Armando Cruz: “Aprender una lengua significa convertirse en otra persona”.
Una de las conferencias más elogiadas durante el último encuentro de profesores de español del Instituto Cervantes de Praga fue la del psicolingüista Armando Cruz, quien, en esta entrevista, nos cuenta hacia dónde se dirigen las grandes innovaciones en la enseñanza del español, cómo facilitarle el proceso de aprendizaje a los estudiantes checos y por qué, en la actualidad, debería importar más el enfoque de la comunicación que el aspecto normativo.
“Yo soy un polaco o un checo que aprende una lengua extranjera, y el español y el checo son idiomas vinculados a dos culturas que tienen determinada distancia por lo que se dan, entre una cultura y otra, determinadas situaciones que necesitan ser mediadas, es decir, explicadas..."
Uno de los invitados al decimocuarto encuentro de Profesores de español que, recientemente, tuvo lugar en el Instituto Cervantes de Praga fue Armando Cruz, un cubano de padre gallego que vive en Varsovia y trabaja en el grupo editorial Klett. Además de coordinar la formación del profesorado, Cruz se encarga también de editar los contenidos para la enseñanza del español como lengua extranjera en República Checa, Eslovaquia, Polonia, Bulgaria, Grecia y Rumania. Entre esos materiales, quizás el más conocido por profesores y estudiantes de español sea Aula Internacional que, según las propias palabras de Cruz, tiene como objetivo achicar la tan mentada brecha entre la lengua de manual y el idioma que realmente habla la gente, involucrando a los estudiantes en situaciones reales de comunicación. Cruz afirma que, actualmente, los esfuerzos de su equipo están enfocados en el tema de las mediaciones lingüísticas y la competencia intercultural.
“Yo soy un polaco o un checo que aprende una lengua extranjera, y el español y el checo son idiomas vinculados a dos culturas que tienen determinada distancia por lo que se dan, entre una cultura y otra, determinadas situaciones que necesitan ser mediadas, es decir, explicadas. Sería la capacidad de explicarle a otro, considerando sus características personales, pero también su cultura, un fenómeno concreto”.
El ejemplo más evidente, en este caso, sería el mayor contacto físico que suele haber entre los hispanos a la hora de saludarse que en la mayoría de los checos. Cruz afirma que hay que darle la oportunidad al estudiante de hacerle ver esa diferencia, entenderla y hasta desarrollar en él, de ser necesario, una capacidad para manifestar, en forma respetuosa, que él comprende, pero no comparte esos códigos y no quiere practicarlos. Por supuesto, el saludo no es la única diferencia cultural entre hispanos y centroeuropeos.
“Por ejemplo la sobremesa, no existe un equivalente lingüístico ni en checo ni en polaco por lo que hay que describirla. Por ejemplo, utilizamos como situación ‘la once’ en Chile que es este momento en que todos los chilenos después del trabajo salen para quedar con alguien a tomar algo y utilizamos eso como excusa para explicarle a los estudiantes la sobremesa”.
La idea que está desarrollando el equipo de Cruz es, en ese sentido, explicarles a los estudiantes esa situación y luego crear un espacio para preguntarles su opinión, es decir, tratar esos hábitos culturales casi como si fueran un aspecto más de la gramática. Por supuesto, lo que subyace a estas investigaciones es la intención de ir más allá de los métodos tradicionales de enseñanza del idioma porque, en su opinión, a veces las personas pierden dimensión de todo lo que se pone en juego a la hora de aprender una nueva lengua.
“El proceso de aprendizaje de una lengua hace que las ramificaciones neuronales que se dan a nivel de la corteza se modifiquen, pues, claro, para que el cerebro pueda generar esa sinapsis entre un área del cerebro y la otra, se necesita hacer un camino y ese proceso de aprendizaje va generando ese camino, y por eso es que te convierte en otro, el valor de aprender una lengua es convertirte en otro”.
“Los estudiantes que forman parte de las secciones bilingües cuando terminan los tres años del liceo la sensación que tienen es que les han cambiado la vida. Entonces yo creo que esa es la razón por la cual uno aprende una lengua: para poder vivir una vida distinta”.
Cuenta Armando Cruz que empezó a interesarse en la psicolingüística para colaborar en una delicada situación de enfermedad que estaba atravesando un niño de su propia familia. En concreto, se dedicó a estudiar, a través del discurso de algunos chicos, el grado de conciencia que tenían acerca de su enfermedad. El proceso implicaba encontrar indicadores a nivel lingüístico, establecer relaciones con patrones de conducta y, al mismo tiempo, acompañar a las familias. Algunas de las conclusiones que sacó de esos estudios fueron, por ejemplo, el escaso uso del tiempo futuro que hacían esos niños y, en su lugar, un recurrente empleo del condicional y de la perífrasis ‘ir más infinitivo’. Y aunque hoy el trabajo de Armando Cruz tomó otros caminos, es evidente que esa formación lo marcó en su manera de entender el proceso de enseñanza de una lengua.
“El proceso de aprendizaje de una lengua hace que las ramificaciones neuronales que se dan a nivel de la corteza se modifiquen, pues, claro, para que el cerebro pueda generar esa sinapsis entre un área del cerebro y la otra, se necesita hacer un camino y ese proceso de aprendizaje va generando ese camino, y por eso es que te convierte en otro, el valor de aprender una lengua es convertirte en otro”.
Si bien es cierto que las personas suelen acercarse a profesores y centros de idiomas porque disfrutan de aprender una nueva lengua, no hay dudas de que ese proceso, muchas veces extenso, requiere tiempo, energía, disciplina y con frecuencia suelen aparecer obstáculos y cuestiones inherentes a determinada lengua que pueden resultar difíciles para cada estudiante. También aclara Cruz que la motivación por aprender no siempre se mantiene inalterable y, por lo tanto, puede haber días muy malos o incluso sin ningún entusiasmo. Y es justamente ahí que los métodos de enseñanza adquieren un papel clave.
“Yo creo realmente que, en este momento actual, con el mundo globalizado y esta necesidad de comunicarse rápido y donde puedes estar en un lugar y otro en un lapso de tiempo bastante corto… no debería a la hora de enseñar una lengua buscarse el aspecto correctivo, no el hablar bien sino el comunicarse, poder expresar algo. Lo más fascinante es que, aunque no lo expreses totalmente bien, la otra persona pueda comprender lo que estás diciendo”.
“El estudiante eslavo en general tiene una alta vulnerabilidad a la frustración porque vive muy permeado por el hacerlo bien, quedar bien, que el otro vea que lo está haciendo bien, y toda la energía psicológica que debería estar enfocada en el proceso de producción lingüística está enfocada en esa ansiedad que está viviendo en ese momento”.
En ese sentido, afirma Cruz que es necesario tener en cuenta la razón por la que cada estudiante estudia una lengua: si lo que se busca es un proceso de comunicación no es conveniente establecer una corrección de manera directa sino buscar alguna forma sutil de hacerlo. Por ejemplo, una forma que propone es crear un espacio en cada unidad didáctica dedicado exclusivamente al trabajo de los errores a partir de dudas y consultas.
“El estudiante eslavo en general tiene una alta vulnerabilidad a la frustración porque vive muy permeado por el hacerlo bien, quedar bien, que el otro vea que lo está haciendo bien, y toda la energía psicológica que debería estar enfocada en el proceso de producción lingüística está enfocada en esa ansiedad que está viviendo en ese momento”.
La otra propuesta de Cruz respecto a esto es centrarse en la corrección relacionada con el contenido gramatical que se está viendo en cada caso. Por otro lado, recomienda hacer un seguimiento personalizado de cada estudiante, por ejemplo, grabando un archivo de audio con el desarrollo del proceso de aprendizaje: debilidades, fortalezas y aspectos a mejorar, sencillamente porque no se puede modificar lo que no se registra.