El entrenador Frank Kudelka: “Aunque no pude conocerlo, mi abuelo checo me guía”
Con mucha voluntad y capacidad de trabajo, el argentino Frank Kudelka logró convertirse en técnico profesional de fútbol, llegando a dirigir a muchos equipos importantes de su país y de Chile. Y aunque nació poco después de que muriera su abuelo checo, asegura que esa perseverancia se la debe en parte a él, un luchador que emigró a la Argentina en el período de entreguerras y pasó de comunicarse con señas a destacarse en el oficio de sastre.
“Siento una conexión extraordinaria con mi abuelo y también una deuda: conocer República Checa”.
El entrenador argentino de fútbol Frank Kudelka recibió de su abuelo checoslovaco nada menos que la herencia de su nombre. Solo que cuando sus padres intentaron inscribirlo en el registro como František, le dijeron que, en el mejor de los casos, podían ponerle Frank. Algo similar le había sucedido a su abuelo al llegar a la Argentina: debido a que en esa época no se aceptaban nombres extranjeros, lo terminaron rebautizando Francisco.
“A mi abuelo yo no lo llegué a conocer, él murió en 1960 y yo nací en 1961 pero verdaderamente tengo tantas anécdotas que es como si lo hubiera conocido porque él estaba en un pueblo de inmigrante italianos, el único descendiente de otra nacionalidad, y bastante desconocida en ese momento, era él. Hubo varias anécdotas que mi madre, mi padre y mis tíos me fueron contando. Me hubiese gustado mucho conocerlo. Tengo un montón de esas vivencias contadas, sobre todo por mi madre, en cuanto a lo que él transmitía”.
Nacido el 13 de mayo de 1887 en Želechovice nad Dřevnicí, una pequeña localidad de la región de Zlín, František Kudelka combatió en la Primera Guerra Mundial junto a sus seis hermanos y, curiosamente, todos lograron sobrevivir. De hecho, se enteró de que a uno de sus hermanos lo daban por muerto y regresó del frente un año después del fin de la contienda. Poco tiempo después, su abuelo fue el único miembro de la familia que decidió irse porque preveía que podía venir otro episodio bélico similar o aún peor y no quería volver a vivir algo semejante. Se tomó un buque desde España y llegó a Buenos Aires junto a otros inmigrantes checos a los que llamaba paisanos. Agrega su nieto que como el único idioma que hablaba resultaba ininteligible en Argentina, durante mucho tiempo se comunicó solo por señas.
“Él llega a un barrio de Buenos Aires llamado La Boca, donde está el popular club atlético Boca Juniors, uno de los más grandes de Argentina, y en ese lugar había muchos conventillos, casas altas con muchas ventanas y familias, y él veía que todos, niños y mujeres fundamentalmente, estaban con una pipa en la mano de la que salía humo. Y no entendía cómo gente tan joven podía fumar tanto hasta que, claro, le dijeron que eso era un mate, una bebida típica que se toma a través de un recipiente con una bombilla y que no era nada dañino para la salud porque no era más que un té. Ahí conoció el mate creyendo que eran pipas que todo el mundo fumaba”.
Respecto a sus orígenes checos, dice Frank Kudelka que es algo a lo que le da mucha importancia, pero, al mismo tiempo, un tema a seguir explorando. Quienes conocieron a su abuelo siempre le decían que él tiene muchas características similares a ese verdadero luchador que nació en un pueblito y, en lugar de quedarse en una gran ciudad como Buenos Aires, terminó instalándose en otro pueblo, pero de un país tan lejano como desconocido. En la capital de Argentina su abuelo se puso a estudiar el oficio de sastre y pidió a la institución a la que asistía que, en cuanto saliera una oferta para trabajar en el interior del país, por favor le avisaran.
“Sale esa posibilidad, se toma un tren con su valijita y se va desde Buenos Aires a Freyre, que es un pueblito de la provincia de Córdoba donde está enterrado él, mi abuela y mi papá, donde aún vive mi mamá y de donde soy yo. Y ahí se instala como sastre de pueblo, tal es así que le transmite ese conocimiento a mi papá, que viaja a Buenos Aires para estudiar de sastre y ambos prosiguieron con ese trabajo gracias al cual fueron muy reconocidos. Cuando mi abuelo muere, mi papá sigue con ese oficio”.
Con toda esa experiencia de vida, cuenta Frank que su padre siempre le recomendaba, desde que era muy chico, mudarse en cuanto pudiera a una ciudad grande en la que hubiera más porvenir sin depender hasta las últimas consecuencias de un oficio que podía llegar a tener demasiados altibajos. Aclara que, en esa época, viajar no era tan fácil como ahora y el medio de comunicación más veloz era el telegrama. Obedeciendo a su padre, Frank se mudó a Córdoba para estudiar Ciencias Económicas, aunque su pasión por el deporte lo terminó alejando de la contabilidad. De Córdoba se muda a otra ciudad importante de Argentina llamada Santa Fé, donde se casa y forma una familia. Sin embargo, cuenta que, debido a su trabajo como entrenador profesional, tuvo que vivir en muchos sitios distintos, incluida la ciudad Buenos Aires. Justamente, como su abuelo.
“Yo siento que he tenido con mi abuelo una conexión extraordinaria. Es más, cuando visito el pueblo voy a verlo al cementerio a mi padre y también a mi abuela y a mi abuelo. Pero a mi abuela la conocí y a mi abuelo no. Pero es como que siempre he sentido esa conexión de alguien que me guía y me da opciones o caminos de vida a través de mi papá primero y después también con sus pensamientos. Eso es lo que siento y creo que hasta tengo una gran deuda: ir a ver su lugar natal, conocer su lugar natal. Conozco algo de Europa, pero no la República Checa”.
La actividad de entrenador profesional de fútbol es tan intensa que tuvo que posponer muchos viajes y tiempo con su familia. En todo caso, dice que no se arrepiente porque ese es el trabajo que eligió y lo valora mucho. Frank Kudelka dirigió muchos equipos importantes de Argentina como Unión de Santa Fe, Instituto y Talleres de Córdoba, Argentinos Juniors, Huracán, Newell’s y Lanús, y también la Universidad de Chile. Y aunque en 2017 fue distinguido como mejor entrenador de la liga argentina, él nunca se olvida de que, al igual que su abuelo, tuvo que abrirse camino con una particularidad que le significó algunos obstáculos: a diferencia de la mayoría de los entrenadores, nunca jugó al fútbol en primera división.
“Bueno, le ha pasado a técnicos incluso muy famosos de Europa como, por ejemplo, Mourinho, pero siempre quise insertarme. Mi papá me impulsó a salir de Freyre para ir en busca de algo mejor laboralmente hablando y, sin dudas, me inserté en una jungla. Porque al no haber sido jugador de fútbol y más por cómo es la cultura argentina, no me dejaban crecer porque esos puestos de técnico eran para los que habían jugado al fútbol. Pero, bueno, con ahínco y tenacidad, en eso me dicen que soy muy parecido al abuelo, creyendo en mí, y yendo en busca de lo desconocido, como hizo mi abuelo, logré lo que yo llamo el exitazo de mi carrera: ser entrenador de fútbol profesional sin tener un nombre previo. Las puertas no se me abrían, las fui abriendo en base a constancia y capacidad”.
A pesar de que suele seguir con mucha atención a la selección checa, cuenta Frank Kudelka que, lamentablemente, no puede ver los partidos de la liga porque casi nunca se transmiten en Argentina. De todas formas, reconoce que, en varios momentos de su carrera, se le pasó por la cabeza recurrir a su trabajo como entrenador para saldar esa deuda que siente que tiene con su abuelo.
“Siempre lo tuve como una idea poder dirigir allá. Es más: yo estuve a punto de dirigir al club Ludogorets Razgrad de Bulgaria y me acuerdo que llegué a viajar hasta ahí en avión. Hicimos escala en Frankfurt y en el mapa del avión veía que sobrevolábamos República Checa que está, más o menos, en esa dirección, y yo me decía a mí mismo: ‘Acá me gustaría dirigir, en la tierra de mi abuelo’. Verdaderamente lo digo. No tengo conexiones porque es casi imposible, pero se me abrió una puerta en Bulgaria, por qué no se me puede abrir aquí, me decía en ese momento. Pero nuestras conexiones fueron muy efímeras: en la época del mundial de fútbol de Argentina, en 1978, empezamos a recibir comunicaciones, a través de cartas, de los familiares de mi abuelo desde Checoslovaquia”.
Agrega Kudelka que su abuelo era bastante cerrado a la hora de hablar de su pasado y durante toda su vida tuvo pesadillas con la guerra. A raíz de su muerte, la familia perdió todo contacto con su país de origen. Y cuando llegó esa comunicación en pleno mundial de fútbol, el contexto era más que complicado: la dictadura militar gobernaba en Argentina y el comunismo estaba en el poder en Checoslovaquia. Por otro lado, las cartas que llegaban estaban en checo, y como el abuelo no había transmitido a nadie el idioma, al padre de Frank se le ocurrió visitar a un conocido checo que vivía en San Francisco, una ciudad cerca de Freyre, para traducir la correspondencia.
“Inclusive mi mamá les mandó un montón de regalos de aquí de Argentina y ellos nos decían que nunca les llegaban porque allá el comunismo les abría la correspondencia y veían qué escribían. Entonces solo les llegaba la comunicación que, como era muy placentera y nada agresiva contra el sistema, llegaba a destino”.
Con tenacidad, como mi abuelo, logré lo que yo llamo el exitazo de mi carrera: ser entrenador de fútbol profesional sin tener un nombre previo”.
Como los tiempos que requería la lectura y redacción de las respuestas se hacían tan largos, cuenta Frank Kudelka que, de a poco, esa comunicación se fue diluyendo hasta que, luego de la caída del comunismo, en algún momento de la década del noventa, volvieron a llegar novedades.
“Empezaron a aparecer cartas un poco más legibles, aunque también en checo, y después en inglés porque la comunicación fluyó, de Jarmila Rycherová, que no recuerdo si era una hermana o una prima hermana de mi abuelo. Y tuvimos una comunicación muy fluida a tal punto que ella sacó pasajes para venir a Argentina, pero no sabemos qué pasó, porque después nos enteramos de que esa mujer murió en la previa del viaje. Es más, con mi papá fuimos a Buenos Aires para esperarla al aeropuerto internacional y nunca llegó. Se volvió a cortar la comunicación hasta este mismo año cuando volvió a aparecer una prima de mi abuelo muy viejita que creo que vive cerca de Želechovice nad Dřevnicí y ella nos envía cartas y, en eso me gustaría recibir alguna ayuda, porque hoy en día no nos podemos comunicar a través de un email, aunque sea, o un WhatsApp”.
A menos que suceda algún tipo de milagro, empieza a sospechar Frank Kudelka que, a pesar de todos los avances tecnológicos que existen en la actualidad, quizás el mejor modo de retomar el contacto con su familia checa y, por lo tanto, con el legado de su abuelo, sea tomándose un avión.