De México a la República Checa siguiendo las huellas del misionero Wenceslao Link
El interés común por los misioneros jesuitas que hace más de 250 años exploraron y civilizaron el hoy estado mexicano de Baja California juntó los caminos del renombrado espeleólogo, geógrafo y fotógrafo Carlos Lazcano Sahagún y Eugenio Ceseña Urías, que vive en la antigua misión jesuítica de Santa Gertrudis. Hace poco los dos mexicanos visitaron la República Checa para recorrer los lugares vinculados con uno de esos misioneros jesuitas, el bohemio Wenceslao Link.
Wenceslao Link realizó viajes de exploración en las regiones norteñas de la Península Californiana. Buscaba una conexión de la península con la tierra firme intentando refutar la imagen errónea de que se trataba de una isla. Así describe a este misionero jesuita la enciclopedia de Internet Quien es quien. Carlos Lazcano Sahagún nos reveló cómo se encontró él por primera vez con la figura de Wenceslao Link.
“En lo personal he recorrido mucho Baja California, la geografía, y un día conocí la misión de San Francisco Borja y me impresionó encontrar una magnífica iglesia en medio del desierto sin que viva prácticamente nadie. Investigando supe que el fundador era Wenceslao Link. Con el tiempo me interesó mucho su figura, empecé a estudiarla y llegó el momento en que me di cuenta que era poco conocido aún en México. Profundicé al grado que me interesó conocer los lugares donde él nació, donde estudió, donde murió, para llenarme más de este personaje que para la historia de Baja California, en el noroeste de México, es muy importante. Fue así que organizamos este viaje que para mí es el segundo”.
Para Eugenio Ceseña Urías el reciente viaje a la República Checa fue la primera oportunidad de conocer el ámbito cultural de Wenceslao Link.
“Es que yo vivo precisamente en una misión donde ellos, los jesuitas, estuvieron. Para mí venir a encontrarme con ellos, o sea hacer su ruta fue mi ilusión, quería conocerlo desde mi niñez. Quería saber de dónde habían llegado ellos. En los tiempos que mis abuelos me contaban a mí de los misioneros, eso me nació mucho a mí”.
Wenceslao Link fue uno de los pocos misioneros que regresaron de ultramar a su país de origen. Nació en 1736 en Nejdek, cerca de Karlovy Vary, en Bohemia Occidental, cerca de la frontera con Alemania.
“Está su registro de nacimiento, su acta de bautismo. Gracias a esto sabemos quienes eran sus padres. Su padre había sido alcalde de Nejdek a mediados del siglo XVIII, y otros datos sobre su niñez. Aunque es poca la información, pero es importante y es de la poca información básica que hemos conseguido aquí para armar una biografía de este misionero. Nos ha impresionado mucho el contraste de esta región con el desierto que es Baja California, como él dejó todo esto para irse a lo que era el confín de la Nueva España a mediados del siglo XVIII. Posteriormente hemos visitado aquí en Praga el colegio jesuita donde él inició sus estudios. También fuimos a Olomouc. Allí cuando él regresó de Nueva España vivió sus últimos años, fue párroco de una iglesia, que la visitamos. También allí está el registro de defunción, fuimos al archivo y nos permitieron verlo y tomar fotografías para incluirlas en el estudio que estamos haciendo. Asimismo visitamos varias de las iglesias que él atendió y un monasterio de las monjas ursulinas, así como otros lugares que estuvo y que tienen que ver con los jesuitas”.
Carlos Lazcano Sahagún precisa que la historia de las misiones ha sido en México poco atendida, a pesar de que los misioneros hicieron una labor muy destacada. Le preguntamos cuál es el legado más importante de Wenceslao Link.
“Wenceslao Link junto con una generación de misioneros como el croata Fernando Gonsag, el alemán Jorge Retz, llegaron en una época en la que en Baja California sólo vivían los indígenas. Anteriormente Hernán Cortés había querido colonizar esta región pero él buscaba oro, no encontró oro y se fue, pero los misioneros como Link confiaron en que esta tierra podía tener un futuro. Por eso vinieron a evangelizar, a traer la cultura occidental, a intentar transformar esta tierra para ofrecerles una forma de vida mejor a los indígenas. Desde luego están las misiones, los edificios físicos que ese el testimonio de su presencia, pero lo más importante es la presencia de la cultura occidental en esta parte de México. Ellos fueron los que la trajeron, la sembraron y lograron que se quedara”.
Wenceslao Link fue el primer europeo que tuvo contacto con el grupo indígena de los kiliwas, que hoy están a punto de extinguirse. El misionero registró este encuentro en sus diarios, que están escritos en español, explica Carlos Lazcano.
“Desde luego, cuando envían a Link a México, a Nueva España, lo básico era aprender español, si no, no lo hubieran enviado. Cuando llegó a Baja California ya tenía como dos o tres años de residir en la Ciudad de México donde había aprendido muy bien el idioma. Entonces, él llegó hablando muy bien el español y todos sus informes están escritos en español. Y en español muy claro porque yo he hecho la paleografía de varios de sus documentos y son perfectamente claros para entenderse”.
El misionero bohemio también aprendió las lenguas de los indígenas, pero no hacía anotaciones lingüísticas ni apuntaba sistemáticamente el vocabulario.
“Él no era lingüista, había otros misioneros que fueron lingüistas, él era más bien explorador. Él exploró mucho, hizo anotaciones etnográficas en sus diarios sobre algunas costumbres, sobre algunos aspectos de forma de vida de los indígenas, sobre geografía, sobre lo que él observaba. Algunos términos indígenas y lo que significaba, pero aislados”.
Lo que sí el misionero bohemio dejó a sus seguidores fueron mapas donde vienen registrados los avances que tuvo durante sus exploraciones. Carlos Lazcano apunta que Wenceslao Link llegó a México en 1762 y se quedó solo hasta 1767 cuando la orden jesuita fue expulsada de todo el imperio español. Sin embargo, en esos cinco años exploró mucho más que la gran mayoría de los demás jesuitas.
“El problema más importante que tenían era buscar agua. Cuando llegó era joven, fuerte, no tenía problemas de salud como otros misioneros porque aún estaba muy joven, tenía como 30 años. Pero hacía exploraciones a regiones que no se conocían aún. No sabían donde estaban las fuentes de agua, desconocías las lenguas indígenas y también se encontraban con el problema de no ubicarse bien por no conocer la geografía. Ellos querían llegar hasta cierto paralelo y no lo lograron finalmente porque encontraron sierras más difíciles de lo que esperaban. Se les gastaban las cerraduras a sus caballos y tuvieron problemas porque al acabarse las cerraduras, los cascos empezaron a desgastarse y eso impidió que siguieran explorando más hacia el norte. Todos esos problemas él los relata en su diario”.
Wenceslao Link fundó la misión San Borja, pero gracias a sus exploraciones se fundaron muchas otras, agrega Lazcano.
“Uno de los objetivos de su viaje era buscar sitios potenciales para fundar misiones, sitios que tuvieran agua, que hubiera indígenas que pudieran tener tierras para cultivar. Él todo eso lo va registrando en sus diarios y gracias a estos registros hubo varias misiones que se establecieron posteriormente”.
México va rescatando la historia de las misiones jesuíticas y de sus promotores. En la ciudad de Ensenada, al norte de Baja California, se encuentra hoy un monumento a Wenceslao Link, cuenta Carlos Lazcano. “Se hizo en 1992 cuando se conmemoran los 500 años del descubrimiento de América. Es una serie de monumentos dedicados a los misioneros más importantes de Baja California. Actualmente nosotros estamos proponiendo que una avenida importante de Ensenada lleve el nombre de Wenceslao Link para contribuir al mayor reconocimiento a su labor”.
Los habitantes de la antigua misión jesuítica de Santa Gertrudis crearon hace cinco años un fondo para salvar el lugar y restaurarlo para las generaciones futuras. Eugenio Ceseña Urías explica por qué considera la misión importante.
“Nos juntamos todos y logramos hacer la restauración de Santa Gertrudis. Eso me motivó mucho estar en la misión. Yo regresé después de estar en Tijuana donde trabajaba y ahora estoy comprometido con quedarme en la misión y seguir velando por ella. Significa hacer mejoras a la misión y tratar de protegerla que todo se conserve tal y como estaba antes. Las raíces de mi familia se remontan al año 1820 que fue cuando los misioneros se fueron de Baja California. A mi tatarabuela se le entregó la llave que aún nosotros la conservamos como tradición a través de siete generaciones. Mis tíos ya son personas mayores de 82 años, entonces, me toca a mí en esta generación. Me comprometí a seguir velando por la misión, y yo tengo que entregársela a mi próxima generación”.
En la misión de Santa Gertrudis viven actualmente cinco familias, es decir unas veinte personas, agrega Eugenio Ceseña.
“Somos un solo núcleo. Estas cinco familias somos descendientes directos de los indios cochimí. Ahora estamos tratando con las autoridades para que nos apoyen también para seguir adelante con esta conservación”.
Las tradiciones se mantienen en Santa Gertrudis gracias a los diarios de los misioneros y a través de relatos de abuelos y tíos.
“Seguimos manteniendo las tradiciones, como por ejemplo hacer vino. Nosotros hacemos vino misional de la uva. Hay parras de alrededor de 200 años, las seguimos conservando y es la misma variedad. No queremos meter otra variedad más que ésa y seguir los emparrados, el riego que es una acequia, seguir haciéndolo de la forma que ellos mismos lo hicieron y seguir con esta tradición. La siembra, por ejemplo, del higo, de datileras, que es el principal alimento que nosotros tenemos allí. Y seguir conservando estas formas de costumbres de vida, que son importantes porque realmente con tanta contaminación, con alimentos chatarra... Nosotros conservamos la alimentación original y somos longevos, mi tía tiene 87 años, y se ve como una persona de unos 50-60 años. Entonces, se conserva bastante bien, mi tía. Esperemos que nosotros también nos conservemos igual”.
Los habitantes de Santa Gertrudis piensan también atraer al turismo, pero de una forma ordenada, explica Eugenio Ceseña Urías.
“El lugar para nosotros es un santuario. La flora y la fauna las debemos conservar igual que las costumbres que tenemos. Si entra el turismo, tenemos que buscar la forma en que se respete el lugar. El problema que tenemos nosotros es que no hay mucha conciencia en las personas en México para conservar estos lugares. Por eso queremos que se entienda y se vean nuestras raíces, que nosotros mismos en la Baja California veamos lo que tenemos para poderlo respetar”.