Una larga tradición de campaneros

Foto: Ondřej Tomšů
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En este programa especial de Radio Praga, dedicado a las tradiciones de la Pascua checa, les contaremos sobre la historia de la fabricación de campanas en la República Checa.

Foto: Ondřej Tomšů

Foto: Archivo de ČRo
Cada día de la semana santa tiene un nombre específico en checo. La semana empieza con el “lunes azul”, continúa con el “martes gris”, el “miércoles feo”, y el “jueves verde”.

A partir del jueves, y durante los tres siguientes días (el “viernes grande”, “sábado blanco” y “domingo de Pascua”), no suenan las campanas en las iglesias. En vez de eso, a las 6.00, 12.00 y 18.00 se hacen sonar las matracas y las carracas. Existe un mito que explica por qué en toda Chequia no repica ninguna campana esos días.

De acuerdo con una leyenda, el jueves santo, después de la oración Gloria in excelsis Deo, todas las campanas vuelan de Chequia a Roma, donde son bendecidas antes de regresar a casa el sábado blanco y volver a sonar.

Petr Rudolf Manoušek  (a la derecha),  foto: Ondřej Tomšů
De todos modos, las campanas forman una parte integral de las tradiciones de Pascua y de muchas otras fiestas y celebraciones. En la República Checa la fabricación de campanas tiene una larga historia, hay dos negocios familiares que se dedican al oficio hasta hoy día.

Una familia de campaneros

Una de las familias que tiene un negocio campanero es la familia Manoušek. Petr Rudolf Manoušek se ha dedicado a la fabricación y restauración de campanas durante toda su vida. Su bisabuelo revolucionó la tecnología, su padre restauró las campanas de la Catedral de San Vito, y Petr Rudolf continúa el legado de sus antepasados.

La Iglesia de Zdiby,  foto: VitVit,  Wikimedia Commons,  CC BY-SA 4.0
“Somos la compañía más antigua de las Tierras Checas, originaria de Moravia. La profesión no se ve en otras partes del país. No hay mucho interés por el trabajo, las personas prefieren trabajar en oficinas. El oficio del campanero es un trabajo manual, no es nada fácil”.

Para los visitantes de las iglesias, las campanas son más una curiosidad. Quieren verlas, conocer algo de su historia, pero no están interesados en la profesión, continúa Manoušek.

“Hay maneras mucho más fáciles de ganarse la vida. El encanto inicial desaparece muy rápido. Al principio los interesados están muy emocionados cuando pueden hacer sonar las campanas, pero pronto llegan a preferir que suenen de manera mecanizada. Además, los campaneros no tienen horarios fijos, trabajan las noches, los días festivos, los sábados y domingos”.

Las campanas Manoušek se encuentran por ejemplo en la Iglesia de Zdiby. En esta iglesia ha quedado solo una campana de las tres originales. Dos fueron destruidas durante la Segunda Guerra Mundial, como explicó Manoušek en entrevista a Radio Praga.

Foto: Ondřej Tomšů
“Son campanas relativamente pequeñas, tuvimos que elegirlas conforme al sonido de la campana grande, que ha permanecido en la iglesia y tiene la afinación de fa sostenido 2. A juzgar por los restos de las campanas que se encuentran en la iglesia, las campanas originales no eran mucho más grandes. Además, ni siquiera cabrían en el espacio”.

La campana mayor, dedicada a Santa Helena, pesa unos 48 kilogramos. La pequeña, dedicada a Santa Anna, pesa 29.

Manoušek explica que no siempre tienen que sonar todas las campanas de una iglesia a la vez. Depende de su número y de la ocasión. En días laborales normalmente suena solo una, mientras que los domingos y días festivos se hacen sonar todas.

Petr Rudolf Manoušek,  foto: Michal Trnka,  Archivo de ČRo
“Las campanas históricas deben tener una posición privilegiada, deben ser usadas solo en ocasiones especiales. Con respecto a la edad, es necesario guardarlas. Por ello, para el servicio diario usamos solo las campanas nuevas”.

Castaño y cobre, pero nada de plata

Las campanas siempre deben ser fundidas en una sola pieza, incluyendo los ornamentos artísticos. Todos los elementos y accesorios se forjan a mano, explica Rudolf Manoušek.

“Si la campana tiene un llamado “sonido de plata”, no se debe a la presencia de plata en el metal, sino a la calidad de la afinación”.

“Las campanas se hacen de un tipo de bronce de estaño, es una aleación de estaño puro y cobre puro, con la proporción de 22% de estaño y 78% de cobre. No hay otro metal en la mezcla, así que los rumores de que las campanas lleven oro, plata u otras sustancias son falsos. Si la campana tiene un llamado “sonido de plata”, no se debe a la presencia de plata en el metal, sino a la calidad de la afinación”.

El sonido de la campana depende de su tamaño y sus medidas, es decir, el diámetro, la altura y el grosor. Cualquier cambio en las dimensiones del cuerpo causa un cambio del sonido, prosigue Manoušek.

Petr Rudolf Manoušek  (a la izquierda) con su padre,  foto: Archivo de Petr Rudolf Manoušek
“Las campanas no producen un solo tono, es un espectro de muchos tonos. Es parecido al espectro de luz, donde todos los colores se alinean en una cierta proporción y el resultado es blanco. Si todos los tonos armónicos de la campana se alinean en los intervalos correctos, el resultado es un tono específico y bello”.

Si uno de los tonos del espectro se desvía, la campana adquiere un sonido indeseado. Un laico diría que suena mal, mientras que un músico podría identificar qué tono es diferente.

Los fabricantes pueden anticipar cómo va a sonar la campana antes de que esta sea fundida. Sin embargo, potenciales fallos en los cálculos se muestran solo después de la fabricación, destaca Manoušek.

“Desafortunadamente los resultados no se pueden verificar paso a paso. Incluso si se le dedica todo el cuidado y la diligencia posible, no sabemos si se ha producido un error hasta el final del proceso. Solo cuando la campana está terminada y la sacamos del molde de arcilla, después de hacerla sonar por primera vez, se averigua si el trabajo ha sido exitoso o no”.

Foto: Archivo de Petr Rudolf Manoušek
Si la campana no tiene el sonido deseado, hay que romperla y fundirla de nuevo. Dado que las campanas están hechas a medida, y las decoraciones diseñadas para ubicaciones específicas, no se pueden vender en ningún otro lugar. Es posible volver a utilizar el material de la campana, pero el proceso se tiene que repetir desde el principio.

El principio de fabricación sigue siendo el mismo

Las campanas se llevan haciendo miles de años. Es fascinante que incluso las más antiguas se elaborasen perfectamente, sin que los campaneros dispusieran de los recursos que tenemos hoy en día, dice Rudolf Manoušek.

“Hemos conservado campanas de alta calidad del siglo XI, XII, que cumplirían con los estándares de hoy. No tenemos idea de cómo se fabricaron estas campanas. La gente no tenía ordenadores, electricidad, ni siquiera reglas de cálculo. Aun así los resultados son perfectos, al igual que la composición del metal”.

“En el pasado la gente no tenía ordenadores, electricidad, ni siquiera reglas de cálculo. Aun así los resultados son perfectos, al igual que la composición del metal”.

En el pasado no existía la posibilidad de análisis químico del metal para predecir el sonido. Sin embargo, a pesar del desarrollo tecnológico que se ha registrado en los últimos siglos, la manera en que se hacen las campanas sigue siendo la misma, prosigue Manoušek.

“El principio de producción ha sido el mismo durante siglos. Se usa el mismo metal, aunque es verdad que ha habido esfuerzos por reemplazarlo con otras aleaciones. Todos los campaneros, incluyéndome a mí, han tratado de encontrar un sustituto, pero sin éxito. La aleación de estaño y cobre simplemente tiene el mejor sonido”.

Petr Rudolf Manoušek,  foto: Lucie Drechselová
En la base de la producción están los cálculos, luego se diseña un dibujo técnico, la plantilla y el modelo. Antes de elaborar la campana en sí se produce una llamada “campana falsa”, como explica Rudolf Manoušek.

“Primero se hace el molde de la parte interior de la campana, el ‘núcleo’, que parece una chimenea. Luego sobre este núcleo se hace la llamada ‘campana falsa’, que está hecha de arcilla, pero tiene el mismo espesor que la futura campana. Esto se cubre con cera. Se añaden los ornamentos, luego todo se envuelve en otra capa de arcilla. Después de que se haya secado y se haya quemado la arcilla, la cera desaparece y deja una huella negativa en la última capa. El manto se levanta y la campana se saca del molde. Parece simple, pero es un trabajo de hasta tres meses”.

Luego se tiene que esperar a que la campana se enfríe, lo que puede durar días o meses. Si se enfría demasiado rápido, podría romperse, por lo que el molde debe estar enterrado en el suelo durante el proceso entero. Además, el metal caliente podría salir por alguna huella en el modelo.

Foto: Archivo de Petr Rudolf Manoušek
Después de que la campana se saque de la tierra y se retiren los restos de arcilla, se cuelga usando una grúa y con el primer golpe se confirma si está bien hecha o no.

El ajuste del sonido se realiza mediante sintonizadores que están calibrados con precisión. Si todo sale bien, la campana se lava con agua y arena y se conserva con cera para prevenir que se ensucie con los excrementos de las palomas.

Las campanas Manoušek

La historia de las campanas Manoušek comenzó a escribirse en el siglo XIX, con el nacimiento de Rudolf Manoušek sénior. Como era costumbre, emprendió el oficio de sus antepasados y se fue al extranjero. Allí adquirió conocimientos sobre las nuevas tecnologías y en 1908 fundó su propia fábrica en Husovice, cerca de la ciudad de Brno, llamada Rudolf Manoušek & socios. Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial tuvo que venderla.

Foto: Wikimedia Commons,  Public Domain
Su hijo, Rudolf Manoušek junior, tuvo un destino similar. Su fábrica fue nacionalizada en 1948 y él se tuvo que mudar a Praga. La profesión de campanero era algo indeseable bajo el régimen comunista, ya que las campanas siempre estaban asociadas con la Iglesia y el catolicismo.

Más tarde, en 1990, Petr Rudolf Manoušek, el hijo de Rudolf Manoušek junior, fundó la compañía Campanas Manoušek en Praga, continuando la tradición familiar. Rudolf Manoušek dice que sabía que quería ser campanero desde que era pequeño.

“Yo crecí en la fábrica. El antiguo taller de mi padre fue destruido después del año 1948. Por un tiempo le prohibieron producir campanas. Cuando fundó su fábrica en Zbraslav, yo tenía 10 años, y me encantaba pasar mi tiempo libre allí. ¿Quién de mis compañeros de clase podía decir que tenía un horno de fundición y una grúa en casa?”.

Foto: Archivo de Petr Rudolf Manoušek
Rudolf Manoušek pronto empezó a ayudar en el taller con la restauración de campanas. Cuando su padre tuvo un accidente y no podía trabajar más, Rudolf se involucró en el negocio sin saber cómo. En ese momento ya tenía años de experiencia, así que asumió el puesto espontáneamente.

Además de crear nuevas campanas, el taller Campanas Manoušek también se dedica a restaurar las antiguas. En el pasado, cuando una campana estaba dañada, se destruía y se fundía una nueva. El abuelo de Rudolf Manoušek desarrolló una tecnología de reparación de las campanas que prevenía que fueran eliminadas. Con esta tecnología ya se puede reparar casi cualquier fallo, dice Manoušek.

“Hoy en día podemos reparar casi cualquier daño a las campanas. Los herrajes, badajos, todo. También hay que limpiar las campanas de la corrosión y la suciedad de las aves. El procedimiento más problemático es la soldadura de las campanas rotas o rajadas. Seguimos aplicando la tecnología que mi abuelo desarrolló después de la Primera Guerra Mundial”.

Incluso una campana hecha a pedazos se puede reparar, devolviéndole su sonido original. Sin embargo, el costo de restauración puede superar el precio original, así que la restauración vale la pena solo en el caso de las campanas que tienen un valor histórico.

Un objeto que dura siglos

“Hoy en día podemos reparar casi cualquier daño a las campanas. Los herrajes, badajos, todo”.

Por razones de conservación, la mayoría de las campanas antiguas ya no están en funcionamiento. La campana más antigua checa se puede encontrar en el Museo de Cheb y data de 1286. La más antigua reparada por Rudolf Manoušek proviene de la ciudad de Vimperk y data del año 1419. Tiene un manejo manual y su propio campanero.

Rudolf Manoušek destaca que le gusta producir campanas nuevas así como reparar las antiguas. Lo que es importante es que el resultado cause alegría.

Foto: Martina Pauerová,  Wikimedia Commons,  CC BY-SA 2.5
“¿Para qué sirve una campana enorme si la gente la acepta con indiferencia? Necesito ver que mi trabajo tiene sentido. Restaurar las campanas es algo importante para mí, de esta manera se conserva algo que podría haber desaparecido de la historia”.

Además, las campanas que datan de los siglos XII y XIII inspiran respeto, ya que no sabemos con absoluta certeza cómo fueron producidas, continúa Manoušek.

“No hay otro objeto que acompañe al hombre durante miles de años sin cambiarse. La misma campana suena en el nacimiento, el bautizo, en los días festivos, en los funerales. Nuestra época se ve reflejada en las preguntas que me hace la gente. No entienden por qué fabricamos algo que dura tanto tiempo, ya que es un mal negocio. Están acostumbrados a que todo dura poco. Para ellos es una pérdida de tiempo”.

Aunque los tiempos son diferentes, hay personas que aprecian la profesión. Manoušek dice que en la actualidad tiene cinco campanas de donantes que quieren permanecer anónimos.

El taller antes y después de las inundaciones

Las inundaciones en el año 2002 en Praga-Zbraslav,  foto: Archivo de MČ Praha-Zbraslav
En el año 2002 las inundaciones que azotaron la República Checa causaron numerosos daños al taller de Rudolf Manoušek en Praga. Casi cinco metros de agua pasaron por el edificio, destruyendo todos los archivos, el equipamiento, los modelos, y 15 campanas preparadas para ser fundidas.

Las instituciones checas prometieron que le apoyarían en la reconstrucción, pero al final no lo realizaron. La ayuda llegó de donde no la esperaba, por parte de compañías competidoras, en específico, una empresa de producción de campanas en Holanda.

Gracias a las empresas extranjeras consiguió construir una protección contra inundaciones. Sin embargo, con la próxima ola de inundaciones en 2006, esta mostró ser ineficaz. Además, el taller se encuentra en un edificio protegido que no puede ser asegurado y sin un seguro Manoušek no puede obtener permiso para renovar el taller.

“No hay otro objeto que acompañe al hombre durante miles de años sin cambiarse”.

Por ello, desde hace 17 años Manoušek ha estado de viaje entre Chequia y Holanda. Sus campanas se fabrican en Holanda y en Chequia se produce solo el equipo necesario para colgarlas, es decir, las bisagras, herrajes, corazones, badajos, etc.

¿Instrumento musical o señal de alarma?

El taller Manoušek,  foto: Google Street View
El taller Manoušek produce campanas para diversos fines, incluso campanas para ser instaladas en barcos. Rudolf Manoušek explica que estas tienen un rol diferente que las campanas en las iglesias.

“Las campanas para barcos se fabrican a menudo, pero tienen una afinación diferente. Las campanas en las iglesias tienen que sonar bien, para hacer que la gente se pare y escuche. Las campanas de las naves tienen la tarea opuesta, tienen que despertar y movilizar a los marineros. El sonido es una señal”.

Un hecho interesante es que en el pasado siempre se fabricaban varias campanas para un solo barco. Cuando los marineros volvían al puerto, no tenían dinero, así que vendían una de las campanas que tenían a bordo. Sin embargo, sin ella no podían salir al mar. En este caso servía la campana de respaldo.

Manoušek dijo que recibe pedidos particulares de clientes privados, quienes, por ejemplo, le piden construir campanas personalizadas con los nombres de sus parientes.

“Cada una de las campanas es original y está afinada para condiciones específicas. No hay dos campanas en nuestro taller que sean iguales, todas son ejemplares únicos”.

“Cada una de las campanas es original y está afinada para condiciones específicas. No hay dos campanas en nuestro taller que sean iguales, todas son ejemplares únicos”.

Para Manoušek, las campanas no son solo productos de su trabajo, forman parte de su vida. Son documentos auténticos de la historia.

“Son mis hijos. Siempre estoy feliz de verlas o escucharlas. Por supuesto son al mismo tiempo instrumentos musicales, sea para fines litúrgicos o no. Yo siempre llevo conmigo un campanario móvil con 57 campanas. Sin las campanas no existo”.

Las campanas de Manoušek se encuentran en todas partes del mundo. El archivo de la familia está incompleto, pero antes de la inundación de 2002 la lista cuenta con unas 3000 toneladas de campanas fabricadas.

Manoušek concluye con que a veces incluso recibe tarjetas postales de sus “hijos” que siguen en funcionamiento.