Una excursión al variopinto mundo de los fantasmas checos

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Un barril de fuego que protesta contra la mala cerveza; un fantasma que mata a su víctima en una morgue; un farol sangriento en la Meseta Checomorava o un espectro condenado a beber eternamente cerveza....Éstos son los protagonistas de las leyendas checas que les contaremos en esta edición.

Un día el cura de la pequeña ciudad de Nové Město, en Moravia, caminaba por la orilla del estanque municipal. De repente apareció en el sendero un barril de fuego que rodaba en su dirección.

El barril, del que salían llamaradas, suspiraba y gemía con una voz hueca:”Más lúpulo, más malta, más lúpulo, más malta...”

El sorprendido sacerdote acertó sólo a decir:” No te entiendo. ¿Qué quieres?”

”Más lúpulo, más malta”, volvió a oírse la voz dolida y el barril de fuego desapareció en medio de un inmenso estruendo.

El cura, que era una persona inteligente, no tardó en comprender el sentido de la advertencia del barril de fuego. El fantasma se lamentaba de la pésima calidad de la cerveza local.

El sacerdote se dirigió por la mañana a la cervecería para regañar al maltero:”Si el barril de fuego sigue quejándose con cada persona con la cual se tope, pronto Ud. no venderá un solo jarro de la mala cerveza que hace”.

La leyenda dice que el maltero se avergonzó y desde entonces se coció en Nové Město una cerveza exquisita. El barril de fuego no volvió a aparecer.

En Bohemia y Moravia abundaban en el pasado los llamados fext. Se parecían en cierto modo a los zombies.

Su nombre se deriva de la palabra alemana “fest”, que significa firme y resistente.

Entre las características del fext resaltaba el ser invulnerable. No le hacía daño ni un sable ni una bala.

El origen de la leyenda está probablemente relacionado con prolongados conflictos bélicos, como la Guerra de los Treinta Años, en el siglo XVII. Ser invulnerable se convirtió en algo muy codiciado.

Uno de esos extraños seres apareció en la comarca de Rokycany, cerca de Pilsen. En un principio nadie sospechó de él. A primera vista era un veterano militar que practicaba la caza furtiva. Depredó de tal manera la dehesa local que el guardabosque llamó a los soldados para que capturasen al cazador furtivo.

Los soldados le dispararon a quemarropa pero las balas no le hicieron el mínimo daño. Todos entonces comprendieron que era un fext. Antes de desaparecer entre los matorrales, el fantasma amenazó al guardabosque que lo pagaría caro si insistía en perseguirlo.

El guardabosque se devanaba los sesos cómo acabar con su enemigo. Concluyó que era necesario sorprenderlo cuando durmiese.

Pocos días después lo pilló dormido en su guarida y lo detuvo con ayuda de unos esbirros. Pronto el verdugo de la ciudad de Pilsen llevó al fext al patíbulo.

Dos intentos de ahorcarlo fallaron. Primero se rompió la soga y luego se desató su nudo. Sólo después de que se quitara al reo el cordón con una bolita mágica de vidrio, el verdugo pudo ahorcarlo.

El guardabosque se jactaba en las fondas cómo había acabado con el fext. Un jornalero le advirtió, no obstante, que había oído decir que después de muerto el fext era todavía más peligroso.

”¡Habladurías!”, respondió el guardabosque. Después anunció que iría a buscar al fext a la morgue y que lo traería a la fonda para que el fantasma tomase con los vecinos una cerveza si era tan vivaracho como se decía.

Cuando se cerró la puerta detrás del guardabosque, los bebedores siguieron apurando sus jarros de cerveza y pronto se olvidaron de él.

Se acordaron del hombre por la mañana pero ya era tarde. Cuando llegaron a la morgue, avistaron una macabra escena:en el suelo yacía el cadáver del guardabosque al que atenazaba en su huesudos brazos el fext. El fantasma cumplió su amenaza.

Según las leyendas populares, en los bosques de la Meseta Checomorava se aparecían siniestros faroles, sostenidos por una mano blanca o negra. Al pillar a una persona en un lugar solitario, le dejaban en la espalda feas quemaduras.

Foto: ČT
El más terrorífico era el farol sangriento. Lo demuestra la siguiente leyenda.

El viejo Brázda era un cazador furtivo impenitente. Su descaro fue creciendo hasta que un día se le ocurrió intentar abatir al ciervo blanco, orgullo de los bosques del conde Ditrichstein. El hidalgo solía decir que el animal era milagroso y que no escaparía al castigo de las fuerzas sobrenaturales quien intentase matarlo.

El cazador furtivo hizo oídos sordos a las advertencias. Una noche de luna, cuando el ciervo blanco salió a un claro del bosque, el viejo Brázda no vaciló un instante y disparó.

Al sonar el disparo, una niebla envolvió al ciervo, y cuando el cazador corrió al lugar donde pensaba encontrar a la pieza abatida, allí no había rastro alguno de ella.

Sólo la luna iluminaba el claro y al cazador furtivo le parecía oír una voz misteriosa que susurraba que no escaparía al castigo.“¿Quién podría castigarme si aquí no hay nadie?”, se dijo el viejo. Miró a la luna y preguntó, desafiante:”?Quizás tú, en lo alto? ¡Ya ajustaré cuentas contigo!” El hombre apuntó y disparó a la luna.

No se desvaneció todavía el eco del disparo cuando sobre el cazador furtivo cayó una gota de sangre. Y después otras más.

Acto seguido, el hombre desapareció y sobre el claro surgió un farol que irradiaba una luz color sangre.

Un guardabosque que había visto al cazador furtivo,escuchó los dos disparos. Corrió veloz al claro para capturar al hombre.

Al llegar al lugar,se detuvo espantado. El resplandor color sangre que salía del misterioso farol, inundaba el claro en cuyo centro se veía la escopeta del cazador furtivo. Parecía un lago de sangre. El guardabosque no se atrevió a recoger el arma del furtivo y huyó aterrorizado.

Fue a buscar la escopeta por la mañana. No encontró, sin embargo, el menor rastro del viejo Brázda y del ciervo blanco. Nadie en toda la Meseta Checomorava volvió a verlos.

En las noches de luna, el enigmático farol sigue iluminando el claro con su siniestra luz color sangre.

Un hombre fue destinado a servir de escolta a una doncella en el castillo de Skála, en Bohemia Occidental. Se enamoró de la muchacha pero ésta no le hacía caso porque tenía un novio.

El escolta ahogaba su pena en la bebida. Cierto día se acercó en estado de embriaguez a la muchacha, la estrechó en sus brazos y dijo que no la soltaría por nada de este mundo.

La chica logró escapar y el borracho fue encerrado en un calabozo.El dueño del castilló ordenó que al siguiente día fuese azotado.

Los esbirros fueron por la mañana a buscar al hombre pero no encontraron de él rastro alguno.

El espíritu tutelar del castillo lo había arrastrado al subterráneo más profundo. Allí pronunció la condena:

”Como castigo tendrás que beber durante todo el año la cerveza de los barriles que ves alrededor. Podrás salir sólo durante un día, en vísperas del miércoles de cenizas.

Desde entonces el hombre convertido en fantasma ronda una vez al año por las ruinas del castillo de Skála y con un jarro en la mano vocifera a los cuatro vientos: “¡Aquí hay cerveza, cerveza,cerveza!”

Si algún borracho se acercase y bebiese del jarro ofrecido por el fantasma, éste quedaría rescatado. El borracho se convertiría a su vez en el espectro del castillo de Skála.

Nadie ha aceptado todavía el jarro de las manos del fantasma. Así éste podrá ser rescatado sólo cuando apure la última gota de cerveza de los barriles de los subterráneos del castillo de Skála. La leyenda dice que había barriles también en una larguísima galería subterránea que comunica Skála con la mansión de Švihov. Es por lo tanto posible que el fantasma siga tomando la cerveza por castigo hasta ahora.

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