Checoslovacos, devoradores de paté en los viajes

Řízky, foto: Ajale / Pixabay CC0

Latas con patés, conservas con carne y salamis secos formaban parte obligatoria de la maleta de cada viajero checoslovaco durante el socialismo.

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El olor a filetes de cerdo empanado a la víspera de la salida de vacaciones era característico para casi cada hogar checoslovaco. Preocupados por los precios más altos de la comida, los checos preparaban cuidadosamente su despensa viajera para no tener que gastar de más por sus estómagos. Antes de cada viaje se preparaba una abundante merienda para no pasar hambre durante el camino al destino vacacional, recordó para la Radio Checa la señora Stanislava.

“Para el viaje nos solíamos llevar řízky, es decir, filetes de cerdo empanizado y pepinillos en vinagre. Se preparaba también pan con huevos cocidos y salami seco, entre otros alimentos”.

Salami turístico

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El salami turístico (turistický salám) y el salami de caza (lovecký salám) se han convertido en un fenómeno para los viajeros. Se hicieron populares en Checoslovaquia a partir de la mitad del siglo XX, apuntó para la Radio Checa Martin Franc del Instituto Masaryk.

“Son unos salamis secos de larga durabilidad. Cabe señalar que en aquel entonces se anunciaban muchos productos convenientes para excursiones turísticas ya que eran muy populares entre los checos. Puesto que la temperatura y otras condiciones no solían favorecer mucho a ningún tipo de comida, tenían que ser productos con una buena durabilidad”.

Paté y carne conservada

Los que se dirigían a un alojamiento sin pensión o a un campamento, solían llevarse un hornillo de butano para preparar su propio menú vacacional. Martin Franc recordó para la Radio Checa los ingredientes más frecuentes que se echaban en la olla.

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“Eran productos con larga fecha de caducidad. Además de las míticas latas con paté, las familias que tenían ganado u otros animales de crianza, solían llevarse frascos con carne conservada. Es un fenómeno con larga tradición arraigado antes de la Primera Guerra Mundial”.

Muchos turistas se llevaban también conservas como el “spam”, conocido también como la carne de almuerzo y “lunch meat” que apareció en el mercado durante la Segunda Guerra Mundial para alimentar a los soldados. Posteriormente se convirtió en alimento estrella de los viajeros checoslovacos.

Otro símbolo de los viajes en el pasado es el paté enlatado que los checos llevaban en grandes cantidades. Con esta costumbre, los checos se ganaron el apodo de paštikáři, traducido literalmente como “devoradores de paté”.

No siempre fue la desgana de gastar demasiado por la comida en el extranjero, los checos se llevaban sus alimentos también por la escasa oferta de productos a la que se enfrentaban especialmente en los países del Bloque del Este, señaló la señora Stanislava.

“Los precios en los países del Bloque del Este eran parecidos a los de Checoslovaquia, pero el problema era encontrar los productos. Por ejemplo, en Rumanía, un destino frecuente, había fruta y verdura, pero encontrar quesos y carne resultaba complicado”.

Precisamente la carne ha formado parte imprescindible de la dieta checa, ya que era, según Martin Franz, la medida de bienestar.

Otra causa de que los checos llevaran sus comidas al extranjero era que a veces no tenían cómo comprarla, ya que el régimen les permitía llevar al extranjero solamente una cantidad limitada de dinero, recordó Stanislava.

“A Yugoslavia se solían organizar viajes de 15 días y creo que se permitían 35 marcos alemanes por persona para la estancia. Por esta cantidad no se podía comprar casi nada. Ya que se trataba de un viaje con pensión, es decir, que incluía comida, permitían llevarse muy poco dinero”.

A Occidente, siempre con latas

En los años noventa, cuando se abrió la frontera checoslovaca al mundo occidental, los checos estaban ansiosos por conocer lugares hasta entonces prohibidos. No obstante, la apertura de las fronteras no cambió al principio mucho la situación de sus bolsillos, por lo cual se llevaban su comida para no tener que gastar mucho. Además de las conservas, se llevaban también comida instantánea como sopas o fideos y de postre galletas y barras de chocolate.

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No obstante, de acuerdo con Martin Franz, consumir platos típicos de su país no es solamente un antojo de los checos, según explica.

“El que viaja frecuentemente al extranjero, sabe que, por ejemplo, en las costas de España hay restaurantes holandeses, alemanes, escandinavos o británicos. Se debe a que la gente está acostumbrada a cierta dieta y forma de alimentarse. Dos semanas puede ser un periodo corto para cambiar sus costumbres gastronómicas”.

En la actualidad con el creciente nivel de vida, el número de checos que llevan sus alimentos de vacaciones desciende significativamente. De la encuesta realizada por la agencia NMS Market Research se desprende que solamente el 10% de los encuestados sigue empacando comida instantánea en sus maletas, poco más del 25% compra alimentos en tiendas locales y supermercados, mientras que el 61% se alimenta en restaurantes. La encuesta revela asimismo que casi la mitad de los checos pasan sus vacaciones en la República Checa y una tercera parte prefiere viajar a la playa. El 55% viaja a su destino de vacaciones en coche.