Cómo se vive en una granja biológica

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Al 31 de diciembre de 2007 estaban registradas en la República Checa 1318 fincas ecológicas, es decir empresas agrícolas que no emplean pesticidas, aseguran a los animales criados suficiente movimiento y salida al aire libre, no emplean hormonas y estimulantes artificiales de crecimiento, respetan el medio ambiente que les rodea, etc. En esta edición de A Toda Marcha les llevaremos a una de estas biogranjas. Se sitúa en la aldea de Horní Lideč, en la región de Valaquia, al este del país, al pie de la reserva natural de la sierra de Beskydy y los Cárpatos Blancos.

La granja biológica de Horní Lideč se especializa en la cría de ganado para la producción de carne y leche. Cuenta con una superficie de 850 hectáreas de la cual 160 hectáreas son cultivos de forraje para los animales, y el resto lo forman prados y pastos.

La agrónoma Ludmila Mužikovská es la encargada de la producción agraria de la granja.

“Yo nací en esta tierra y siempre digo que al final me enterrarán en ella. Mis abuelos eran agricultores, aunque disponían solamente de unas nueve hectáreas. Y yo, en vez de ir a un parvulario, crecí en su casa en el campo entre los animales. Nunca se me ha ocurrido que podría hacer otra cosa”.

Ludmila Mužikovská
En la agricultura trabaja desde los años 70 sin interrupción. Cuando después del cambio democrático en 1989 se ofreció la oportunidad de montar su propia empresa agrícola, Ludmila Mužikovská decidió lanzarse a esta aventura. Con su colega Vilém Rudolf fundaron una cooperativa y posteriormente una sociedad limitada explotando terrenos alquilados de pequeños propietarios. Diecisiete empleados cuidan de 460 animales bovinos.

“Vivimos muchos cambios y giros, pero el resultado es el mismo. Siempre hay que darle de comer a la vaca y ordeñarla, independientemente del régimen político o del tiempo que hace”.

Desde abril hasta noviembre, cuando suelen aparecer las primeras nevadas y heladas, el ganado permanece en pastos libres, explica Vilém Rudolf, encargado de la producción pecuaria de la granja de Horní Lideč. ¿Es necesario proteger las vacas de animales silvestres - lobos, linces y osos - que habitan esa región montañosa?

Vilém Rudolf
“No de los animales, sino de los hombres. Les voy a mostrar una foto de un ternero, de casi 250 kilos de peso, que alguien probablemente fusiló, le cortó las patas delanteras y traseras y lo dejó así. Durante los quince años que existimos registramos dos o tres casos cuando nos mataron los animales. Creo que los lobos no se atreven a atacar el ganado vacuno, prefieren las ovejas”.

Un agricultor ecológico asimismo tiene que saber manejar bien un lazo porque cuando los terneros nacen fuera hay que cogerlos para clavarles una marca en la oreja. ¿Dónde lo aprendió?, preguntamos a Vilém Rudolf.

“Simplemente lo aprendí. Cuando era joven tirábamos con amigos el lazo jugando a cowboys e indios, y ahora me sirve mucho. Utilizamos una cuerda para montañistas, debe ser firme porque pasa, por ejemplo, que tenemos que tirar a un animal de un pantano. Se utiliza para todo”.

En la granja biológica de Horní Lideč no se cría solamente el ganado, sino también llamas. El motivo es bastante curioso, según cuenta Ludmila Mužikovská.

“Mi esposo celebró el año pasado su 50 cumpleaños. Sus hermanos meditaron en una fiesta de baile qué regalarle para que les recordara mucho tiempo y se les ocurrió la idea de comprarle llamas. Les puedo decir que realmente, mi marido se acuerda de ellos cada día porque cada día tiene que ir a cuidar a los animales”.

Cuando empezaron en el año 1995, los agricultores de Horní Lideč se fijaron un lema: Conservación del paisaje y de la vida en él. No sabían que estarían tan cerca de la realidad. Como al comienzo les faltaba dinero para comprar abonos químicos, pasaron sin planearlo a una agricultura ecológica, volviendo a las raíces de sus antepasados.

“Es un ciclo de vida en la naturaleza. La hierba crece, la vaca la come y da la leche para lo cual hacen falta los hombres, es un círculo cerrado en el que uno necesita al otro”, resume Ludmila Mužikovská.

Foto: Martina Schneibergová