El Día de los Enamorados: testimonios de parejas hispano-checas

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En la República Checa, el primero de mayo además de ser un feriado nacional por ser el Día del Trabajador, aquí es además el Día de los Enamorados. Con motivo de ello Radio Praga ha conversado con unas parejas checo-hispanas quienes nos hablan de su historia y sus anécdotas respecto al día checo de los enamorados.

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Es mayo y la primavera se anuncia intensivamente con más horas de luz, más claridad, lloviznas, prados de un verde intenso y árboles florecidos, aunque al invierno checo le cuesta darle paso a la estación de las flores. En mayo el mundo entero tiene algo que celebrar a su propia manera. No importa el origen ni la religión, la primavera es la primavera desde India, con el festival hinduista de los colores hasta Europa con las llamadas fiestas mayales. Quizá, como la naturaleza florece y el sistema reproductivo de los animales se despierta, la tradición cultural suele asociar la primavera al amor.

En el caso concreto de la República Checa hay un árbol cuyo brote es símbolo del inicio de la primavera y del amor: el cerezo.

La joven Andrea Kučerová comenta a Radio Praga que para ella, quizá influida por su campo de estudio y trabajo, la psicología, el cerezo es ante todo un símbolo de sensibilidad. Ella nos explica qué hacen los praguenses enamorados bajo este árbol el primero de mayo.

ʺA Petřín, en Praga. En otras ciudades da igual, debajo de un cerezo en flor y te besas con un chicoʺ.

De España y Nueva Zelanda al cerezo en flor

Andrea nos habla tan fluidamente en español no solo porque vivió en España sino porque su novio, Pablo, es gallego. A Pablo lo conoció gracias a una beca del programa Erasmus, una iniciativa de la Unión Europea que permite a los estudiantes de los países miembros trasladarse a otros países por motivos de estudio. Andrea y Pablo coincidieron a la salida de un bar en Santiago de Compostela, cuenta Pablo.

Pablo y Andrea,  foto: archivo de Pablo
ʺSimplemente una noche, saliendo de estas noches largas de Santiago, que son muy largas, hasta tarde, nos conocimos y nos volvimos a ver más adelante. Era una checa que hablaba regulete español, pero yo le hablaba español solo porque tiene que aprenderlo si está allá de Erasmus, como yo aquí el checo, igualʺ.

Cuando Andrea se encuentra en Praga se lleva a Pablo a la sombra de una copa de un cerezo en flor y no se pasa por alto la tradición. No obstante, para Pablo es una costumbre un poco difusa en su memoria, pero al final logró recordarla.

“Sí, la conozco. Se dan un beso debajo del árbol, etc. Los cerezos estos, ya no están en flor en realidad, aunque ellos dicen que sí, pero ya se les fueron, pero buenoʺ.

Aunque Pablo y Andrea vacilaron entre España y Chequia, al final, Pablo vino a Chequia a su encuentro dos años después de haberla conocido. Andrea, además de amor, le ofreció indirectamente una nueva oportunidad de vida.

Pablo,  foto: Ana Briceño
ʺMe vine por ella, pero también por buscar otras oportunidades. Ella era la condición primera, pero sí ¿por qué no?ʺ.

Las becas no solo han permitido el desarrollo de la educación, sino también el amor intercultural, pues son muchos los casos como el de Andrea y Pablo. Sin embargo, es común también que el encuentro se dé en un país totalmente ajeno a ambas personas.

Es así como Miroslav y Daniela se conocieron en Nueva Zelanda, donde ambos trabajaban en un campo recogiendo fruta. Daniela, oriunda de Chile, nos relata el primer encuentro aleatorio con Miroslav, mejor dicho, Míra, como ella lo llama.

ʺEl primer encuentro fue… yo vi a Míra peleando con una lavadora, quedé muy sorprendida y dije: bueno, tendrá que ser un comportamiento eh… muy europeo. En eso me pidió si tenía cambio de un dólar a lo que yo accedí y se lo llevó y no me pagó. Una semana después llegó con una cerveza, buen checo, y con el dólar y me dijo ʻmuchas graciasʻ. Me pareció imprudente que me dejó la cerveza y se fue, y yo obviamente le dejé una nota y le dije que a mí no me gustaba tomar sola. Le dejé mi número de teléfono y que me llamara para tomarnos la cerveza juntosʺ.

Daniela,  Miroslav y Amálka,  foto: Ana Briceño
Daniela y Míra, después de conocerse en Nueva Zelanda, se fueron cada uno a su país. Algún tiempo después quedaron en Tailandia, después nuevamente ella se fue a Chile, él a Chequia. Finalmente, Daniela decidió abandonar su Santiago natal y probar suerte aquí como profesora e intentar construir una cotidianidad con ese a quien había conocido a miles de kilómetros de casa en la bucólica Nueva Zelanda.

En la actualidad, ya no son solo Daniela y Míra, pues tienen ahora a su cuidado una cría de un año, cuyo nombre transita entre dos lenguas al igual que la relación de sus padres: Amelia, para Daniela, o Amálie, para Míra. Lo del beso debajo del cerezo no resulta tan claro cuando se trata de una pareja culturalmente mixta, como lo refleja Daniela.

ʺCuando hemos salido, salimos mucho a parques, yo veo bastante gente besándose, aprovecho la oportunidad y lo besuqueo bien, pero me dice siempre que, ay, que es una vez, que me paso de la raya, pero hay que aprovechar cada árbol, ¿no?ʺ.

Daniela y Amálka,  foto: Ana Briceño
Pero ¿es solo un beso en el que los labios rápidamente se tocan o es besarse como Dios manda? Andrea, nuestra entrevistada checa, aclara el malentendido.

ʺDepende si es tu pareja. Por ejemplo, no tienes pareja en este momento pues le dices a un amigo o a un chico que lo pueda hacer en lugar de tu novio. Con la pareja te besas como te apetece y con otro solo asíʺ. Agrega que, según la tradición, el beso es para que la mujer no se seque y para que se mantenga fresca y bonita. Entonces por lo que ella misma comenta parece que lo más importante es que la dama reciba un beso, más allá de quien sea el caballero.

A Daniela y a Míra les cayó un primero de mayo en tierra neozelandesa y ella recuerda cómo lo vivió.

ʺÉl recolectaba manzanas, yo por supuesto era jefa. Él me dijo que tenían una tradición. Me llevó en el auto a un lugar donde había muchos árboles, me dijo que era un cerezo, pero bueno teníamos solamente manzanos. Me bajó del auto, me dijo ʻvenʻ, me dio un beso y se subió al autoʺ. Daniela agrega entre risas que fue lo menos romántico que le había pasado ya que fue un beso tan rápido y repentino.

El sol que vino de Argentina

Ser un extranjero o un viajero puede a veces acarrear problemas de pasaportes, lo que hace que el tiempo se extienda y que se den las mágicas coincidencias, aún en medio de episodios burocráticos y atemorizantes. Miloslav Eis se encontraba en Argentina y allá conoció a Sol, quien recuerda.

Sol,  foto: Ana Briceño
ʺFue muy divertido, porque nos conocimos porque él tuvo un problema en la aduana, solamente le faltaban unos sellos en el pasaporte. Entonces a raíz de eso nos pusimos a charlar y hablando de arte e historia y cosas así. Él estaba viviendo en mi ciudad temporalmente así que quedamos en encontrarnos después y seguimos viviendo en mi ciudad unos meses hasta que después él tuvo que regresarʺ.

Sol se vino a Praga y en siete años de amores pasaron una temporada en la distancia, hablando por skype y teléfono. Al igual que Pablo y Daniela, esta argentina se vino a Praga para darle continuidad a su historia de amor y vivirlo en cuerpo presente. Con los besos debajo de los cerezos en flor, Sol confiesa que no tiene mucha experiencia.

ʺNo la verdad es que nunca fui al parque, nunca hicimos esta tradición, así que no tengo ni idea cómo funciona, pero sí, unos amigos nos comentaron acerca de esta tradición, pero creo que es más entre los checos que se haceʺ.

Puede ser que cuando los checos tienen un amor foráneo se vuelvan más flexibles respecto a las tradiciones y no sea necesario cumplirlas al pie de la letra.

Nuestras parejas se han establecido en la región checa, por lo tanto, no es un espacio culturalmente neutral para ambos y preguntamos a nuestros entrevistados si aquel que abandona su país termina de alguna manera envuelto totalmente en esa otra cultura, la cultura de su pareja, en estos casos, la checa.

ʺUno va acordando las cosas, por lo tanto, no es que uno acepte una cultura y la implemente en su vida, sino que los dos vamos acordando y haciendo de alguna manera nuestros propios horarios, hasta nuestro propio lenguaje a vecesʺ.

El desafío de amar en otra lengua

Eso último que dijo Daniela, 'nuestro propio lenguaje' nos deja con la siguiente inquietud: ¿en qué idioma se comunican dos personas cuyas lenguas no comparten nada? Es mucho más factible que un checo o checa hable español que al revés. Es el caso de Pablo y Andrea y de Sol y Miloslav. Tanto Pablo, español, como Sol, que proviene de Argentina, aprecian infinitamente que sus parejas les hablen en español. Del lado checo, lo de hablar en español no lo sienten como una incomodidad y han asumido por entero el español como la lengua de sus espacios íntimos.

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"Es que cambió muchísimo, como cuando nos conocimos y ahora porque antes no podía hablar mucho español, pues no sé a veces ni pienso y a veces es más incómodo. Por ejemplo, estoy enfadada, no puedo encontrar algo y no puedo decir la palabra, sabes, pero muchas veces ni lo pienso que no es mi lengua. Hablo y pienso en el pensamiento que quiero decir y no la forma o la lengua".

Daniela y Miroslav tienen una lengua neutral, el inglés y en ese inglés se colean términos españoles y checos y a eso se refiere Daniela cuando habla de que ellos tienen su propio lenguaje. Nos comenta las ventajas que puede tener el comunicarse en una lengua ajena.

ʺA veces es muy difícil tener una relación que no es en tu idioma natal, pero a veces es muy positivo, especialmente cuando entiendes algo, pero quieres no entender la otra parte, puedes decir que no entendiste nada. ¡Y eso es muy positivo!ʺ.

Por favor, quedémosnos un rato más en la mesa

Aunque todos seamos por naturaleza dados a amar, sabemos que ello suele traer sufrimiento, discusiones y desencuentros. Es posible que al tratarse de una unión transculturalizada haya mayor posibilidad de malentendido, con una lengua que a veces a duras penas alcanza para expresarse con precisión y con un historial educativo y cultural diferente. Nos ilustra al respecto Pablo.

Foto: Kristýna Maková
"La primera, la más importante es la comida y la liturgia de comer. La liturgia de comer, ese es el contraste más claro. Por ejemplo, cuando comes con una familia checa para ellos la comida no es del todo importante, no la comida, el momento de comer. Entonces si tú por alguna razón por ejemplo te retrasas, no esperan por ti para comer. Y cuando comemos nos gusta estar en la mesa, nos gusta tener el plato, hablar y hacer la sobremesa. Un checo come, sale del plato y se cambia y se va a otro sitio y se acabó". Daniela coincide con Pablo y agrega.

ʺUn ejemplo concreto que puede sonar un poco absurdo es la sobremesa. Cuando yo llegué acá y me invitaban a comer los padres de mi novio era eso, a comer y después a hacer otra actividad, pero no en la mesa. Para mí, la sobremesa es un momento tan pleno, en que uno está claro, totalmente satisfecho y las necesidades básicas están totalmente satisfechas, por lo tanto, es una conversación tan plena, tan relajada, quizá con un buen bajativoʺ.

Añade que al final ha logrado instaurar el ritual de la sobremesa en su hogar y ello ha contribuido a que las conversaciones y las tensiones fluyan mientras se come. Lo considera un gran logro. Miroslav, el novio de Daniela, agrega lo que para él resulta difícil en la relación con una latinoamericana y lo que lo ha obligado a trabajar la paciencia.

ʺComo digo, se trata de complementar los intereses de las culturas. Es un poco más difícil quedar con ellos en algo. Si nosotros decimos que nos vemos a las 9 los latinos llaman a las 9:30 o a las 10:00 o no llaman en lo absoluto y llegan a las 11:00. Y de eso no hacen ningún problema. Nosotros, eso que decimos por lo general vale literalmente. Por el lado latino, hay más ligereza, entonces algo ideal en el medioʺ.

A Sol lo de la sobremesa como que no le ha dado mucho dolor de cabeza. En general, parece satisfecha con el género masculino checo, excepto en un aspecto.

"Los checos son buenos novios. En general, los checos para mí son buenas personas. Me gustan mucho en realidad como se tratan, se respetan más, me parece, no son tan posesivos. En ese sentido me gusta mucho más la cultura checa, pero la parte que no me gusta tanto es que son menos demostrativos".

Los sacrificios del querer

En el caso de Daniela, Sol y Pablo enamorarse de un checo implicó dejar la casa, alejarse de los amigos y de la familia, algo que no es poca cosa. Para ellos, aunque ya habían rodado por otros países y sabían lo que significaba la distancia, ese sigue siendo la máxima y más dolorosa renuncia.

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ʺEl precio que se paga es la familia que dejas en España, es el estar lejos de la familia y de los amigos que a veces te gustaría estar más tiempo con ellos. Cualquier cosa cultural distinta me adapto, la comprendo, incluso la integro, pero sí echas de menos a los amigos y a la familia, y que hablan de cosas, te dicen cosas, etc. y tú dices 'ah, no estoy allí'. Para mí, ese es el mayo precioʺ.

Daniela agrega que se trata de perder las rutinas establecidas previamente con los amigos y la familia y que, en su caso, no se trata solo de un costo afectivo, sino también monetario.

ʺTambién hay un costo monetario porque al venirme a la República Checa gano menos de lo que podría estar ganando en Chile y no estoy cotizando para mi pensión y, de alguna manera, estando acá pierdo económicamente. Al viajar a Chile a ver a mi familia, pierdo dinero viajando, pero aún así aunque gane menos vivo más tranquilaʺ.

La tranquilidad es algo que Daniela valora especialmente después de tener una cría. En su caso concreto, el nacimiento de un hija puso en evidencia pormenores que son mucho más significativos de lo que parece, por ejemplo, qué nombre darle al nene. A su hija, por ser mujer, le corresponde, en la tradición checa y su marco legal, llevar únicamente el apellido del padre Matyáš con el sufijo 'ová', indicativo de su género femenino.

"Para mí era inconcencible primero que ella tuviera un solo apellido y después que no era el mismo apellido que el del padre sino que se le incluyera el 'ová'. Fue una discusión en cuanto al nombre, yo quería Amelia, aquí querían Amálie".

Pese a ello Daniela recalca "somos bastantes parecidos", incluso en el proceso de la crianza. Pese a los desplazamientos lingüistico-geográficos, la falta de amigos y de familia, nuestros entrevistados coinciden en haber encontrado en ese amor checo un alma, definitivamente no gemela, pero sí sumamente cercana, una pareja que más que pareja es un mejor amigo.

Autor: Ana Briceño
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