¡Cuidado con los perros fantasmas checos!
Estimados amigos, les invitamos a dar una escapada al mundo de las leyendas checas en busca de tesoros. El tiempo más propicio para hacerlo es la Semana Santa. Pero ¡ojo! A los buscadores les esperan espantosos peligros. Del encuentro con el guardián de los tesoros, el perro negro fantasma, casi siempre salen malparados.
Vamberk es una ciudad de Bohemia Oriental, conocida por sus preciosos encajes de bolillos. En un cercano bosque se alzaba en tiempos remotos un monasterio. En vez de una austera vida monástica, los monjes vivían sumidos en el libertinaje.
Como castigo por su vida pecaminosa, el monasterio se hundió un día en la tierra con todos los tesoros acumulados por los religiosos. Una leyenda narra que desde entonces rondaba en el lugar un terrorífico perro negro cuyos ojos ardían como fuego.
La gente lo veía de vez en cuando permanecer inmóvil entre los árboles o caminar de un lado a otro observando atentamente el área. No cabía duda de que vigilaba las riquezas escondidas debajo de la tierra.
Un codicioso capataz que no había visto al can con sus propios ojos, decidió ir a buscar el tesoro escondido.
El Viernes Santo, cuando se entonaban en la iglesia de Vamberk los cánticos de la Pasión de Cristo, el hombre se dirigió al lugar donde se había hundido el monasterio. Encontró allí una escalera que conducía a un sótano.Cuando ya veía en la oscuridad del subterráneo resplandecer el tesoro, de repente surgió delante del hombre un perro negro cuyos ojos echaban lumbre.
La leyenda cuenta que el capataz no era un hombre muy devoto. En vez de rezar o hacer el signo de la cruz para ahuyentar al perro fantasma, intentó golpearlo con un bastón.
El perro se tiró sobre el hombre y lo derribó al suelo con tanta violencia que el infeliz sufrió graves contusiones. Tuvo que guardar cama durante mucho tiempo. Cuando se recuperó, volvió al lugar del monasterio hundido. Pero ya no encontró vestigio ni del sótano ni del tesoro.
El perro fantasma siguió asustando a los transeúntes y a los carreteros cuyos caballos se desbocaban al avistar el fantasma. La leyenda dice que el perro desapareció del lugar tras colgarse en un árbol una estampa santa.
El castillo de Příběnice, situado en un abrupto peñasco sobre el río Lužnice, en Bohemia del Sur, es un paraíso de los espectros.
Cuando se canta durante la Semana Santa la Pasión de Jesucristo, en Příběnice se aparece un fantasma que toma la apariencia de una oveja negra. La custodian dos hombres vestidos de negro, que remueven con palas un montón de monedas de oro.A sus pies está un perro negro que vela por que no se pierda nada del tesoro. Si una moneda rueda del montón, la recoge y devuelve a su lugar.
Quien ve la oveja y la sigue, podría hacerse con el tesoro,pero hasta ahora nadie lo ha conseguido.
Dos pastores a los que la oveja condujo a los subterráneos del castillo donde se encontraba el tesoro, estuvieron muy cerca de conseguirlo.
Sin embargo, cuando uno de ellos se agachó para recoger una moneda extraviada, el perro negro lo atacó a mordiscos.
Los aterrados muchachos se dieron a la fuga. El que había sufrido las dentelladas del perro fantasma, falleció antes del amanecer.
Las imponentes ruinas del castillo de Rokštejn, del siglo XIII, se alzan sobre una peña en la comarca de Jihlava, en la Meseta Checomorava. Al igual que en otros castillos, también en Rokštejn está escondido un tesoro.Una leyenda cuenta que hasta la actualidad se aparecen en el castillo sus dos guardianes: un perro negro y un chivo negro.
A pesar de cumplir la misma tarea, los dos guardianes fantasmas no se llevan bien. El perro le ladra al chivo y éste quiere cogerlo con los cuernos.
Pasan todo el tiempo peleándose y persiguiéndose, pero cuando un extraño intenta acercarse al tesoro, el perro y el chivo lo echan. Sin embargo, una sirvienta de un pueblo cercano logró en tres oportunidades llevarse algo del tesoro.
La muchacha solía ir muy a menudo a un molino, situado al pie de Rokštejn, y varias veces avistó al perro y al chivo. Durante algún tiempo observó atentamente los hábitos de ambos fantasmas y no le escapó que el Domingo de Ramos y el Viernes Santo caían durante un rato en profundo sueño.
La muchacha decidió aprovecharlo. Se acercó a los subterráneos del castillo y al divisar el resplandor del tesoro, no vaciló un momento. Entró y recogió un puñado de monedas de oro.La joven sabía que si mostraba demasiada codicia y se demoraba mucho tiempo recogiendo el oro, ambos animales podrían despertarse. Se contentó con lo que tenía y se fue a toda prisa del castillo.
Así lo hizo dos veces más. Después pensó que ya tenía lo bastante para una vida confortable y que no volvería a tentar la suerte.
Menos afortunado que la muchacha de esta leyenda fue el minero que protagoniza el siguiente cuento.
Un hombre que había extraído plata en los Montes Metálicos, al noroeste de Bohemia, regresaba un día a su casa. Al atardecer se extravió entre los cerros en las cercanías de la pequeña ciudad de Třebenice. En el cielo flotaban oscuras nubes que anunciaban lluvia.
Así el caminante se alegró mucho al divisar entre los árboles las ruinas del castillo de Košťálov, en la cima de un cerro de basalto. Allí esperaba pasar la noche lluviosa.El hombre encontró un lugar seco debajo del resto de una bóveda, en un viejo sótano, se cubrió con su gabán y cansado se durmió.
Tras despertarse por la mañana, dio un paseo por el castillo para entrar en calor. En una pared rocosa llamó su atención una estrecha y profunda grieta. Tuvo la impresión de que en su interior había visto un destello. Intentó meter en la grieta una mano y, efectivamente, sacó una moneda de oro.
Alentado por el hallazgo, siguió hurgando en la grieta, pero ésta era demasiado estrecha. Sacó entonces de la mochila sus herramientas de minero y empezó a ensanchar la grieta.
De repente escuchó detrás de sí un amenazador gruñido. El hombre se volvió y quedó estupefacto. Detrás de él estaba un descomunal perro negro que le mostraba los dientes y echaba fuego por los ojos.
El perro se estaba acercando pero el minero que era un hombre valiente, no se asustó. Levantó del suelo un palo y ahuyentó al can. Después volvió a ponerse a trabajar.
El perro con ojos ígneos no volvió a acercarse al minero pero sentado en la maleza, ladraba y aullaba sin cesar.
Después de que el hombre lograra ensanchar la grieta, se dio cuenta de que ella conducía a un hueco lleno de monedas de oro. Cuando quiso estirar el brazo para recogerlas, una misteriosa voz le amenazó: ”¡No tomes lo que no es tuyo!”
El minero no le hizo caso. Deslumbrado por la riqueza se llenó los bolsillos con oro y huyó de las ruinas del castillo de Košťálov.
El hombre no sabía cómo había llegado a su casa. Se sentía muy mal. Le dolía todo el cuerpo, la fiebre le nublaba la cociencia. Al día siguiente los vecinos lo hallaron muerto. El minero yacía en su lecho con el rostro ennegrecido y los puños cerrados. Los vecinos notaron que el difunto tenía los bolsillos abultados, pero no había en ellos nada valioso, sólo piedras.
El siniestro perro se aparece en el castillo de Košťálov hasta la actualidad, dice la leyenda, y sigue custodiando su tesoro.Los perros fantasmas de ojos de fuego proliferan en las leyendas checas. Hasta se han convertido en objeto de investigaciones de los estudiosos de los enigmas.
Algunos estudiosos llaman la atención hacia el hecho de que las leyendas sobre dichos perros abundan especialmente en las tierras checas y en Gran Bretaña. De ello sacan la conclusión de que los cuentos podrían tener raíces celtas. Bohemia debe incluso su nombre a una tribu celta.
Otros afirman que la figura del perro fantasma es una visión proyectada por nuestro cerebro. Y algunos estudiosos aventuran hipótesis de que el perro de ojos ígneos refleja la visión que los hombres tenían en el pasado de los rayos esféricos, o sea rayos en forma de globos centelleantes.
Sea cual sea el origen de los perros fantasmas, los cuentos que protagonizan, contienen siempre una dosis de terror. Todos son parientes del sabueso de los Baskerville.