Markéta Kovaříková, checa de nacimiento y chilena de adopción
Hace cinco años viajó a Chile para abrir una sucursal de una empresa checa y, si bien el plan inicial no salió nada bien, se enamoró tanto de su cultura y su gente que se terminó quedando allí más de dos años. Y aunque hoy vive otra vez en Chequia, Markéta Kovaříková cocina cazuelas de pollo, usa modismos como ‘cachái’ y no descarta mudarse definitivamente a su lugar en el mundo.
Cuando Markéta Kovaříková tenía veintitrés años y trabajaba como gerente en una corredora de bolsa, le surgió la posibilidad de abrir una sucursal en Latinoamérica. Más precisamente en Chile. Como no hablaba español, se puso a estudiar desde cero el idioma con el objetivo de abrir y dejar funcionando esa filial en Santiago de Chile. Y aunque el plan inicial no llegó a buen puerto, esa experiencia le posibilitó algo mucho más importante: descubrir, nada menos, que el país de sus sueños.
“Estaba sin trabajo y sin visa, pero aun así me dije que quería quedarme en Chile”.
“Bueno, no salió: en un año y algo tuvimos que cerrar la empresa porque los gastos eran súper altos, los chilenos llegaban tarde y yo los retaba pero luego me decían que era mi culpa por retarlos por llegar tarde... Algo inconcebible para un checo, y entonces mi jefe decidió irse a Perú y yo decidí quedarme en Chile. Así que estaba sin trabajo, sin visa y tuve que entregar mi departamento, pero aun así dije que quería quedarme en Chile porque en ese momento ya tenía amistades chilenas. Siempre he tenido suerte de conocer personas de allá. No me juntaba con los checos que estaban allá, no me juntaba con los extranjeros, también creo que por eso se me pegaron tanto los modismos y hasta cocino algunas cosas chilenas, porque me enseñaron de todo”.
Entre las especialidades chilenas que Markéta Kovaříková sabe hacer se destacan el pastel de choclo, las empanadas y la cazuela de pollo; mientras que sus modismos favoritos son ‘cachái’, ‘¡mich!’ (que expresa sorpresa) y ‘carretear’ (salir a divertirse). De hecho, cuando se la escucha hablar resulta casi imposible pensar que no es chilena. No obstante, las cosas no fueron tan fáciles porque, tal como ella misma cuenta, tuvo que empezar de cero, aunque esas incipientes amistades y, sobre todo, una profunda intuición que, de a poco, se convertía en certeza, la terminaron convenciendo de lo que para algunos de sus compatriotas podía resultar inaudito.
“Yo creo que en la República Checa no me entendían y allá en Chile pude ser yo, pude ser yo misma. Me aceptaron tal como soy si a veces reaccionaba de una manera no tan agradable, y así yo conecté. O sea, yo me vine con un compañero checo y él se fue llorando porque no conseguía ‘chlebíčky’ y el KFC en Chile le parecía un asco, así que dijo ‘yo no voy a aguantar más acá, extraño a mi familia y me voy, entonces se fue’”.
A medida que iba mejorando su nivel de español, una de las primeras cuestiones que tuvo que ponerse a resolver fue el tema laboral. Entonces surgió algo totalmente inesperado: luego de una sesión de fotos que no tenía más propósito que el de divertirse, algunos de sus amigos chilenos le propusieron la idea de dedicarse al modelaje publicitario. Esa tarea la ayudó a atravesar sin apuros económicos los dos años y tres meses que vivió en Chile, hasta que la pandemia de Covid la obligó a volver a Chequia, aunque reconoce que ese trabajo nunca dejó de generarle dudas, básicamente porque no quería ser reducida a una cara bonita.
“Hice fotos para clínicas, hice fotos para distintas bebidas energéticas y también hice mucho canje: comía, entrenaba, carreteaba… todo eso gratis”.
En México, donde permaneció un mes, realizó algunos anuncios similares, pero de regreso en República Checa no quiso seguir modelando y, al mismo tiempo, dice que la tarea le resultaba mucho más difícil. Por otro lado recuerda que, durante esa etapa en la que prestaba su rostro para anunciar distintas marcas, sentía que no se desarrollaba tanto como persona ni tenía la posibilidad de conocer a tanta gente interesante.
Cuando pa Chile me voy
Si bien es verdad que su conocimiento sobre Chile y Latinoamérica le permitiría convertirse en influencer, dice que solo intenta hacerlo a pequeña escala en su Instagram porque reconoce que le dan pánico las eventuales críticas que pueda llegar a recibir. Lo que no piensa negociar bajo ningún aspecto es su pasión por viajar, algo que la hace sentir como una oveja negra porque mientras su familia no sale nunca de República Checa, ella se siente cada vez más a gusto en otras latitudes.
“Yo amo Chile, creo que en mi vida pasada he sido chilena y me encanta Maitencillo, me encantan los lugares más hippys, y después creo que Barcelona, un lugar que también amo, e Italia, pero sobre todo el sur de Italia me gusta mucho”.
Como suele ocurrir en muchos otros casos, la posibilidad de conocer otros países del mundo le permitió valorar más algunas ventajas de Praga. En especial, la seguridad y las excelentes posibilidades que, en su opinión, existen a nivel laboral, incluso para personas que quizás no tienen título universitario. Respecto a Latinoamérica, ella considera que es más difícil desarrollarse como profesional porque allí influyen mucho más otros factores como el acomodo o los contactos. Por el contrario, uno de los aspectos más negativos que ve hoy en República Checa tiene que ver con el machismo.
“Latinoamérica me da tanta tranquilidad que no lo puedo explicar, y creo que no es solo por el lugar sino también por la gente”.
“Justamente, ahora cuando estaba en México he visto que, por ejemplo, cuando vas a lugares como Chichén Itzá tienen los baños divididos por colores y el de las mujeres es rosa. Lo primero que pensé fue cómo se ofenderían las feministas checas con esto, pero yo creo que eso no es lo más importante, lo más importante es cómo nos dejamos tratar y el machismo es muy fuerte acá. Por ejemplo, en agosto me visitó una amiga chilena y a las latinas les gusta vestirse bien, y salimos y los hombres en la calle nos decían si éramos putas y uno le tocó el trasero a mi amiga, que estaba muy asustada. Y lo que más le sorprendió es que la guardia, que en Chile o México cuida a las chicas, acá no hacía nada”.
En lo que respecta al machismo, tiene la sensación de que la gran diferencia es que en Latinoamérica es muy común que las mujeres se cuiden entre ellas, y eso termina haciendo la diferencia. Actualmente, Markéta Kovaříková se desempeña como gerente de desarrollo de negocios para una empresa de tecnología y, aunque le gusta mucho su trabajo, lamenta no poder usar más el español que tan bien habla. En efecto, no descarta volver a hacer las valijas para mudarse otra vez a su amada Latinoamérica.
“Estoy pensando qué es para mí más importante: si el dinero que puedo ganar aquí o irme a Latinoamérica, o tal vez pueda tener las dos... trabajar acá y escaparme cuando quiera a Latinoamérica, pero me veo más allá, tranquila. Es que Latinoamérica me da tanta tranquilidad que no lo puedo explicar, yo sufro a veces de ansiedad y la ansiedad allá se me va, y yo creo que no es solo por el lugar, sino también por la gente, mientras que aquí para mí es difícil encajar con la gente checa, lo he intentado pero me cuesta más. En Chile o Latinoamérica, va todo rápido, tengo un montón de conocidos y no perdimos la comunicación ni nos olvidamos, y eso que ya pasaron como seis años”.
Sea cual sea su decisión y, por lo tanto, su próximo lugar de residencia, no hay dudas de que tanto Chile como sus modismos van a permanecer por siempre en el corazón y el vocabulario de Markéta Kovaříková.