Exlíder estudiantil rememora las protestas de la Revolución de Terciopelo
Monika Pajerová figuró hace 30 años entre los dirigentes estudiantiles que el 17 de noviembre de 1989 encabezaron la marcha por Praga en conmemoración del Día Internacional del Estudiante. Más tarde la manifestación se convirtió en una crítica al régimen, que fue seguida por multitudinarias manifestaciones en todo el país y la posterior derrota del comunismo.
A los estudiantes llenos de euforia se fueron sumando muchos habitantes de la capital checa, decenas de miles de personas que comenzaron a levantar su voz pidiendo la libertad y el fin de la opresión.
No obstante, en la Avenida Nacional (Národní třída) intervino contra los manifestantes de forma brutal la Policía. Monika Pajerová, en aquel entonces estudiante de la Facultad de Filosofía de la Universidad Carolina, y la única mujer entre los líderes estudiantiles que organizaron la manifestación, recordó en entrevista para Radio Praga Internacional aquellos sucesos.
“La mayoría quería ir a la Plaza Venceslao, por lo que doblamos a la Avenida Nacional, sin saber que entramos en una trampa”.
”En el cruce entre el malecón del Moldava y la Avenida Nacional se nos ocurrió por un instante que podríamos cambiar de dirección y dirigirnos al Castillo de Praga, al igual que lo hicieron los estudiantes en el año 1948. Pero la mayoría quería ir a la Plaza Venceslao, por lo que doblamos a la Avenida Nacional, sin saber que entramos en una trampa. Pasamos varias horas allí de pie o sentados, pidiéndole a los policías que nos dejaran pasar. Llegó la noche, todo estaba oscuro y hacía frío y había un gran caos. En esa calle estaban amontonadas decenas de miles de personas, la mayoría ya muy asustadas. Alrededor de las ocho o nueve de la noche estábamos convencidos de que no saldríamos tan fácilmente de esto”.
Monika Pajerová añadió que todos tenían en mente la masacre de Tiananmén, ocurrida en junio de ese año en Pekín, cuando los tanques intervinieron contra los manifestantes que ocupaban esa plaza. En Praga los estudiantes tampoco sabían si la Policía con perros y los miembros de la unidad antiterrorista que aparecieron en el lugar, intervendrían contra ellos con armas, comenzarían a disparar contra los manifestantes.
“En esa calle estaban amontonadas decenas de miles de personas, la mayoría ya muy asustadas. Alrededor de las ocho o nueve de la noche estábamos convencidos de que no saldríamos tan fácilmente de esto”.
Al visitar hoy la Avenida Nacional, donde en la esquina con la calle Mikulandská fue situada una lápida en recuerdo a los sucesos del 17 de noviembre de 1989, Pajerová recuerda en qué había pensado hace 30 años de cara a los policías con porras y escudos protectores.
“Tenía la sensación de que me había dejado engañar con cierta promesa. A mí personalmente me habían interrogado por primera vez a mis 16 años de edad por haber organizado unos cursos de idiomas para los disidentes, signatarios del manifiesto Carta 77. Pensé entonces que después de la lucha que llevaba desde hacía ya unos dos o tres años contra la situación existente, que ahora sí me habían atrapado”.
La exdirigente estudiantil sostuvo que en esos momentos también había pensado en su hija Emma que tenía un año y medio, y en todo lo que podía perder, incluyendo la posibilidad de acabar sus estudios superiores. Sentía una gran responsabilidad personal, según afirma.
“Pensé que nunca saldría de allí, que mi vida acabaría allí”.
”Personalmente traté de convencer a mis colegas y amigos tanto de la Facultad de Filosofía como de la de Periodismo, Arquitectura, de la Academia de Cine y la de Teatro, para que participaran el 17 de noviembre en la manifestación. Les decía que podía asegurarles, por primera vez y a lo mejor por última, que no les pasaría nada, que nadie les iba a golpear, no acabarían en la prisión, ni nadie les iba a interrogar, porque era una manifestación legal, permitida por el oficialismo”.
Por ello también, al cambiar la situación y enfrentarse los manifestantes con los policías, Monika Pajerová y un compañero con el que había conseguido los permisos para organizar la marcha, comenzaron a buscar al jefe de los policías. Como recuerda Pajerová, era imposible entablar un contacto con los uniformados, cuyos rostros parecían ser de piedra. Los policías y militares presentes eran personas en edad similar a la de los estudiantes, pero a pesar de ello no se comunicaban en absoluto con los manifestantes, recuerda Pajerová.
“(La gente) comenzó a levantar sus cabezas y a exclamar en voz alta: ¡Están golpeando a nuestros hijos!”.
“Debo decir que tuve una sensación muy desagradable, hasta horrorosa. Pensé que nunca saldría de allí, que mi vida acabaría allí”.
Al cabo de unas cuantas horas los policías con ayuda de vehículos transportadores comenzaron a apretar a la masa humana. Algunos manifestantes trataron de huir por la calle Mikulandská donde, no obstante, intervinieron contra ellos miembros de la unidad especial del Ministerio del Interior, los llamados ‘Boinas Rojas’, de acuerdo con Pajerová.
”Cuando los estudiantes golpeados partieron más tarde a sus hogares y allí contaron todo lo que había pasado en Praga el 17 de noviembre a sus padres y abuelos, las personas mayores enseguida lo asociaron con la intervención brutal nazi contra el estudiantado en el año 1939. Comenzaron a levantar sus cabezas y a exclamar en voz alta: ¡Están golpeando a nuestros hijos!”.Monika Pajerová recuerda el discurso que había pronunciado al comienzo de la marcha el 17 de noviembre de 1989 en la zona de Albertov, cuando había hablado del diálogo y la no violencia.
También recuerda los preparativos de esa actividad, el viaje a Alemania del Este para juntarse con colegas estudiantes de ese país quienes les aconsejaron unir la manifestación contra el régimen con otra actividad que los comunistas difícilmente podrían prohibir.
”Václav Benda, signatario de Carta 77 y padre de Marek Benda, uno de los organizadores de la marcha estudiantil, nos ayudó con el texto del cartel de invitación a esa marcha y fue también Václav Benda a quien se le ocurrió lo de la rosa, o sea que llevásemos en la mano una flor como símbolo de la no violencia. Eso me emocionó mucho. Tuvimos varias reuniones preparatorias en el hogar de Václav Benda, en la Plaza de Carlos, en Praga, donde seguramente la policía secreta comunista tenía instalada escuchas pero, por lo visto, el régimen había subestimado originalmente esta actividad”.
Monika Pajerová rechaza categóricamente no obstante que los disidentes hayan ayudado activamente con los preparativos de la marcha estudiantil. Afirma que la mayoría de los estudiantes no conocía personalmente a los signatarios de Carta 77 y del Comité de Defensa de las Personas Injustamente Perseguidas (VONS). Muchos estudiantes provenían de otras regiones del país, de zonas rurales, incluso de familias ‘examinadas’ por el régimen comunista.”Los disidentes no nos ayudaron con los preparativos de la manifestación, ni tampoco se lo habíamos pedido. Porque, según nos explicaron más tarde Václav Havel y Jiří Dienstbier, si nos hubieran ayudado, si hubieran asistido personalmente, la actividad habría terminado como las anteriores en 1988 y 1989. Se reunirían unos cuantos centenares o hasta mil personas que se conocían, y la policía secreta enseguida las habría detenido y no habría ninguna marcha. Ninguna marcha de Albertov a Vyšehrad, a través de toda la ciudad, la marcha movilizadora por el malecón del Moldava donde se fueron adhiriendo otras personas que a lo mejor hasta ese momento ni sabían que ese día había una manifestación estudiantil”.
“No teníamos ningunas fuentes financieras, ningunas armas, ni estábamos preparados para un enfrentamiento abierto con el régimen, en caso de que enviaran contra nosotros al Ejército y en caso de que Praga fuera cercada”.
Dos días después de la intervención policial brutal contra el estudiantado en la Avenida Nacional de Praga, en el teatro Činoherní Klub fue fundado el Foro Cívico, organización que reunió a representantes de las iniciativas independientes, de las iglesias, uniones artísticas y a todos aquellos que querían un cambio del régimen político mediante la negociación con el poder estatal. Como líder del Foro fue nombrado Václav Havel, recuerda Pajerová.
“Ellos se sumaron a nosotros dos días después, el domingo, cuando fue fundado el Foro Cívico. Eso fue muy importante. Pues si la chispa que encendió la revolución el 17 de noviembre de 1989 hubiéramos tenido que mantenerla nosotros, los estudiantes de las escuelas superiores, probablemente se habría apagado pronto. Éramos relativamente pocos para mantener una huelga de ocupación en los diferentes edificios. No teníamos ningunas fuentes financieras, ningunas armas, ni estábamos preparados para un enfrentamiento abierto con el régimen, en caso de que enviaran contra nosotros al Ejército y en caso de que Praga fuera cercada”.
Entonces corrían rumores de que el miércoles 22 de noviembre el régimen iniciaría una ofensiva, ocuparía las escuelas superiores, así como la Televisión Checoslovaca y la Radio Checoslovaca. En ese caso los estudiantes no tendrían ninguna perspectiva. Pero las cosas adoptaron otro rumbo.Esta ha sido la primera parte de la serie de Radio Praga Internacional denominada ’Tras las huellas de la Revolución de Terciopelo’. A lo largo de esta semana les daremos a conocer también a otras personas que hace 30 años participaron activamente en los acontecimientos que desembocaron en los cambios democráticos en la entonces Checoslovaquia.