Ivana Trump, la checa que podría haber sido primera dama de EE.UU.

Ivana Trump

Donald Trump posee importantes lazos con la República Checa, país que ha visitado en varias ocasiones. Su exesposa y madre de sus tres hijos, Ivana Trump, originalmente Ivana Zelníčková, nació en la ciudad de Zlín. La esquiadora que escapó de la Checoslovaquia comunista y se casó con una de las mayores fortunas de Estados Unidos podría ahora volver convertida en embajadora.

Donald Trump,  foto: ČTK
En el rompecabezas de la vida y carrera del multimillonario Donald Trump hay una pieza de importancia “made in Czechoslovakia”. Su segunda esposa, Ivana Trump, su “exmujer preferida”, como él la llama, nació en la ciudad checa de Gottwaldov, hoy Zlín, lo que de forma natural hizo que tanto él como sus hijos establecieran lazos con la República Checa.

En buenos términos con su exmarido, al que ayudó en su campaña presidencial y con el que todavía colabora habitualmente, Ivana Trump ha sonado como la candidata más segura para ocupar el puesto de embajadora estadounidense en la República Checa. Todo esto hace todavía más interesante el saber quién es y de dónde viene.

La historia de cómo la esquiadora profesional Ivana Zelníčková pasó a convertirse en una de las adineradas damas de la alta sociedad estadounidense podría definirse como una especia de cuento de hadas postmoderno donde, junto al amor, comparten protagonismo la ambición y el dinero.

Esquiando hacia la libertad

Ivana Zelničková nació en 1949 en el seno de una familia de clase media y pronto demostró talento para el esquí, deporte al que se dedicó apoyada por su padre. En 1972 fue seleccionada como suplente para el equipo checoslovaco en las olimpiadas de invierno de Múnich, lo que le permitió salir al extranjero y ver el mundo occidental, por el que quedó cautivada.

Ivana Trump | Foto: Christopherpeterson,  Wikimedia Commons,  CC BY 3.0
De acuerdo con el entrenador de la selección de esquí, Pavel Zelenka, en entrevista para el semanario Týden, la joven Zelničková era una joven muy atractiva y enfocada a conseguir, sobre todo, el bienestar material, lo que conseguía en buena medida seleccionando cuidadosamente a su pareja de turno. El deseo de medrar y prosperar económicamente, algo que muy difícilmente podría haber hecho en la Checoslovaquia comunista, parece encontrarse como principal motivación para su emigración. En su novela autobiográfica ‘Viviendo sola para amar’, la que sería señora Trump describe una huida del bloque socialista digna de James Bond, saltando en esquí hacia Austria.

Esta versión, que predominó durante varios años, fue desmentida por la misma Ivana Trump en la Televisión Checa.

“En esa novela la mitad es verdad y la otra mitad es una invención, porque es una novela. Me gusta escribir novelas porque realmente uno se puede inventar lo que quiera, hacer lo que quiera, pero usar lo que uno ha vivido en su vida. No escapé en esquí a Austria, pero sí que era esquiadora, ni tampoco tuve un hijo en Alemania, no, es una invención porque es necesario tener una historia”.

La realidad fue que, en vez de escapar ilegalmente, lo que habría comprometido a toda su familia, prefirió hacerlo mediante una estrategia legal, casándose con el esquiador e industrial austriaco Alfred Winklemayer, con el propósito de obtener la ciudadanía austriaca. Como esposa de un austriaco, podía abandonar el país sin represalias.

No tardó en divorciarse y en trasladarse a Canadá para reunirse con su antiguo amigo George Syrovatka, que había emigrado previamente. En su nueva vida, afincada en Montreal, empezó prácticamente de cero, vendiendo material deportivo de esquí, y trabajando ocasionalmente como modelo. Su relación íntima con Syrovatka pronto se vino abajo. No pasaría mucho tiempo hasta que fuera sustituida por el hombre que marcaría su vida: Donald Trump.

Una buena caza

En 1976, cfuando Montreal organizaba sus olimpiadas de invierno, Ivana Zelničková viajó a Nueva York para trabajar como modelo en la propagación del evento. En un restaurante local conoció a un apuesto y adinerado galán que le ofreció su mesa, la invitó a cenar y después se la llevó en limusina. Se trataba nada menos que de Donald Trump, hijo del magnate Fred Trump.

Ivana Trump,  foto: ČT
Ivana Trump, acusada en ocasiones de arribista, ve su historia personal más bien como un ascenso fruto del esfuerzo y de la ambición personal.

“Yo no me preocupaba de cuestiones de dinero, era simplemente una esquiadora. El Estado se encargaba de mí, me enviaba al extranjero… Mis padres no vivían mal, mi padre era arquitecto, mi madre estaba en casa. Estábamos bien. Luego cuando llegué al extranjero tuve que empezar a cuidarme de mí misma, a ganar dinero, a aprender idiomas. Después hice más dinero, empecé a ganar mucho dinero. Me casé”.

Con la boda, celebrada en 1977, Ivana había entrado en la clase social más alta de Estados Unidos, en la élite de las élites. Donald Trump era ya entonces uno de los grandes nombres del sector inmobiliario neoyorquino, a cargo de la empresa de bienes raíces familiar, que más tarde se convertiría en la famosa Trump Organization.

Todos creen que me casé con un millón de dólares, que Donald Trump tenía millones y millones, pero no los tenía.

Los negocios marchaban bien, un mérito que Ivana Trump achaca sobre todo al buen trabajo de su exmarido y no tanto a la tutela familiar.

“Todos creen que me casé con un millón de dólares, que Donald Trump tenía millones y millones, pero no los tenía. Entonces ganaba unos 60.000 dólares al año, lo que hace 35 años era mucho dinero. Pero su padre no le daba dinero, no le decía, aquí tienes dos millones, ni nada, no le prestaba ni una corona. Todo lo ganamos nosotros solos, luego ya nos compramos un auto mejor, una casa mejor, y con el dinero sobrante había que ver qué se hacía”.

La clave fueron los inmuebles, que a pesar de algunos batacazos, por ejemplo en 1992, no dejaron de convertirse en una fábrica de dinero para el matrimonio Trump.

“Es una cosa que hay que aprender, cómo invertir el dinero, donde situarlo. Cada uno tiene su porfolio. Yo pongo el dinero no en joyas ni en bonos, donde se ha perdido tanto dinero, sino en terrenos. Y me ha dado resultado”.

La emperatriz Trump

El primer matrimonio de Donald Trump se convirtió en un fenómeno mediático, cuidadosamente seguido por toda la prensa del corazón del país. Los Trump eran un elemento indispensable de cualquier fiesta de la alta sociedad que se preciara de serlo.

Ivanka Trump,  foto: David Shankbone / CC BY 3.0
El ascenso social de la esquiadora checoslovaca produjo sin embargo cambios en su personalidad. En entrevista para Týden, la modelo francesa Renée Wevelsiep, en su momento amiga de Ivana, afirma que esta “se americanizó, se convirtió en una snob terrible. Escogía cuidadosamente con quién conversar y con quién no. Hablaba únicamente inglés, no quería por ejemplo, que alguien hablara checo con ella”.

No obstante, Ivana Trump afirma que ni a ella ni a su marido en ningún momento la riqueza les hizo perder constancia de quiénes eran y dónde estaban.

“Si uno habla con Donald Trump se da cuenta de que es un hombre con los pies en el suelo. A los que se les va la cabeza son esos cantantes y modelos que tienen un gimnasio en el avión y esas cosas. Los hombres de negocios tienen dinero y eso, pero son normales, quizás tienen mejores coches, un avión privado, pero tienen los pies en la tierra. Creo que en mi caso también”.

Renée Wevelsiep: Ivana se americanizó, se convirtió en una snob terrible. Escogía cuidadosamente con quién conversar y con quién no.

De hecho, lejos de querer convertirse en la mujer florero de un millonario, Ivana Trump se implicó en los negocios de su marido. Se convirtió en gestora de casinos y cadenas de hoteles, llegando a ser nombrada en una ocasión hotelera del año en Estados Unidos. Así describe cómo se distribuía el trabajo el matrimonio.

“Don es una persona que tiene visión, un visionario, y yo era administradora. Donald iba y encontraba una hermosa casa o un buen terreno para hacer un hotel, y me lo tiraba encima. Yo tenía que arreglármelas con los arquitectos, con el diseño interior, hacer un equipo de administración, y luego cuando todo ya funcionaba como un reloj suizo, me lanzaba otra cosa. Éramos un buen equipo”.

El matrimonio tuvo tres hijos: Donald junior, Ivanka y Eric, pero finalmente acabó derrumbándose y en 1992 llegó el divorcio. Según declaró Donald Trump en su momento, “se había convertido en un tiburón sin sentimientos, y yo en cambio necesitaba su abrazo femenino”.

El abrazo lo encontró en Marla Maples, con quien mantuvo una relación extramatrimonial y con quien, tras divorciarse de Ivana, se casó en 1993.

Con un pie en la República Checa

Puede que al principio de su vida de millonaria Ivana Trump rechazara su humilde origen checoslovaco, pero en cuanto fundó una familia hizo todo lo posible para que sus hijos estuvieran en contacto con sus raíces. Cada verano sus hijos lo pasaban en casa de sus abuelos, cerca de Zlín, y de hecho todos reconocen que sus primeros recuerdos son de aquel ámbito rural y algo atrasado, tan diferente del Nueva York donde residían habitualmente.

Me llevo para allá morcilla, “tlačenka”, y embutidos en general. El día antes de irme compro salami y otros productos checos. En cuanto al pan, allí se puede conseguir.

La estancias en Checolosvaquia servían para los niños de contrapeso al ambiente familiar en Estados Unidos, un tanto impersonal, con padres todo el día trabajando y algo ausentes, según reconoció el hijo mayor, Donald Jr., en una entrevista al Washington Post. Fue su abuelo, Miloš Zelníček, el que le enseñó a pescar y cazar, y el que le hizo en realidad de figura paterna.

También en este entorno, sin videojuegos, con pocos canales de televisión y sin lujos, los niños se empaparon de otros valores, como no tirar la comida, por ejemplo.

Las estancias veraniegas quedaron interrumpidas con el fallecimiento de Miloš en 1990, pero hasta el momento Donald Trump Jr. sigue hablando checo fluidamente e Ivanka afirma entenderlo, aunque no lo habla.

El entierro del padre de Ivana dio lugar a la primera visita de Donald Trump a Checoslovaquia, donde según afirma la viuda Zelníčková, el magnate de los inmuebles quedó fascinado con el paisaje funcionalista de Zlín.

Tlačenka,  el preferido producto checo de Ivana Trump,  foto: Adam Kebrt,  ČRo
Por su parte, Ivana Trump sigue visitando la República Checa regularmente, mantiene vivo su checo, aunque con cierto acento americano, y admite cargar las maletas con embutidos antes de subirse al avión de vuelta a Nueva York.

“Me llevo para allá morcilla, “tlačenka”, y embutidos en general. El día antes de irme compro salami y otros productos checos. En cuanto al pan, allí se puede conseguir. Hay muchos checos en Nueva York: en el Bronx y Brooklin. Cuando tengo una fiesta les digo a mis invitados que voy a hacer comida checa, y luego mando el chófer al otro lado del puente a un restaurante checo, a por “svíčková”, sopa de gulash y tal. Luego en casa, “cocino”, es decir, lo caliento todo”.

Una Casa Blanca con vistas a Praga

El divorcio de los Trump fue sonado y acabó de forma muy favorable a Ivama con una indemnización de 25 millones de dólares, una casa en Connecticut valorada en 14 millones y 350.000 dólares mensuales en concepto de pensión. Tras la experiencia escribió un libro de autoayuda, ‘Lo mejor está por venir: Lidiando con el divorcio y disfrutar de la vida’, destinado a aconsejar a otras mujeres como divorciarse inteligentemente, sacar el mejor partido y no dejarse llevar por las pasiones.

Si vienen los inmigrantes legalmente y tienen trabajo… ¿Por qué no? Necesitamos inmigrantes.

Y es que a pesar de un primer periodo de tensión y enfrentamientos, el entierro del padre de Ivana sirvió como punto de inflexión en el cual el matrimonio acordó un proceso de separación amistoso. Así lo explica Ivana Trump en entrevista para la Televisión Checa.

“Tenemos muy buena relación, sí. Todo duró hasta que se resolvió el tema del dinero. En ese momento todo se arregló. Muchos hombres no lo tienen como que esta es mi mujer y estos son mis hijos. Lo ven como un negocio: hay que ganar. Luego trabajé con Don, no tuve problemas. Pero muchas mujeres sí que los tienen”.

Ivana Trump se casó con Riccardo Mazuccheli, con el que se divorció dos años después, y en 2008 con el modelo Rossano Rubicondi, 24 años más joven que ella, con el que permaneció apenas unos meses. Aunque en principio su fortuna le permitiría vivir sin trabajar, sigue dedicándose el negocio de la hotelería y a la venta de joyas por teleshopping.

Con Trump sigue manteniendo una fuerte amistad, trabaja en ocasiones con él como asesora y precisamente durante la campaña presidencial le dio todo su apoyo público y algunos consejos en privado.

Ivana Trump,  foto: ČT
A la lógica pregunta de cómo una inmigrante que llegó sin nada a Estados Unidos puede apoyar la política antiinmigratoria fomentada por Trump, Ivana pone como ejemplo el caso de una mexicana embarazada que cruzó ilegalmente la frontera: “El niño automáticamente se convirtió en americano. Y luego ella trajo a toda su familia. La chica no paga impuestos, no tiene trabajo, pero recibió un apartamento, comida. ¿Quién lo paga? Por supuesto nosotros, que tenemos trabajo y pagamos impuestos”, cita la revista Týden.

Y matiza:“Pero si vienen los inmigrantes legalmente y tienen trabajo… ¿Por qué no? Necesitamos inmigrantes. ¿Quién va a pasar la aspiradora por nuestros salones? ¿Quién nos va a hacer la limpieza? Por supuesto, ellos. A los americanos eso no nos gusta”.

La buena relación con su exmarido ha hecho precisamente que el nombre de Ivana Trump suene como el más probable para ocupar el puesto de embajadora de Estados Unidos en Praga. A pesar de su falta de experiencia política y diplomática, es habitual que una parte de los puestos en las embajadas se reserven para que el presidente premie a colaboradores o a gente que ha colaborado en su campaña.

Autor: Carlos Ferrer
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