Viktor Kolář: “Ostrava es el mundo”

Foto: Galería Nacional

Los paisajes industriales de la ciudad de Ostrava y sus gentes son los protagonistas de la exposición ‘Viktor Kolář Retrospektiva’, que recopila las principales imágenes del fotógrafo checo. La muestra recoge también obras realizadas durante el exilio del artista en Canadá y Estados Unidos.

Foto: Galería Nacional
Paisajes devastados por la actividad industrial, en decadencia, recorridos por personajes de aspecto triste, apagado, contenido. Seres humanos y animales aislados en ambientes urbanos monótonos, desérticos o de alguna manera hostiles, pero hermosos en su soledad y su drama personal. Todo, irremediablemente, en blanco y negro.

La retrospectiva de la obra fotográfica de Viktor Kolář, que expone la Galería de la Ciudad de Praga desde la semana pasada, comprende toda la obra de este señalado artista checo, desde 1959 hasta la actualidad, incluyendo así tanto las imágenes realizadas durante su exilio en Estados Unidos y Canadá como en su Ostrava natal. La capital de la Silesia checa, fuertemente marcada por la minería y la industria pesada, es de hecho la gran protagonista de la obra de Kolář, y el escenario por excelencia de su carrera más temprana, que abarca desde su primera exposición en 1959 hasta su huida del país en 1968.

‘Viktor Kolář Retrospektiva’,  foto: Vít Švajcr,  Dobré světlo,  Creative Commons 3.0 Unported
Estos primeros retratos descarnados de la cotidianidad ostravense, aunque intensamente marcados por la personalidad de la ciudad, suponen para Kolář un símbolo de la industrialización, y de todo lo que acarrea, y tienen por tanto una proyección universal, según indicó el artista en entrevista a la Radiodifusión Checa.

“Ostrava es el mundo. Esta ciudad tiene todo lo que caracteriza a nuestra civilización industrial y también todo lo que vino cuando acabó este periodo. Fue una ciudad de esperanza, con un buen comienzo, en la que encontramos el conflicto con la naturaleza, es decir, la conquista de la naturaleza, la construcción del carácter de la ciudad con la actividad minera, que dio lugar a personalidades intrépidas y admirables que no encontrarán en otro lugar”.

La cámara de Kolář se esfuerza de hecho en captar al máximo la fuerza personal de los habitantes de Ostrava, transmitiendo al observador existencias duras, profundamente influidas por su entorno, como remarca Kolář.

‘Viktor Kolář Retrospektiva’,  foto: Vít Švajcr,  Dobré světlo,  Creative Commons 3.0 Unported
“Y por supuesto está presente ese enorme peligro vinculado a la industria minera, y que está relacionado con los accidentes, la violencia, la frustración de la gente. Es un mundo donde tiene lugar lo que hoy en día vivimos en todas partes. Todos rivalizan de alguna manera constantemente con alguien. En ese mundo industrial se lucha todo el tiempo: contra los mecanismos, contra el espacio, contra jornadas de 24 horas, contra los turnos… Y es algo increíble”.

Precisamente el mayor logro de Kolář en general, tomando de principio a fin toda su obra, puede considerarse la profundidad con la que llega a los protagonistas de sus fotografías, lo que explica como una cuestión de actitud.

“Creo que en primer lugar me he buscado a mí mismo. Porque no se trata de fotografiar gente extraña, ni tipos escogidos. Yo realmente me proyecto en la gente y busco mi vida en sus vidas. Y esto es una característica esencial de la fotografía, al menos como lo veo yo. Estamos atados a la vida de los demás y no podemos romper nunca este lazo con ellos”, sostuvo.

Y esto teniendo en cuenta que Kolář se considera a sí mismo un introvertido. Precisamente este rasgo es para el fotógrafo una ventaja, que le obliga a tomarse el acercamiento a los demás como un desafío, según comentó.

“Es natural, porque los introvertidos somos normalmente muy sensibles, hipersensibles, y para llegar a los demás tenemos que ejercer una lucha diaria. No es algo que se pueda aprender, a menos que se llegue a cierta rutina. Pero en la fotografía no es posible hacer del contacto con la gente una rutina, la gente se da cuenta, y las fotos provenientes de este contexto no son buenas”.

El exilio y sus cinco años de vida en Canadá y Estados Unidos, supusieron para Kolář el encuentro con un nuevo mundo y un importante cambio de escenario para sus fotografías. Ciudades norteamericanas como Vancouver, Toronto, Montreal, Hendrix Lake o Nueva York, entre otras, completan a Ostrava a su manera, ofreciendo un escenario postindustrial donde sin embargo, los motivos de la soledad y la deshumanización del entorno prosiguen con igual fuerza. Escaparates, centros comerciales, grandes extensiones de hormigón y carreteras desoladas sustituyen a las chimeneas y casas obreras de Ostrava. La mirada es, sin embargo, la misma.

La etapa norteamericana de Kolář significó también el inicio de su proyección internacional. Tras unos inicios ásperos, en los que el artista se dedicó a duros trabajos manuales, consiguió dos exposiciones en Montreal y una beca artística. No obstante, el fotógrafo nunca se sintió del todo a gusto en su exilio americano y en 1973 decidió regresar a Checoslovaquia, donde retomó a Ostrava y sus habitantes como tema central de su obra.

La Ostrava revisitada destaca por un mayor componente de ironía, una visión en ciertos momentos más optimista, que quizá refleje la evolución de la ciudad, progresivamente desindustrializada desde los años 80, o quizá también el mismo desarrollo del autor, que madura junto a ella. Para Kolář, la amplitud y la ganancia en matices de sus imágenes no puede explicarse únicamente por el aporte que le supuso el exilio.

Foto: Ex pose Verlag
“Tengo la ventaja aparente de haber mirado a esa realidad del mundo tradicional tras una pausa de cinco años, lo que conlleva una mirada mucho más clara. Pero no basta, no dura mucho tiempo. Hay que trabajar en ello, porque el trabajo de uno se compone de cada una de sus obras, y todas deben tener calidad, y ser profundas. Cada fotografía, si es así, bien pensada, da mucho trabajo, y necesita de muchísimos intentos. No es la coquetería del fotógrafo amateur, sino una continua conquista de territorio inexplorado”, explicó.

Kolář, nacido en 1941, es en la actualidad uno de los principales fotógrafos checos de carácter internacional. Profesor en la cátedra de Fotografía de la Facultad de Cine de Praga (FAMU), Kolář fue galardonado con el Mother Jones International Award en 1991 y en 2010 recibió el premio a la Personalidad de la Fotografía Checa. Ese mismo año se editó su recopilación fotográfica ‘Ostrava’, a cargo de la editorial KANT. En cuanto a su trabajo en el ámbito universitario, Kolář lo describe, más que como una transmisión de conocimientos, como la formación de una nueva hornada de fotógrafos que sean capaces de sentir este arte como una parte esencial de sus vidas.

“Mi mayor anhelo es incitarles a amar la pasión por la fotografía y hacer de eso una dedicación para toda la vida. Y también entenderla, no solo algo para vivir de forma interesante. Estos estudiantes deberían entender la fotografía mejor que el resto de la gente y llevar su conocimiento todavía más lejos. Y ese es mi trabajo: tratar de desarrollar en sus obras lo que considero muy personal, y al mismo tiempo inculcar que la fotografía exige dedicación, cierta humildad, y la conciencia de que tomamos el legado de una generación anterior”.

La exposición ‘Viktor Kolář Retrospektiva’, permanecerá en la Casa de la Campana de Piedra, en la Plaza de la Ciudad Vieja de Praga, hasta el 29 de septiembre.

Autor: Carlos Ferrer
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