Adéla Machová, la artesana checa que sueña con vivir en Latinoamérica
Su conexión con el nuevo mundo comenzó gracias a una profesora de español y a un voluntariado de dos meses en Nicaragua. Desde entonces, ha viajado a Perú, Costa Rica y República Dominicana para inspirarse en la naturaleza y vender sus artesanías. En esta entrevista, Adéla Máchova nos cuenta, entre muchas otras cosas, qué es lo que, en su opinión, suele atraer a muchos checos de Latinoamérica.
“Creo que mi interés en Latinoamérica lo despertó Libuše Nováková, mi profesora de español”.
Aunque hoy lo habla perfectamente, revela la artesana Adéla Machová que, al principio, el español no le gustaba mucho. Hasta que a los quince años conoció, en el liceo de Šumperk donde estudiaba, a una profesora muy especial que le enseñó mucho más que la gramática.
“Yo creo que mi interés en Latinoamérica lo despertó Libuše Nováková, mi profesora de español, porque ella siempre hablaba no solo de cosas de España sino también de Latinoamérica, pero luego fue al irme a vivir a Escocia que me encontré con muchos latinos”.
Desde 2020, Adéla Machová vive en Praga, pero hace mucho que sabe lo que significa vivir lejos de casa: a los dieciocho trabajó dos meses en Liverpool. Luego, realizó su carrera de grado en idiomas y una maestría en psicología en Stirling, Escocia. Durante esa etapa, realizó también un intercambio Erasmus de un año en León, España. Durante el segundo año de la universidad, se puso de novia con un chico de Nicaragua y cuenta que además hizo un taller extracurricular de tango en esa misma facultad de Escocia. Así se fue preparando el terreno para lo que sería su primera experiencia al otro lado del mundo.
“Habiendo conocido al nicaragüense empecé a pensar mucho en ayudar en ese país y fui con Raleigh International a hacer un voluntariado de dos meses a Nicaragua con esa organización que es muy grande, tuve que hacer mucho entrenamiento, recaudar fondos, ir y hacer ese voluntariado en una zona muy pobre”.
En ese mismo viaje, nació su gran conexión con Latinoamérica, un lugar que, tal como ella dice, siempre llevará en su corazón. Sin ir más lejos, cuenta que sueña con vivir la mitad del año allá y la otra mitad en Chequia. Sin embargo, recuerda que esa primera experiencia fue muy complicada. No solo porque, en algunos casos, no estaba muy de acuerdo con la organización, sino también porque había muchas diferencias culturales y hasta tuvo algunos problemas de salud durante la estadía.
“Primero estudiamos cómo mejorar la higiene: agua potable, sistema de agua en esa comunidad en Nicaragua que tenía muchas enfermedades a raíz del agua. Hubo otros equipos que trabajaban como emprendedores, ayudando a la gente a mejorar sus negocios, pero yo me dedicaba a la higiene y estuvimos dando clases sobre eso y construyendo eco-letrinas”.
Tanto la marcó esa experiencia del año 2017 que, a pesar de la distancia y las grandes dificultades del Covid, viajó dos veces más a Latinoamérica: en 2022 a Perú, República Dominicana y, sobre todo, Costa Rica, país al que define como un verdadero paraíso y al que decidió regresar, en enero de este mismo año, porque necesitaba volver a disfrutar de sus múltiples encantos.
“Tiene el Pacífico, el Caribe, lo continental, un poco de montañas, la selva que es muy bonita, volcanes, todo ahí es precioso y, claro, las playas”.
En Costa Rica tuvo además la posibilidad de conocer a muchas personas de países vecinos como Guatemala, El Salvador, Panamá, Colombia y México, lo cual le fue dando varias ideas para armar su próximo viaje a Latinoamérica. De hecho, adelanta que ahora quiere dedicar su próximo recorrido a conocer con más profundidad República Dominicana y Colombia. Machová dice que si bien los checos aman la naturaleza, se trata, en su opinión, de un vínculo más que nada deportivo y aventurero. En ese sentido, considera que una de las razones por las que Latinoamérica suele llamar la atención de tantos checos es, precisamente, esa dimensión un poco más espiritual que existe entre los latinoamericanos y la naturaleza.
Fuerza natural
Justamente, la naturaleza es uno de los grandes motivos que aparecen en las artesanías de Adéla Machová. Además de trabajar con piedras y macramé, pinta prendas, lienzos y telas con diseños propios que ella misma se encarga de enumerar.
“Hojas, muchos espirales, flores, también pinto muchos hongos, cuerpos de mujeres y todo eso en conjunto. Alguna gente me ha dicho que en mis pinturas se ven psicodélicas, aunque no las hago bajo esos efectos. También me gustan mucho algunos motivos del universo, como las lunas, y siempre pinto también unos árboles míos muy enredados”.
“Alguna gente me ha dicho que mis pinturas se ven psicodélicas”.
Si bien la elaboración y venta de artesanías no es una actividad sencilla, Adéla Machová explica que es importante tener paciencia porque, en el momento menos pensado, cuando la invade la sensación de que no es posible vender nada, puede llegar a aparecer alguien que, a último momento, le salva el día.
“En Costa Rica, casi en mi último día en Puerto Viejo de Talamanca, llegó un chico de Estados Unidos al lugar en el que estábamos vendiendo con una chica guatemalteca y me compró un montón de cosas por miles de colones: unos pares de aretes, pulseras, luego regresó en busca de más cosas y dejó propina, también un saquito pintado y a mi colega también le compró mucho, y dijo que era para su novia”.
Agrega que, lejos de tratarse de un caso aislado, los estadounidenses y los canadienses suelen tener, en su opinión, cierta fascinación por las artesanías. En cuanto a los checos afirma que, si bien compran un poco menos, también las aprecian mucho.