Unos 25.000 checoslovacos pasaron por los gulags soviéticos

Foto: public domain

Alrededor de 25.000 checoslovacos fueron víctimas de la persecución soviética antes de la Segunda Guerra Mundial y acabaron en los campos de trabajos forzados conocidos como gulags, según un reciente estudio. Anteriormente se creía que la cifra de víctimas llegaba a las 35.000. Los detalles con Carlos Ferrer.

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Uno de los símbolos más siniestros del régimen de Iósif Stalin, que gobernó la Unión Soviética de 1922 a 1952, es posiblemente la red de campos de trabajo para prisioneros políticos, los llamados gulags, donde debido a las extremas condiciones de vida murieron más de un millón de personas.

En los gulags, donde se mezclaban delincuentes comunes, enemigos de clase, opositores políticos, miembros de etnias a las que se trataba de liquidar, prisioneros de guerra, desertores y en general ciudadanos incómodos al régimen, dieron también con sus huesos muchos ciudadanos checoslovacos. En total, según un reciente estudio dirigido por la asociación Gulag.cz, la cifra se sitúa alrededor de los 25.000, un número menor que las estimaciones anteriores, que elevaban a 35.000 las víctimas checoslovacas del aparato represivo estalinista.

El dato, que no deja de ser una suposición, viene avalado por una investigación detallada, asegura el presidente de Gulag.cz, Štěpán Černoušek.

“Son predicciones que derivan de investigaciones que hemos llevado a cabo durante varios años, especialmente de las realizadas por el profesor Mečislav Borák, de la Universidad de Silesia, y Adam Hradilek y Jan Dvořák del Instituto para el Estudio de los Regímenes Totalitarios. Tuvimos además la posibilidad estos últimos años de visitar los archivos de Úzhgorod y Leópolis, en Ucrania”.

El triste destino de los refugiados rutenos

Foto ilustrativa: ČT
Los gulags empezaron a funcionar a partir de 1934 y como parte de la primera oleada, el conocido como Terror Rojo, fueron internados en los gulags ciudadanos checoslovacos que se encontraban en la Unión Soviética por uno u otro motivo, a menudo antiguos miembros de las legiones checoslovacas o emigrantes económicos o políticos. Conocido es también el caso de los checos que habitaban en la parte de la región de Volinia que quedó en manos soviéticas y que fueron víctimas de una limpieza étnica.

Una tercera parte de los checoslovacos internados antes de la Segunda Guerra Mundial procedía de la región de la Rutenia Subcarpática, hoy en Ucrania pero entonces territorio checoslovaco. Durante el desmembramiento del país en 1938, Rutenia se vio acosada por paramilitares polacos y húngaros, y finalmente una buena parte de la región fue anexada a Hungría.

La situación se agravó con la independencia de Eslovaquia, convertida en estado fascista, y la ocupación nazi de lo que quedaba de Chequia. Muchos rutenos, especialmente de origen judío, escaparon hacia la Unión Soviética, comenta Černoušek.

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“No hay un sistema totalmente claro y exacto. Esto viene dado por el hecho de que a través de Ucrania, entonces república de la Unión Soviética, huyeron muchos checoslovacos ante Hitler o ante la ocupación húngara de 1938. Así que entre 1938 y 1939 huyeron muchos rusinos a la actual región de Leópolis, que entonces estaba bajo control soviético. No querían luchar contra los alemanes y se encontraron en medio del sistema represivo soviético, y luego en los gulags. Sus expedientes quedaron en esos lugares, en Leópolis y los archivos ucranianos de la época”.

De esta forma, los refugiados, aunque no constituían realmente una amenaza de ningún tipo, cayeron de la sartén a las brasas. En un movimiento típico de los años del tratado nazi-soviético de Ribbentrop-Mólotov, los emigrantes checoslovacos fueron criminalizados, prosigue Černoušek.

“Según las normas de entonces de la Unión Soviética habían violado el régimen fronterizo, habían cruzado la frontera de forma ilegal. Nadie se hizo responsable de ellos oficialmente. Stalin basaba entonces su economía en el trabajo esclavo, así que le convenía cualquiera que violara cualquier ley, aunque fuera gente que huía de Hitler”.

Štěpán Černoušek,  foto: Martina Bílá
Los rutenos fueron especialmente desafortunados en su tránsito por la justicia estalinista. Debido a las pretensiones nacionalistas de Ucrania sobre Rutenia muchos acabaron siendo considerados ciudadanos soviéticos y no pudieron por tanto abandonar los gulags al acabar la guerra, como sí hicieron muchos otros checoslovacos. Otros fueron considerados húngaros, por tanto miembros de una nación enemiga, e internados en otro tipo de campos.

La confusión y el desorden del que fueron víctimas los rutenos complicaron la investigación, y precisamente ha sido su cálculo actual, más exacto, el que ha reducido las estimaciones de checoslovacos víctimas de los gulags.

El trabajo de Gulag.cz, que añade mucha más información a lo que se conocía hasta ahora acerca de este episodio histórico, vino casualmente facilitado por el cambio de gobierno vivido recientemente por Ucrania, señala Černoušek.

“Estaban parcialmente abiertos hasta ese momento, pero el acceso material era más complicado. Ahora debido a los cambios de la situación política en Ucrania también ha cambiado la actitud de las nuevas directivas, por ejemplo la del archivo de los servicios secretos ucranianos, la SBU, donde hay materiales que proceden de la NKVD y la KGB. Su nueva política es de hecho facilitar el acceso de estos materiales al máximo número de personas. Así que tuvimos la oportunidad de abrir los expedientes de los inspectores que inventaron cargos y llevaron a procesos a checoslovacos que en algunos casos después fueron ejecutados”.

El número de checoslovacos condenados a muerte durante esta ola represiva es de 1.500 personas. La cifra sería evidentemente mayor si se sumaran las víctimas de las persecuciones que tuvieron lugar durante la guerra o en la posguerra, cuando Checoslovaquia pasó a formar parte de la esfera de influencia soviética.

El conocimiento sobre el tema seguirá no obstante siendo incompleto o basado en estimaciones mientras no se investiguen otros archivos de la policía secreta soviética, la NKVD, especialmente el situado en Moscú. Sin embargo, tal como advierten los historiadores que participaron en el estudio, la política actual del gobierno ruso es mantener estos documentos bajo llave y permitir el acceso solo en casos muy excepcionales, como consultas de descendientes directos de los reclusos.

Autor: Carlos Ferrer
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