Una manifestación contra el Gobierno termina en batalla campal
Una polémica manifestación convocada este domingo contra el Gobierno y sus medidas para frenar el avance del coronavirus, se llenó de ultras de fútbol y hockey que atacaron con violencia a la Policía. Los choques dejaron cien detenidos y decenas de heridos, cinco de ellos acabaron en el hospital.
Mientras se baten todos los récords de nuevos infectados de coronavirus y se empieza a levantar hasta un hospital de campaña para poder llegar a acoger al aluvión de enfermos que se esperan, en el centro de Praga se convocó una manifestación contra las restricciones del Gobierno. Hasta dos mil asistentes, según la Policía, acudieron a la Plaza de la Ciudad Vieja de Praga llegados desde todo el país. Entre ellos, tal y como se preveía desde hacía días, unos 400 ultras de fútbol y hockey con una intención clara que llevaron a cabo tras la cancelación de la protesta.
La manifestación estaba autorizada para un máximo de 500 personas separados en grupos de veinte, a pesar de la prohibición para toda la población de reunión de más de seis personas. Pronto la plaza se llenó de manifestantes sin mascarilla que, apelotonados, no respetaban ningún tipo de medida de seguridad. Desde la primera vez que la Policía avisó a los organizadores, el Movimiento de Descontento Cívico, más de una hora tardaron en dar por concluido el acto. Entre el público se oyeron todo tipo insultos y amenazas especialmente dirigidos al Ministro de Salud, Roman Prymula, o algún que otro lema propio de la ultraderecha.
De la violencia verbal se pasó a la física cuando la Policía empezó a disolver a los manifestantes una vez finalizada la protesta. Volaron bengalas, botellas y cubos de basura. La Policía informó de que veinte de sus agentes resultaron heridos. El ministro del Interior, Jan Hamáček, les felicitó por su actuación y no escatimó adjetivos calificativos para los atacantes.
“Es un acto de carroñería del mayor calibre. Las imágenes son impactantes. Esas personas van a ser detenidas y, por supuesto, se seguirán los procedimientos debidos. Tengo que decir que de ellos me esperaba cualquier cosa, pero no semejante brutalidad”.
Durante una hora se prolongaron los enfrentamientos hasta que los antidisturbios se hicieron con el control empleando un cañón de agua, perros y gas lacrimógeno.
Tras la batalla campal, nueve manifestantes tuvieron que ser atendidos, tres de ellos terminaron en el hospital con lesiones de gravedad media alta, según los servicios sanitarios. Presentaban golpes en la cabeza, cortes o problemas ocasionados por el gas lacrimógeno o la ingesta de alcohol.
Michaela Havlanová, portavoz del Movimiento de Descontento Cívico, se desentendió de la violencia de la manifestación en sus declaraciones a la Radio Checa.
“Hemos tenido que cancelar la manifestación de forma prematura tras ponernos de acuerdo con el Ayuntamiento y la Policía. Hay gente que quería aprovechar la concentración para provocar violencia y lo ha hecho. Por desgracia, no se podía evitar, hay que contar con estas cosas. Por supuesto, no podemos decirle a nadie que no puede venir ni cerrarle el acceso hasta aquí. Dijimos desde el principio que vendrían provocadores y, por desgracia, han cumplido con su tarea”.
El operativo de la Policía movilizó a mil agentes, cientos de ellos llegados desde otras partes de la República Checa. Desde la mañana estuvieron controlando quién llegaba en tren a la capital checa. Antes de la manifestación, las fuerzas del orden ya anunciaron la detención de unas 50 personas y la confiscación de bengalas, porras telescópicas, puños americanos e incluso armas de fuego. En total, las fuerzas del orden detuvieron a más de cien personas.
Tanto el presidente, Miloš Zeman, como el primer ministro, Andrej Babiš, condenaron la protesta por no respetar las medidas de seguridad impuestas para parar el ritmo contagio de coronavirus que se da en la actualidad en la República Checa.
En las vecinas Polonia y Eslovaquia se produjeron manifestaciones muy similares el sábado con una cantidad también muy parecida de ultras provocando disturbios frente a la sede del Gobierno eslovaco en Bratislava.