Hace 200 años los checos comenzaron a poblar el Banato en Rumanía
Hace unos 200 años, un comerciante de madera convenció a decenas de checos a mudarse al Banato, región del sur de Rumanía, a orillas del Danubio. El mayor grupo de checos se fue allá entre 1823 y 1825.
Antes de 1990, el Banato era una región habitada por miles de checos, pero casi olvidada en Chequia. Después de los cambios democráticos, ha sido redescubierta y comenzaron a efectuarse encuentros regulares de habitantes de ambas partes. A su vez, muchos jóvenes checos del Banato empezaron a volver al país de sus antepasados en vista de la difícil situación económica de esa región rumana.
El sacerdote Václav Mašek, una respetada personalidad de la comunidad checa local y que vivió en el Banato toda su vida, contó a la Radio Checa que los primeros checos que llegaban allá, así como los que llegaron ya en el siglo XX, en el marco de nuevas olas de emigrantes, quedaban bastante desilusionados.
“Había muchos adolescentes entre los checos que venían. Mi bisabuelo, que vino al Banato a finales del siglo XIX con otra de las olas de emigrantes, tenía 15 años al llegar. Se vino acá desde el pueblo checo de Žihlice, seguramente con sus padres. Vino, porque en Bohemia tendría que hacer el servicio militar, que era de 6 y hasta 7 años. Y ningún joven se casaba antes del servicio militar. Muchos estaban enamorados, pero se fueron al Banato en búsqueda de una vida mejor y lo que encontraron allí eran puras montañas y miseria”.
Para llegar al Banato, los checos viajaban primero a Viena y desde allí eran transportados en unas balsas hasta su destino. El viaje duraba más de un mes y al llegar al Banato, los checos se encontraron en medio de bosques. Y de lo que las autoridades rumanas les habían prometido, como 5,5 hectáreas de tierras por familia, que no deberán pagar impuestos y que los jóvenes no tendrán que cumplir servicio militar, no se cumplió nada.
“Cuando los checos llegaron al Banato, fueron divididos en grupos y cada grupo fue obligado a trabajar en cierta parte del bosque. Los hombres talaban árboles y las mujeres sacaban las raíces de los árboles. No era como ahora, que llega un buldócer y las saca de inmediato. A los jóvenes a su vez, los dejaban dos años tranquilos y luego los enviaban, dándoles un pequeño sueldo, a vigilar las fronteras rumanas en el Danubio. A las familias checas las dejaron un año sin pagar impuestos, pero luego tenían que pagar por todo. Lo único que recibían era un ducado al mes por familia. Algunas familias tenían cinco o siete hijos y vivir en esas condiciones era muy difícil. Las familias fueron obligadas a vivir en una sola casa, que eran cabañas de manera”.
El padre Václav Mašek dijo también que había reunido un cancionero con 343 canciones populares checas, que suelen cantarse en la comunidad de checos en el Banato. Hay allí también una que se interpreta mucho y que había sido compuesta por los checos de esa región montañosa, que nunca olvidan dónde están sus raíces. El texto de la canción, de la que un fragmento interpretó para la Radio Checa Václav Mašek, habla de que los habitantes del Banato, antes de que mueran, desearían ver una vez más Bohemia. ‘Qué bella eres, mi Tierra, tú eres la Patria de los checos’, dice la canción.
Lo cierto es, que los checos que habitan la región del Banato no dejan de recordar su patria y mantienen las tradiciones populares, tanto en el folklore, como en la forma de vestir y la comida. Es una comunidad sin par en Europa y el mundo, con gente muy amable, cariñosa y hospitalaria. Además, es como si uno retornara al siglo XIX también en el modo del labrado de tierras poco fértiles, con ayuda de caballos. Todo esto, seguramente, podría resultar atractivo para el turismo, además de que traería ingresos a una región que se enfrenta a una difícil situación económica, afirma Ivo Dokoupil, coordinador de la ayuda a personas de origen checo de la organización humanitaria People in Need.
Dokoupil está en contacto con los pueblos checos del Banato desde hace más de 20 años, dijo.
“Creo que cada persona que visitó uno de los pueblos checos en el Banato tuvo una sensación de haber viajado atrás en el tiempo. Como si uno se encontrara en otro siglo o milenio. También lo sentí así cuando en el 2000 visité el Banato por primera vez. La gente allí vive hasta el día de hoy una vida distinta a la nuestra, la mayoría se dedica a la agricultura. Las condiciones son duras y hasta primitivas, y la gente habla un checo antiguo, con dialecto de Pilsen y Kladno, mayormente. Son personas muy simpáticas, abiertas y cariñosas. Uno se siente como si regresara a su infancia, a la casa de su abuela”.
Dokoupil agregó que no todo es color de rosa, porque en el Banato tienen serios problemas con el sistema de agua potable, por ejemplo. Este es precisamente uno de los temas que ayuda a solucionar People in Need. No obstante, dice Dokoupil, mucho ha cambiado en los últimos 20 años. Irrumpió la civilización, el consumo, los televisores.
Hana Hermanová, bohemista y profesora de checo, trabajó de maestra en uno de los pueblos del Banato entre 2004 y 2007 y, según contó a la Radio Checa, también quedó encantada con la gente local y su modo de vida.
“Quedé maravillada de inmediato al llegar al Banato. Maravillada totalmente y enamorada de la región y los checos que viven allí. Uno se siente realmente en familia. Quiero señalar también que los checos allí son todos creyentes y esa profunda fe es, seguramente, el factor principal que los mantiene unidos y el motivo de que sean tan abiertos y amables”.
El encanto del Banato y las tradiciones de los checos de la región se mantienen hasta el presente, a pesar de la globalización y la llegada de la civilización a este rincón del mundo. Pero como insisten los historiadores, todo podría cambiar después de que desaparecieran los checos de mayor edad. Porque son ellos los que actualmente conservan las costumbres y tradiciones de sus antepasados, que comenzaron a asentarse en esa región de Rumanía a principios del siglo XIX.