Banát, un festival de cultura checa en Rumanía

Foto: Zdeňka Kuchyňová

Un tren con más de 1000 pasajeros ha partido de Praga a Rumanía, donde tiene lugar la octava edición del festival Banát de música y cultura checas.

Foto: Zdeňka Kuchyňová

En el verano se organizan muchos festivales de teatro, música y arte en la República Checa. Puede ser sorprendente por lo tanto que uno de los eventos que más promueve la cultura checa tenga lugar en Rumanía. Se celebra en la región de Banát, donde vive una comunidad checa desde el siglo XIX.

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Este año, al igual que en las dos ediciones anteriores, los participantes de Chequia viajan a Rumanía en uno de los trenes más largos en la historia checoslovaca. Tiene más de 18 vagones y unos 500 metros de longitud.

El festival contará con las actuaciones de la cantante Lucie Redlová y de las bandas musicales Mucha y Zrní. Sin embargo, Banát no es solo un festival de música, como apunta el organizador Štěpán Slaný.

“Organizamos diferentes conferencias en el festival. Vendrá por ejemplo el viajero Láďa Zibura, el reportero Janek Rubeš, el economista Tomáš Sedláček, y el médico Tomáš Šebek. Habrá asimismo dos talk-shows y una representación de teatro del grupo Vosto5”.

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Ya consolidado, el festival atrae cada año a centenares de personas, casi todos ciudadanos checos deseosos de visitar este lugar tan exótico y tan nacional al mismo tiempo.

Sin embargo, no se trata solo de una experiencia turística y cultural. Con su visita, los asistentes al festival Banát ayudan económicamente a los habitantes de Eibenthal, por ejemplo a través del alquiler de habitaciones. Gastan dinero también en los servicios y productos ofrecidos por los locales durante el festival, como explica el organizador Slaný.

“Para nosotros, este evento no es solo una cuestión de entretenimiento. Sirve sobre todo para promover el área y señalar los problemas que enfrentan los lugareños. Gracias al festival, las personas podrán aprender sobre la región de Banát y la comunidad de expatriados que vive allí”.

Al mismo tiempo, los organizadores tratan de ser respetuosos hacia la comunidad local, prosigue Slaný.

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“Tenemos una capacidad de 1500 personas. Podríamos vender muchas más entradas, quizás dos o tres veces más, pero eso dañaría al pueblo y la región. Queremos además que el ambiente sea auténtico”.

Para algunas personas, sin embargo, el problema no es solo el número de visitantes. Štepán Bouda de la Unión de Checos y Eslovacos en Rumanía advierte que una de las áreas problemáticas es la religión.

“En los comienzos del festival hubo muchos problemas. Las personas aquí son creyentes, cristianos. Lo más importante para ellos es la iglesia y la misa, así es como fueron criados. Cuando llegan a la zona más de 1000 checos, y a decir verdad, no todos se comportan como deberían y no respetan a la comunidad, los lugareños no están muy contentos”.

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La Unión de Checos y Eslovacos en Rumanía organiza por lo tanto otros eventos, más pequeños, con el fin de promover y mantener la cultura local, como dice Bouda.

“Tratamos de organizar eventos que promueven la cultura, la vestimenta y música tradicional de la época de hace cien años, porque no queremos que estas cosas desaparezcan”.

Los checos de la región del Banát viven en la zona desde la primera mitad del siglo XIX, cuando llegaron los primeros colonos y el territorio pertenecía al Imperio Austrohúngaro. En la actualidad la población de checos rumanos, llamados “pemi” por los locales, se ha reducido a cerca de 2000 personas.

El festival de Banát se prolongará hasta el sábado 24 de agosto.