a las universidades públicas y además no había profesores disponibles por lo que el cambio en la Universidad realmente se vio 30 años después, en el aniversario que tuvimos hace poco. Pusimos nuestra confianza en la generación más joven que se sumó al plantel de profesores como Nemrava, ellos eran chicos en ese momento”.
Una de esas dificultades, explica, tuvieron que abordarlas educando a sus propios profesores. Y entre las innumerables diferencias de la universidad de hoy respecto a la que había durante el comunismo afirma que la más evidente es la gran cantidad de intercambios e invitaciones que promueve la institución a estudiantes y profesores de todo el mundo, incluida Latinoamérica. Jařab da el ejemplo de su amigo, el profesor Jiří Černý, quien hace poco viajó para dar algunas clases en Chile, México y otros países de Latinoamérica.
En la actualidad Jařab se sigue desempeñando como profesor de literatura y cultura estadounidense. Pero no olvida que, durante el comunismo, debían aprender a leer entre líneas y con grandes complicaciones ya que, por ejemplo, libros fundamentales como “El cazador oculto” de Salinger tardaron muchos años en ser traducidos al checo.
“Para mí y para mí generación que crecimos como adolescentes luego de la Segunda Guerra Mundial, escritores como Hemingway, Fitzgerald y Faulkner eran nuevos y muy distintos a lo que estábamos forzados a estudiar de literatura checa. Por ejemplo se enseñaba muy poco sobre Karel Čapek en la era comunista. Solo a partir de que un profesor en Moscú decidió que era un humanista muy importante, alguna gente se animó a enseñar Čapek”.Lo extraño, remarca Jařab, era que la opinión de una persona provocaba que, de repente, Čapek pasara a ser menos negativo que Kundera o Škvorecký, que luego terminarían exiliados, o incluso Ivan Klíma que, si bien se quedó en el país, no podía publicar y apenas conseguía trabajo. Uno de los grandes desafíos que abordó Jařab en esa época fue haberse puesto a armar con su colega Jaroslav Kořán una antología de catorce poetas estadounidenses, un esfuerzo de ocho años que se proponía respetar cada estilo. Aunque terminaron el trabajo en 1988 no obtuvieron el reconocimiento merecido.
“Y este volumen iba a ser publicado para miembros de Jazz Section, un club de seguidores del jazz y la cultura estadounidense. Y esperábamos publicarlo en una edición de bolsillo con un papel muy económico, porque el grupo contaba con 10000 personas y necesitabamos muchos ejemplares. Sin embargo no sucedió: la policía descubrió el manuscrito y simplemente lo arruinó”.
Luego de la Revolución el cambio fue drástico: Jařab fue nombrado rector de Palacký y su amigo Kořán se transformó en alcalde de Praga. Además, la editorial Odeon les propuso publicar el manuscrito. Aunque, como lo habían perdido por culpa de la policía, decidieron pasar un fin de semana en una cabaña para rehacer ese trabajo lo más rápido posible. El libro se publicó en una muy cuidada edición a comienzos de 1990. Sin embargo no vendió nada bien porque, según Jařab, ya no tenía tantos lectores como hubiera tenido antes.
Una visita reparadora
De todas formas los tiempos ya habían cambiado y en esa nueva etapa pudo realizar otra tarea que también lo apasionaba: invitar al país a un selecto grupo de autores entre los que se cuentan Czeslaw Milosz, William Golding y el poeta Galway Kinnell.Pero, sin lugar a dudas, la visita más recordada es la de Allen Ginsberg, a quien Jařab conoció por primera vez durante un congreso en Estados Unidos en 1969, poco tiempo después de la ocupación soviética. Jařab y su familia se quedaron ahí durante 1969 y parte de 1970. Claro que ese no sería, por supuesto, el único encuentro que tendría con uno de los máximos representantes de la generación beatnik.
“Tuve una invitación de Harvard y viajé a Estados Unidos en enero de 1989 y por suerte volví antes de la revolución porque mi mamá estaba enferma y tuvo un ataque al corazón entonces yo regresé creo que en junio. Y en Estados Unidos le pedí a Ginsberg una entrevista”.
Ginsberg no sólo aceptó sino que además esa nota sería incluida luego en el libro “Mente espontánea” que reúne las mejores entrevistas que le hicieron al poeta entre 1958 y 1996. La edición cuenta además con un prefacio de Havel donde el presidente revela que siempre tuvo en alta estima a Ginsberg. Reconoce que, desde muy joven, supo apreciar su célebre poema “Aullido” y se sintió profundamente conmovido por su muerte prematura.
“Tuvimos una representación de la huelga estudiantil exactamente como en 1989: toda esa gente 30 años más grande volvió y fue hermoso, hubo mucha emotividad”.
Jařab recuerda que mientras le hacía esa entrevista pensaba en la necesidad de un cambio político que pudiera posibilitar la vuelta de Ginsberg al país, y esa posibilidad finalmente se concretó.
“En 1965 él había sido echado de este país por la policía secreta cuando hacía Kral Majales (Rey de Mayo) en Praga. Pero fue muy interesante que en 1990 hubo una conferencia en Nueva York sobre la cultura checoslovaca organizada por grupos disidentes. Estaban Klíma, Jáchym Topol y, para mí gran sorpresa, él vino a esa conferencia, a un año después de nuestra entrevista”.
Por supuesto aprovechó su presencia para invitarlo a volver a Praga. Ginsberg solo le dijo que eso es lo que venía soñando desde que lo expulsaron. La propuesta era perfecta: él no podía olvidarse de Praga y Praga se acordaba de él. Justo en ese momento, recuerda Jařab, llegó su amigo alcalde y, directamente, le preguntó “¿cuándo venís?”. Ginsberg respondió: “bueno, el próximo mes”.
“En 1965 Allen Ginsberg había sido expulsado de este país por la policía secreta cuando hacía Rey de Mayo en Praga”.
En mayo de 1990 Ginsberg llegó al país: estuvo en Praga, Brno, y en el Divadlo Hudby de Olomouc. Luego repetiría la visita en 1993. Lo primero que recuerda Jařab de esa experiencia fue que tuvo que explicarle a Ginsberg que nadie, por ese entonces, hablaba lenguas extranjeras y por eso hizo un poco de intérprete. También que el teatro estaba lleno y que, además de leer poesía, cantaron algunas canciones basadas en poemas de Blake. Un encuentro inolvidable que, al mismo tiempo, tenía gusto a reparación.
“Cuando él era un niño su padre y, sobre todo, su madre eran prácticamente comunistas, idealizaban la Unión Soviética y todo eso. Él muchas veces me dijo que, de hecho, antes de venir a Praga, había ido a Cuba porque era admirador de Castro pero quedó muy decepcionado porque Castro perseguía a los homosexuales”.Jařab cuenta que, en ese entonces, jóvenes que incluso no habían leído ni una línea de Ginsberg lo admiraban solo al entender que el sistema lo había proscrito. Y esa libertad que Jařab supo valorar en Allen Ginsberg se convirtió también en su propio estandarte. No solo en lo que respecta a la política sino también en lo que hace a la forma de entender la literatura. Sin ir más lejos, él rechazó de plano las críticas lanzadas por un grupo de conservadores cuando la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de literatura a Bob Dylan, quien, de alguna forma, es un continuador de Allen Ginsberg.
“Mi amigo Michael Žantovský, traductor y portavoz de Václav Havel y hoy director de la Biblioteca Václav Havel en Praga, que fue embajador en Washington y Londres, y escribió el libro Havel, es también el traductor de Dylan. Y cuando él empezó a traducirlo los dos sentimos que Bob Dylan es uno de los grandes poetas de Estados Unidos, en la línea de Walt Whitman y Ginsberg”.Además de hacer notar la coincidencia de que Dylan visitó varias veces Praga en los últimos años, Jařab recuerda una foto muy conocida en la que se lo ve junto a Ginsberg visitando la tumba de Kerouac, uno de los más importantes escritores beatniks. Esa generación que, como tantos otros autores extranjeros, señalaron una irresistible forma de libertad que, en tiempos difíciles, Josef Jařab se encargó de traducir entre líneas.